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Reflexiones por un planeta sostenible

Ante la crisis que aqueja a la biodiversidad, los mensajes que pretenden impedirla se centran en su extinción, el amor, los costes económicos y  llamadas a actuar a la gente. Pasemos a analizarlos a continuación.

Quienes elaboran mensajes relacionados con la extinción —suelen ser conocidos como catastrofistas— abogan por el sacrificio de la ciudadanía para que no se pierdan ni especies ni ecosistemas a largo plazo, pero fracasan, porque no constatan que las personas buscan el beneficio personal a corto plazo. Tampoco consiguen cambios sustanciales en el comportamiento de la gente, ya que el anuncio de una extinción mundial la asusta de tal modo que provoca su apatía e impotencia. Un buen ejemplo lo aportó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cuando afirmó que las tasas de extinción actuales son ya de 100 a 1000 veces mayores de lo que lo serían sin los seres humanos y, a pesar de ello, el aproximadamente 80% de la población de todo el mundo, como lo considera un problema futuro que no ataca su estilo de vida, no se siente incitada a actuar.

Los defensores de utilizar el amor como «herramienta» de persuasión se basan en el poder de dicha emoción, puesto que suscita empatía, asombro, fascinación y admiración. De ese modo, los receptores de mensajes tan positivos no tienen en cuenta el valor intrínseco de la biodiversidad, pero sí aprecian lo que les hace sentir.

Si comparamos ahora los mensajes catastrofistas con los emotivos, comprobamos que los argumentos basados en la extinción, la racionalidad y el valor intrínseco de la biodiversidad implican una obligación que la gente quiere eludir a pesar de que las pruebas negativas no engañan. Por el contrario, se siente llamada a actuar para evitar la destrucción de la biodiversidad si existe con ella un nexo emocional intenso. Habrá, pues, que potenciar de manera sensata todo contacto emocional positivo con la naturaleza, como observamos que ocurre en algunos programas televisivos relacionados con la flora y la fauna, para llevar a cabo acciones y políticas medioambientales adecuadas.

Si pasamos al argumento económico, quienes advierten que la pérdida de biodiversidad nos saldrá muy cara buscan en la justificación económica la reacción de la gente. No obstante, deberán aportar argumentos racionales sin excederse si quieren convencerla de la necesidad de cambiar su comportamiento. Ahora bien, los mensajes de tipo economicista funcionan eficazmente en los ámbitos político y de negocios y constituyen un fuerte incentivo para el cambio siempre que se justifique una mejora general.

Si analizamos ahora la combinación de mensajes emocionales para el público y de necesidad para políticos y empresarios, comprobamos que son útiles, pero aún insuficientes para motivar el cambio si no se introducen mensajes que promuevan la acción de la ciudadanía para tomar medidas.

Situados, pues, en el cuarto tipo de mensajes, hasta el momento presente han sido escasos y sorprendentemente superficiales en el ámbito medioambiental. Los mensajes de acción más habituales han consistido en la petición de donaciones de dinero a distintas organizaciones o envíos masivos de enérgicas cartas a los gobiernos. Con todo, son totalmente insuficientes para producir un cambio de comportamiento en la gente, porque, al no incidir en su vida cotidiana, no tienen un efecto inmediato en la pérdida de biodiversidad. Se trata únicamente de mensajes «compensatorios», pues diluyen la culpa por no actuar de quien los realiza, además de promover acciones a corto plazo que impulsan escasamente la mejora de la biodiversidad.

Para que los mensajes de acción den frutos, primero tiene que cambiar la actitud de quienes los emiten. Por ejemplo, en el caso de un activista medioambiental debe demostrar una voluntad política clara de cambio, como sería exigir acciones a sus representantes políticos, ir a y promover manifestaciones y concentraciones y organizar actos públicos. Si se tratase de un participante, su función consistiría en formar parte del grupo, firmar peticiones, donar dinero y expresar de forma visible su apoyo a la biodiversidad como prueba social de cambio auténtico. Si fuese un emprendedor, sus acciones serían efectivas si ayudase a la naturaleza de forma directa; por ejemplo, construyendo un hábitat animal, plantando alguna especie vegetal en vías de extinción o adoptando un animal. En el caso de ser un empleador, debería recaudar fondos, unirse a algún grupo de negocios y desarrollar una estrategia, porque su impacto comercial podría ser enorme. Finalmente, si se tratase de un consumidor, debería tomar decisiones impactantes en su vida diaria, como comprar productos y servicios «respetuosos con la biodiversidad», y evitar comprar y gastar más de lo necesario, porque las tarjetas de crédito son poderosos «venenos» para esta.

Los mensajes de activistas y participantes es fácil que lleguen a sus receptores, pues ya están concienciados. Los de emprendedores, empleadores y consumidores presentan más dificultades, puesto que tienen que vender sus acciones de tal manera que devuelvan la biodiversidad a la vida cotidiana. Solo así conseguirán que sea importante y gratificante para la inmensa mayoría de la población mundial.

La mejor combinación consistiría en elaborar mensajes que tuviesen en cuenta el amor a la naturaleza, la necesidad económica y la acción. De esa forma, el público aceptaría los sacrificios y sentiría que su participación es un deber moral, pues vería en dichos sacrificios un beneficio personal además de un favor común.

Pepa Úbeda

 

 

  1. Salvador piqueras Says:

    Me encanta leer tus textos para tomar más consciencia. Gracias

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