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La ciudad de los dos ríos

Al meu país la pluja no sap plure. O plou poc, o plou massa.

Hermoso poema de Raimon pero que representa nuestra altivez. Queremos enseñar a
la lluvia cómo se llueve, sin que nosotros seamos lluvia.

La lluvia llueve, y tiene sus motivos. Incluso esos motivos están provocados por nuestra
sinrazón. Pero quisiéramos que lloviera cuando, donde y como nos interesa, como si la
lluvia estuviera a nuestro servicio. Menos mal que no es así.

Como no podemos controlar la lluvia, y nuestra altivez persiste, decidimos desviar el
río. Pobre río, si lo único que hacía era canalizar la lluvia, si podía. València, ciudad
fluvial, juzgó a su río, lo condenó y lo expulsó. Imaginemos a Paris sin el Sena, o a
Londres sin el Támesis. Pero da lo mismo, la València del futuro no tendrá dentro un
río, la capital del Turia perderá su apellido. Muerto el perro, se acabó la rabia,
debieron pensar. Pero no es verdad, siempre nos queda la otra rabia, la humana, esa
que no tiene remedio.

Se construyó un rio a las afueras, dejando el otro seco en los adentros. Así nació la
leyenda de la Ciudad de los dos ríos, los dos humillados. Uno porque estaba vacío, el
otro porque era un artificio.

Solo la ciudadanía podía deshacer este entuerto, nadie más. Y como vacuna contra la
altivez, recurrió a la humildad del árbol, que lo da todo a cambio de un poco de cariño.
Así, la ciudad apostó por el norte aunque abandonó al sur. Reinventó el río en forma
de Los Jardines del Turia, un nombre colectivo para un lugar colectivo, y en el sur
quedó una cicatriz gris, áspera, dolorosa, esperando que la lluvia educada vaya por
donde queremos que vaya.

El milagro verde ha costado 35 años y está ahí, esplendoroso, potente, incompleto
todavía, desconectado todavía, pero esperanzador. Un éxito ciudadano sin parangón.
Aquel río desahuciado ha resucitado con una vitalidad pasmosa de la mano de la
gente. Solo queda completar su trayecto, conectarlo, darle más vidas dentro de su
vida.

Pero también conviene mirar al sur para saldar deudas, para regenerar el desánimo del
otro río, nuevo y triste, y poder completar un anillo mágico de espacios conectados.

Así continua la leyenda de la Ciudad de los dos ríos. Una ciudad al servicio de la gente
con dos ríos que se abrazan.

Rafa Rivera

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