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El rey Midas, la rana y el escorpión

Cada vez sabemos más acerca del cambio climático. Pero, ¿cuánto sabemos de cómo afecta a nuestra salud? Lo digo porque no me gustaría que se hiciesen realidad la leyenda del rey Midas o la fábula de la rana que se fio del escorpión…

Un largo y tórrido verano

Aunque no es el primer estío en que el calor ha alcanzado cotas altas, ha sido especialmente agobiante por sus elevadas temperaturas —con sus insoportables noches— a lo largo de tres meses en todo el Hemisferio Norte. Es la primera vez que ocurre desde que se tienen noticias.

La primera consecuencia ha sido el agrandamiento de una preocupante sequía que nos deja poca agua para beber, menos para regar los campos que nos dan de comer y casi nada para mantener una higiene imprescindible si no queremos ver multiplicados virus y suciedad.

Sin embargo, a pesar de tan mala noticia, ¿cuántos de nosotros no pagaría por quedarse como está? ¿cuántos no habrán pensado que no costaría tanto adaptarse a nuestros futuros desiertos si antes lo han hecho otros? Pero, desgraciadamente, no será así.

Aquellos científicos que conocen bien nuestro planeta están hartos de repetir que las temperaturas seguirán subiendo y la cantidad de agua para beber, alimentarse y lavarse, bajando si no decimos ¡basta! y nos unimos todos en nuestra lucha contra el cambio climático.

Los geólogos, que saben mucho acerca de la historia de la Tierra, cuentan que, hace miles de años, había regiones en el mundo que eran auténticos vergeles y que ahora son áridos desiertos. Es el caso de Siria, el Sáhara, Egipto… El problema —insisten los geólogos— es que eso mismo podría pasar muy pronto en regiones donde ahora mismo aún hay hermosos bosques y caudalosos ríos. Regiones que también han padecido graves problemas este largo y tórrido verano. Es el caso de Inglaterra, Alemania, Austria…

¿Por qué?

Porque, según los expertos, estamos perdiendo muchos  bosques y mucha masa vegetal, auténticos pulmones del planeta.

Las causas principales son: el gran desarrollo a nivel mundial de la agricultura intensiva; el uso del regadío en zonas que siempre fueron de secano; las enormes inversiones en ganadería intensiva que, además de maltratar a los animales, daña nuestra salud; las actividades mineras que envenenan el aire que respiramos y el suelo que nutre las plantas y animales que nos comemos; y, finalmente, el calentamiento de la Tierra por culpa de la contaminación de coches, aviones e industrias.

¿Qué hace el cambio climático en los distintos continentes?

En África, que fue un espesísimo bosque, se ha perdido una superficie del tamaño de España. ¿Qué les ocurrirá a los africanos si no se pone remedio? Pues que un 70% de productos naturales desaparecerá o estarán tan contaminados que serán incomibles y centenares de millones de personas morirán a causa del hambre o de las guerras entre ellos por  obtener una comida miserable. O seguirán subiéndose a bamboleantes pateras para llegar a Europa sin saber que los siguientes en padecer lo mismo que ellos seremos nosotros.

He hablado de agua dulce y de sequía, pero hay regiones en el mundo donde el exceso de agua marina está “ahogando” a sus habitantes. Es el caso de muchas islas de Oceanía, cuyos propietarios han tenido que abandonar sus hogares y bienes porque han sido cubiertas por el océano. Con ellos, han desaparecido exóticos y maravillosos animales y plantas que ya nunca llegaremos a conocer. Allí, la agricultura intensiva, la sobrepesca y la contaminación del océano por plásticos los están asfixiando. Si los pescadores no cambian su forma de pescar, en menos de treinta años se quedarán sin peces. Y, por si fuera poco lo anterior, se enfrentan —nos enfrentamos— a la muerte de numerosas especies marinas y los corales  —imprescindibles para la vida de los seres vivos en el planeta— por culpa de las elevadas temperaturas del mar.

En el centro de Asia, la mitad de sus praderas están a punto de desaparecer y el 80% de sus ríos son los más contaminados del mundo.

