¿Por qué parece tan difícil comprender el cambio climático?
La falta de acuerdo entre científicos y analistas por un lado y público por otro respecto al cambio climático es un problema grave, porque impide que el segundo actúe para frenarlo. En efecto: los primeros creen que los segundos están tan bien informados como ellos y emiten comentarios —como, hoy se sabe tal o cual cosa— cuando la gente, en realidad, no sabe casi nada. Sólo hace falta encuestar a la ciudadanía para constatar que sabe poco del cambio climático, a pesar de que haya bastantes personas que no son ni incultas ni estúpidas y un número considerable de reflexivas y bienintencionadas que hacen verdaderos esfuerzos por saberlo. Sin embargo, la mayoría no sabe porque no se ha informado correctamente, no se lo cree o —lo más grave— no se lo han sabido explicar los que sí saben,
¿Qué puede haber originado esta carencia de acuerdo?
El principal motivo es la confusión creada entre el público por las opiniones contrapuestas entre los que se proclaman expertos. En esta tesitura, a la gente le resulta muy difícil averiguar qué expertos tienen razón, cuál es la verdad cuando se le presentan pruebas acristaladas y confusas y, finalmente, por qué los analistas no llegan a ningún consenso.
Ciertamente, el público no está capacitado para analizar y dilucidar los detalles científicos y técnicos de hipótesis que se excluyen entre sí sobre lo que le ocurre a nuestro planeta. Menos aún si el debate público es acalorado y ruidoso. En consecuencia, no percibe que se trate de un veredicto rotundo.
Si la ciudadanía se fía de los científicos que afirman que el cambio climático es cierto, saben que las consecuencias serán terribles y habrá que realizar enormes sacrificios. Pero si fuera erróneo, tal y como afirman sus oponentes, estos sacrificios habrían sido inútiles y la frustración sería importante. Esto no significa, sin embargo, que la gente no quiera sacrificarse si sabe que el peligro presente y futuro desaparecerá gracias a ese sacrificio, aunque le cueste mucho cambiar sus hábitos.
En conclusión: la comunidad científica especializada -especialmente los climatólogos- tienen dos obligaciones. La primera, esforzarse en explicar la relación entre el calentamiento de la Tierra y la emisión de gases de efecto invernadero de modo que la gente lo comprenda y empiece a tomarse las cosas en serio. La segunda, conseguir que su mensaje file entre la población para que su sacrificio tenga consecuencias fundamentales.
Otro motivo que dificulta el conocimiento de la situación es la politización originada en torno al cambio climático. Los sectores ideológicos que creen saben que hay que tomar decisiones socioeconómicas y políticas radicales que hacen peligrar el neoliberalismo, pero sus oponentes —los «negacionistas»— les acusan de utilizar el cambio climático como excusa para justificar estas decisiones y mantener estructura capitalista pase lo que pase. La postura de los segundos es peligrosa, porque sus seguidores se niegan a cambiar de actitud y sacrificarse, no votan a los políticos que sí creen y apoyan a los políticos que no creen. Sin embargo, si estos «negacionistas» supieran que el cambio climático es una realidad, se sacrificarían por las generaciones futuras. Por eso, al sabotear las transformaciones económicas y políticas necesarias,
Una forma de acceder a los «negacionistas» para convencerlos podría ser el establecimiento de comisiones públicas que «escuchen» todas las afirmaciones científicas en litigio, aplicaron criterios más exigentes e incorporaran personas al periodismo con una formación científica sólida. El problema radica en que los medios de comunicación mayoritarios y más potentes están en poder de quienes favorecen el cambio climático…
Es evidente que la ignorancia resultante de una información perjudicial o deficiente constituye un grave peligro para todos los seres vivos. Además, ahora mismo es una gravísima elección si queremos detener el cambio climático, porque ya no vale lo de «no saber lo que hay que saber hoy». Asimismo, la ignorancia vinculada a la democracia puede resultar desastrosa, puesto que todos somos iguales ante las urnas y, si un número importante de votantes prefiere votar a quienes niegan el cambio climático, podemos prever resultados catastróficos. Desgraciadamente, un debate público confuso e interesado ha potenciado esta ignorancia, puesto que hay oradores que niegan el cambio climático porque existen grupos de presión con intereses en combustibles fósiles que los pagan para que lo nieguen. Las consecuencias son, pues,
Así pues, si queremos que los ciudadanos lleguen a las urnas sabiendo en conciencia a quién hay que votar, deberemos informarles correctamente por los canales adecuados y solventes. Sólo así sabrá el elector lo que le conviene, que está vinculado a su bienestar ya la pervivencia de su especie.
Por desgracia, los debates relacionados con el cambio climático sitúan a los votantes en una situación límite y no saben qué hacer, porque, tal y como ya se ha dicho, es un tema que se explica mediante tecnicismos científicos que la mayoría no entiende y demasiado voces diferentes han opinado.
Repito: la única solución es facilitar a los auténticos expertos las herramientas comunicativas necesarias para que informen a la ciudadanía de lo que ocurre. Sólo así se hará una idea aproximada y actuará en consecuencia.
En cualquier caso, como no podemos permitirnos más retrasos, podríamos empezar hablando de cambio climático en la mayor cantidad de ámbitos posible: escuelas, iglesias, centros de salud, cafeterías, bibliotecas, clubes deportivos… Solo así neutralizaríamos la confusión provocada por los intereses espurios de los poderosos y de los políticos incompetentes a su servicio.
Si conseguimos la confianza del público, la confusión mermará, pero sólo lo conseguiremos hablando e intercambiando ideas y argumentos para «enfriar» el planeta…
Pepa Úbeeda
Publicado en la Revista Sao