8M, ara i sempre!
Con pandemia o sin pandemia, las calles también son nuestras.
Aunque existen algunos antecedentes, en 1909 se celebró por primera vez en Nueva York el Día Nacional de la Mujer, en honor a la huelga que las trabajadoras textiles realizaron en 1908, en protesta por las penosas condiciones de trabajo en Chicago y Nueva York, donde más de 15.000 mujeres se manifestaron por la ciudad exigiendo la reducción de la jornada laboral, mejoras salariales y el derecho al voto. En Europa, en 1910, Clara Zetkin propuso la celebración del 8 de marzo como Día de la Mujer Trabajadora y en 1911, se celebró por primera vez. No fue hasta 65 años después, en 1975, Año Internacional de la Mujer, cuando la ONU realizó la declaración del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y lo celebró por primera vez de forma oficial.
Por un tiempo se pensó que el 8M era un reconocimiento solo a las mujeres que trabajaban fuera de casa, y aunque nunca fue así, ahora también sabemos que todas las mujeres trabajamos y que las tareas domésticas, que mayoritariamente seguimos realizando las mujeres, son trabajo, trabajo que, si se realiza en la casa de enfrente, se reconoce poco y se remunera mal, como todo lo que hacemos las mujeres, pero si se realiza en la casa propia ni se reconoce ni se remunera.
Desde 1911 las mujeres salimos a la calle porque tenemos que celebrar los avances y logros de siglos de lucha, pero también, seguir reivindicando nuestros derechos. Por ello, continuaremos llenando las calles con los colores del feminismo. En muchos países, como es el caso del estado español, el color morado ha pintado las manifestaciones feministas: pancartas, carteles, ropa, pelucas, gafas, símbolos pintados en el cuerpo, etcétera. En otros países, como Estados Unidos de América, las mujeres han vestido también de blanco para reivindicar su empoderamiento feminista. Ambos colores surgen de las banderas tricolores: morado, blanco y verde, que llevaban las sufragistas británicas a principios del siglo XX en sus manifestaciones para pedir el voto. Una de sus más importantes activistas, Emmeline Pethick-Lawrence, explicó los motivos por los que habían elegido estos tres colores en su lucha: el morado, por ser el color de la nobleza, que simboliza la sangre real que corre por las venas de cada sufragista, su conciencia de libertad y dignidad; el blanco, porque simboliza la honradez en las vidas privadas y políticas de las sufragistas y el verde, porque significa la esperanza por un nuevo comienzo. Y este último color ha sido el elegido por las compañeras argentinas junto al simbólico pañuelo (como reconocimiento a las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo), en su lucha imparable desde 2005, convirtiendo recientemente en marea verde su país y consiguiendo el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Claro que el feminismo va a tomar las calles física o simbólicamente, porque sin pandemia y con pandemia, las calles también son nuestras. Aunque, efectivamente, la pandemia nos obliga a formas distintas. Las mujeres sabemos cuidarnos y cuidar, como siempre hemos hecho, y, como seguimos haciendo, reivindicando los cuidados en el centro, sin cuidados no hay vida, los sabemos ahora, como siempre y mejor que nunca. Las mujeres son las que más y peor han sufrido y están sufriendo esta pandemia por ser la mayoría de las trabajadoras esenciales de las áreas sanitarias, sociosanitarias, de limpieza y otro tipo de servicios.
Pero la pandemia no puede paralizar ni impedir nuestras reivindicaciones, como algunos quisieran, ni cambiar que el día 8 de marzo es en todo el mundo el Día de las Mujeres, de todas las mujeres, que también tenemos derechos humanos y merecemos vidas dignas de ser vividas. Los patriarcados y sistemas estratificadores de género siguen utilizando distintas estrategias y tipos de violencia para subordinarnos y apropiarse de nuestro cuerpo, trabajo y descendencia. Las reivindicaciones son globales, el dolor también. Dolor por los miles de niñas y mujeres que mueren de hambre por ser las pobres entre las personas pobres, dolor por las mujeres y niñas que son mutiladas genitalmente, dolor por las mujeres y niñas que sufren cualquier tipo de violencia machista y son asesinadas, dolor por las jóvenes nigerianas a las que no paran de secuestrar para convertir en esclavas sexuales de la barbarie y el horror, dolor por…
Porque, aunque este año las manifestaciones no podrán ser multitudinarias como las de los años anteriores, donde miles y miles de mujeres en España y en el mundo llenaron las calles, al movimiento feminista no lo podrá parar ni el machismo ni la pandemia.
Salimos y saldremos cada 8 de marzo, luchamos y lucharemos cada día como si fuera el 8 de marzo, por todos nuestros derechos, porque somos un movimiento imparable que sabe que tiene la fuerza de la razón. Como dice el lema de este 8M del movimiento feminista de València -“El feminisme, la força de les dones”- de todas las mujeres, del norte, del sur, del este y del oeste.
El feminismo es nuestra fuerza y las mujeres cada día estamos más y mejor formadas y ya no podrán engañarnos y conseguir que nos conformemos con los espacios y las migajas que la alianza criminal entre patriarcado y capital ha pensado para nosotras. Juntas somos más fuertes y por eso pondremos otra vez el mundo patas arriba, en la calle, en casa y en todos los espacios. Quien ha pensado que una pandemia va a poder callarnos, no conoce el feminismo ni a las mujeres.
Gabriela Moriana Mateo
Artículo publicado en Levante.emv
marzo 8th, 2021 at 4:37 pm
Muy de acuerdo este año es diferente por muchisimas razones, pero lo que queda por conquistar nos necesita a todas, la diferencia de maticesno puede debitar al movimiento por favor unidad.