Los Truhanes
Según la RAE, un truhan o trujamán es un sinvergüenza que vive de engaños y estafas. Una más de las variedades de pícaros existentes desde que el mundo es mundo. Conforme los tiempos evolucionan van adaptándose a la época, tomando unas formas u otras, buscando “sus vías de negocio” y supervivencia.
Hoy, los truhanes, los mejor adaptados al medio, suelen ser los que proliferan alrededor de la política, unas veces hacen de políticos como tales, y otras toman la forma de “cuñados” “hermanos” “amigos de la infancia…” de los políticos truhanes. Esto no quiere decir, obviamente, que todos los políticos ni todos sus familiares lo sean, ni muchísimo menos, sino que en esas aguas los truhanes encuentran muchas oportunidades de “negocio”.
No voy a hablar aquí de los escándalos que han representado últimamente la Ayuso, el Almeida y sus compinches y familiares, con el negocio que se montaron con su “oportuno” aprovechamiento de la muerte para hacerse millonarios. Hasta ahora yo creía, inocente de mí, que la especialidad de estas gentes eran el ladrillo y los pelotazos del suelo, pero no, estos le pegan a todo lo que se ponga por delante, aunque a su lado la gente se esté muriendo y esperando soluciones.
Pero no es de esto tan conocido y manoseado de lo que hoy quiero hablar.
Hoy necesito resaltar que lo peor no es que existan dichos truhanes, sino de sus cómplices. Sí, hablo de nosotros: los que sufrimos esos abusos como borregos; como esos “bienaventurados pobres de corazón que, luego, verán a dios”; como cobardes que preferimos hacer de avestruces escondiendo la cabeza, repitiendo una y otra vez la famosa mentira: “Todos los políticos son iguales”.
No. Ni todos los políticos son iguales ni usted es la persona decente que cree o dice ser. Lo que usted hace o, mejor dicho, permite hacer, aunque quizás no sea consciente del todo, se llama complicidad. Si no fuese porque los trujamanes ya cuentan con esa complicidad de millones de sufridos paganos, no se atreverían a tanto. Aunque solo algunos de estos pájaros se viesen en la cárcel, y, sobre todo, fuera de la política, otro gallo cantaría.
Claro que no es cómodo renunciar a vivir como un avestruz, usando sus veloces piernas para huir de los problemas o escondiendo la cabeza para no verlos. No podemos hacer como que ignoramos que vivimos en sociedad, que todos los problemas nos afectan, que el efecto mariposa existe y que todo se interrelaciona. Todos somos corresponsables de lo bueno o malo que nos acontezca, que no podemos decir que pasamos de esto o aquello, porque no se puede pasar de la política, porque en el preciso momento en que adoptamos esta cómoda posición nos estamos definiendo claramente también como culpables.
Miguel Álvarez