América está padeciendo también una sequía brutal y una enorme e intensa modificación de sus tierras. Ya está afectada la mitad de la sabana tropical y el 20% de la selva amazónica, suprimida por políticos como Bolzonaro y grandes propietarios de toda Latinoamérica.

En Europa, han disminuido a la mitad la flora y la fauna debido a la agricultura intensiva y la sobrexplotación forestal.

Si nos quedamos sin árboles, nos quedamos sin oxígeno para respirar. Por no hablar de la falta de suelo para cultivar productos de primera necesidad, lo cual provoca su encarecimiento y, en consecuencia, el aumento de la pobreza en todo el planeta y, en último término, el hambre.

La “Sexta Extinción”: gastamos mucho más de lo que ganamos

Provocada por los humanos, porque consumimos mucho más de lo que la Tierra nos regala. El resultado es el empobrecimiento progresivo del planeta, lo cual comporta la muerte de animales, plantas y personas.

Por lo que se viene observando, la “Sexta Extinción” parece ser la más terrible de todas, porque arrasa más y a mayor velocidad. Incluso se habla ya de la desaparición de la especie humana.

Posiblemente, muchos ignoramos que somos los culpables de nuestra propia desaparición, aunque no todos lo seamos en el mismo grado. De hecho, los humanos ricos y los países enriquecidos por la explotación de los pobres consumen mucho más que estos, a quienes someten para que produzcan todavía más.

¿Dónde aparece la esperanza en este relato?

En nuestra toma de conciencia. Está claro que nunca recuperaremos lo que ha desaparecido definitivamente, pero podemos luchar por conservar lo que nos queda.

Se trataría de elaborar un plan que sostuviese y potenciase las regiones protegidas, restaurase las degradadas, acabase con la explotación forestal y la agricultura y la ganadería intensivas —para ello, tendríamos que comer mucha menos carnes y productos que necesitan demasiada agua, como los aguacates, los mangos y las papayas—, extendiese por todo el mundo la protección a flora y fauna, y nos “apretásemos el cinturón” dejando de consumir.

¿Existe algún plan factible?

Sí: sustituyendo capitalismo por decrecimiento —totalmente opuesto al consumismo— sin demora ni descanso.

Hay que neutralizar a quienes nos quieren consumistas, que son los que se enriquecen a costa del planeta, porque quieren continuar como siempre. Por eso ponen trabas a ese plan factible.

Está claro que no hay un planeta B: solo A.

La leyenda de Midas y la fábula de la ranita y el escorpión

Empecemos por la leyenda del rey Midas: el dios Dionisos, agradecido por el buen recibimiento de que fue objeto por parte de este monarca, le preguntó qué quería de regalo y Midas le respondió que poder convertir en oro todo lo que tocase. Dionisos se apresuró a concedérselo, sin caer en la cuenta de que acababa de concederle su sentencia de muerte, pues cada vez que Midas acercaba algún alimento a sus labios, este se convertía en oro. Así que, al final, se murió de hambre.

En cuanto a la fábula de la rana y el escorpión, el segundo le pidió a la primera que lo dejase montar en su lomo cuando iba a atravesar un río, ya que no sabía nadar. Al principio, la rana no estaba demasiado convencida, pues conocía la fama de agresivo del escorpión, pero cambió de opinión, porque pensó que el escorpión era el primer interesado en que la travesía terminase en éxito, pues en ello le iba la vida. Sin embargo, a mitad trayecto, el escorpión le clavó su aguijón a la rana. Esta, aunque agonizando, todavía tuvo la energía para preguntarle por qué lo había hecho, ya que él también moriría ahogado. Su respuesta fue que no podía evitar clavar su aguijón, porque estaba en su naturaleza hacer lo que había hecho.

No permitamos que el capitalismo nos mate de hambre o por envenenamiento.

Pepa Úbeda

 

 

  1. Rosa Kochubey Says:

    No se si aplicar el sentido común es pedir demasiado de nosotros, los Seres humanos. Gracias por el artículo, por el intento de sacudir nuestra conciencia.

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