Yolanda o la serenidad
“En tiempos de cólera lo revolucionario es apostar por la serenidad”, ha declarado Julia Otero al regresar a su programa radiofónico tras ganarle un primer set al cáncer. Aunque yo no emplearía el verbo apostar, generalizado hoy como sinónimo de promover, defender, optar o practicar, estoy totalmente de acuerdo con el mensaje de la periodista de Onda Cero. Ahora serenidad es no repetir un embuste por mucho que lo hagan tantos políticos y medios de comunicación. Es no buscar un aplauso fácil comentando algo de lo que no tienes auténtica constancia. Es preferir los valores de la Ilustración: la luz frente a la oscuridad, la ciencia frente a la superstición, la razón frente al dislate, la justicia frente al desafuero, el diálogo frente al insulto. La serenidad es contraria a las prisas, la visceralidad y la mala intención.
Pero, ciertamente, resulta difícil mantenerla en estos tiempos de cólera. Confieso que, en este arranque del año 2022, a mí me cuesta un auténtico esfuerzo no subirme por las paredes cuando, un día sí y otro también, se zahiere al ministro Garzón por algo que no dijo como dicen que lo dijo; por algo que, si uno se toma la molestia de informarse, no solo es absolutamente razonable, sino que forma parte del programa del Gobierno de España y de la Unión Europea. Confieso asimismo que tengo que morderme la lengua para no denostar en voz alta la deslealtad y hasta la mala fe de algunos de sus compañeros de Gabinete, incluido el presidente Sánchez, y no pocos de esos barones socialistas que comparten la ideología nacional-castiza del Abc, La Razón y las reinonas de las mañanas televisivas. Y confieso, por último, que debo contenerme para que de mi boca y mi pluma no salga el grito primal de ¡Perezcan Sansón y todos los filisteos!, esto es, abandone el Gobierno de coalición la izquierda reiteradamente ofendida y que sea lo que los españoles quieran.
Pero no, tiene razón mi compañera Julia Otero: ahora lo revolucionario es mantener la calma. Este Gobierno de coalición ha hecho bastantes cosas positivas para el común de los españoles y todavía puede hacer algunas más en los dos años que le quedan. Además, la alternativa, un Ejecutivo ultra del PP y Vox presidido por Ayuso, nos devolvería por completo a la ley del más fuerte en la jungla de Donald Trump y sus asaltantes del Capitolio. Hay que reprimir, pues, el impulso que podría llevar a proponer el ¡De perdidos, al río! Hay que respirar hondo una y otra vez, pensarlo mucho antes de mencionar lo irreparable.
Hasta un libertario, alguien que cree más bien poco en el sistema, debe hacerlo. Me parece que tal es el espíritu de las últimas reflexiones de Noam Chomsky recogidas en el libro Sobre el anarquismo (Capitán Swing, 2022) y adelantadas este mes por la revista tintaLibre. El ideal de la primacía de la libertad, la dignidad y la justicia se mueve siempre en una determinada correlación de fuerzas, y, siendo la actual la que es, a nivel nacional y a nivel global, puede que ahora lo más ácrata sea defender determinados pilares —la sanidad y educación públicas son los más evidentes— de los Estados existentes. Dice el viejo Chomsky: “Como yo lo entiendo, el anarquismo no es más que la defensa del derecho del ser humano a ser libre y a exigir una justificación para las restricciones de su libertad. Porque a veces esa justificación existe. Ahora bien, ni el anarquismo ni ninguna otra ideología nos va a decir el cuándo y el cómo. Eso hay que analizarlo caso por caso.”
Caso por caso, entonces. Y en el español, expreso mi admiración por la vicepresidenta Yolanda Díaz. Por la serenidad con la que le recuerda a la parte socialista del Gobierno que lo dicho en realidad por el ministro Garzón forma parte del programa común. Por la calma con la que informa a sus potenciales socios parlamentarios de que la reforma laboral acordada por la patronal y los sindicatos es lo máximo en defensa de los trabajadores que puede conseguirse en la actualidad. Y por la credibilidad con que transmite la idea de que, para la galaxia política, social y cultural situada a la izquierda del PSOE, estos tiempos desaconsejan más que nunca el individualismo, el sectarismo y el espíritu de capillita.
Sea. Combátanse los bulos de Goliat con la verdad de David, aunque sea una pugna terriblemente desigual. Combátase la deslealtad de los socios con la honestidad, aunque pocos te lo reconozcan. Inténtese seguir haciendo cosas, por pequeñas que sean, por la gente.
Javier Valenzuela
Publicado en Infolibre