Rusia, energía, política fiscal, ultraderecha italiana… ¿Qué piensa Tamara Falcó?
Se nos acumulan los debates políticos tanto a nivel nacional como internacional, porque los lazos se entrecruzan, los problemas hoy son globales, y no podemos ser indiferentes ante lo que ocurre en cualquier parte del mundo.
Sigue la invasión a Ucrania con unas complicaciones muy graves respecto a la población rusa que está viviendo ahora el reclutamiento forzoso, la dictadura más férrea de Putin y el despertar a la incomprensión de una guerra que nunca debió empezar. Las víctimas humanas ya no se producen solo en el conflicto bélico, están también en las manifestaciones, protestas, encarcelamiento o suicidios que se producen en protesta contra Putin. A ello hay que sumar los “falsos” referéndums o los misteriosos sabotajes de los gasoductos Nord Stream.
Mientras la guerra se recrudece y se alarga en el corazón de Europa, en una parte de su alma, de la composición de la Unión Europea, gana la ultraderecha. El 30 de octubre de 1922, Benito Mussolini formó su primer gobierno fascista. 100 años después, y veremos qué fecha elige Meloni para tal acontecimiento, se formará otra vez un gobierno ultraderecha, fascista, que rompe los valores constitucionales de la Unión Europea que conocemos, que atenta contra la ética y legislación de los propios Derechos Humanos, con unos socios de gobierno, Salvini y Berlusconi, que no son solo una patochada sino unos personajes indeseables para la gestión de los bienes públicos.
Muchos miramos con preocupación lo ocurrido en Italia y cruzamos los dedos pensando que en aquel país los gobiernos duran poco. ¡Pobre consuelo el que nos queda! Con una abstención histórica que desinfla a la ciudadanía democrática. ¿Por qué? Con todos sus males y errores, seguimos disfrutando las sociedades occidentales democráticas del mejor sistema posible. De nosotros depende también fortalecerlo. La democracia solo se mejora con más democracia, y parece que no estamos dispuestos a trabajar por ello. La indignación, el enfado, el malestar, la decepción, el egoísmo, el desinterés, o cualquier otro motivo no son suficientes para eludir la responsabilidad ciudadana.
La crisis energética y climática sigue siendo la primera de las preocupaciones. No solo la guerra contra Ucrania está resintiendo el funcionamiento europeo, hace subir precios e inflación, recortar suministros y exige sacrificios. Es que nuestro planeta llama con alertas continuas de que su estado es débil, que lo estamos enfermando. Este verano hemos vivido una de las peores olas de calor que ahora tiene sus consecuencias con las tormentas extremas y localizadas, fuertemente dañinas, que estamos viendo en cualquier punto de España, especialmente en el Mediterráneo. Las oleadas de incendios han sido devastadoras de norte a sur y de este a oeste, tanto en España como en países colindantes como Portugal y Francia. Sin embargo, la mayor indignación se produce por el control del aire acondicionado o de la calefacción. Este verano he oído comentarios imposibles de clasificar que protestaban bajo el argumento: “si yo pago el gas y la electricidad, gasto lo que quiero”.
En fin, no tengo aire acondicionado en mi casa y me abrigo en invierno (nunca voy en manga corta en enero), y eso que me parece tan natural desde siempre, me convierte en un personaje estrambótico, fuera del “progreso y lo moderno”.
Porque no se trata de pagar si uno puede, es que hay mucha gente que no puede. La pobreza energética es una realidad, el concepto “limite” debe ir unido hoy al consumo de recursos, “compartir” bienes es ya un imperativo global.
Y si no tuviéramos pocos problemas, mi cabeza está a punto de estallar intentando descifrar el concepto de “Patria”.
Quienes se llenan la boca hablando de “España” y de “patria”, resulta que luego juegan a los paraísos fiscales, a la competencia entre autonomías, a la pelea entre los diferentes territorios. El discurso del “moderado y centrista” Juanma Moreno me ha parecido de lo más casposo, egoísta, insolidario y antipatriótico que he oído nunca. No solamente porque hable de bajar impuestos o no a los más ricos, sino por el hecho de que llamen a “otros ricos” a venir a Andalucía. Es legítimo, moral y políticamente responsable mejorar la calidad de vida de la ciudadanía a la que gobiernas: ese debe ser el papel del presidente autonómico, pero ¿a costa de dañar a otros territorios? ¿así se construye la unidad de España?
Como se avecinan elecciones autonómicas y municipales, el PP ha abierto la veda para que el egoísmo territorial sea el elemento de campaña. Ya llegará otro momento en el que hablaremos de España. Hoy, “la patria” está devaluada. No existe unidad de España ni existe federalismo, existe la caza de votos alimentando los sentimientos más egoístas de los votantes. ¿Acaso la razón y la inteligencia emocional no sirven también para votar? Ahora, todo territorio entra en el charco a ver quién ofrece mejores rebajas y a quiénes.
Así, hemos convertido las sociedades en individuos con derechos y sin responsabilidades, protestones pero poco solidarios, que reniegan porque todo está mal pero no ayudan (poquísima participación en asociaciones de vecinos, ciudadanas, plataformas cívicas, etc). Lo colectivo ha derivado en corporativo, y esto en “qué hay de lo mío”. Y el voto se mercadea.
Conclusión: casi he conseguido desahogarme. Queda un punto más. ¿Qué piensa de todo esto Tamara Falcó?
No doy crédito a lo ocurrido esta semana. Ya tenemos nueva “princesa” rosa. Lo fue en su momento aquella señora que decía “por mi hija, mato”, y hoy “todos” nos solidarizamos con los cuernos sufridos por Tamara. ¿O acaso hay alguien en este país que no se haya enterado de esta noticia?
Luego dicen los medios de comunicación que la ciudadanía está poco informada, que el gobierno no hace pedagogía, que hay que explicar las cosas. Sin embargo, qué fácil ha resultado extender en 24 horas una noticia tan trascendente, importante, significativa y decisiva para el rumbo de la vida de los españoles como es el “engagement” de Tamara Falcó. Ayyyyyyy, cuánto me duele mi patria.
Ana Noguera