Justicia poética
Es innegable que el gran acontecimiento mundial de fin de año (por lo que parece, la palabra acontecimiento viene de acontecer y mentir) no va de pandemias, ni de ucranianas guerras, ni de crisis energéticas y/o económicas, ni tampoco del cambio climático.
Lo que ha conmovido al mundo, lo que nos ha tenido atrapados a las pantallas de las televisiones, ha sido el mundial de Qatar con todo lo que un gran acontecimiento representa. Por su lado negativo, entre otras cosas, la constatación de que los seres humanos somos o podemos llegar a ser sensibles y solidarios, pero siempre que esto no afecte excesivamente a nuestros intereses personales o a nuestros bolsillos. Era mucho pedirles a los jugadores de las distintas selecciones solidaridad con un compañero iraní (por mucho que a este pueda costarle la vida haberse mostrado solidario con sus compañeras) a unos jóvenes que llevan años esperando que se celebre un mundial, preparándose para él, que han superado el principal escollo que supone que el seleccionador se fije en ellos y los inscriba en su lista de convocados. Menos aún se les podía exigir que se negasen a ir a jugar a Qatar porque su sistema político sea una satrapía donde no se respetan los derechos humanos, y/o donde se explota la mano de obra barata llegada de países del resto del mundo, sobre todo últimamente, ya que han tenido que construir, entre otras cosas, ocho estadios en un tiempo record.
Menos aún se podía esperar de la FIFA otra actitud que la que han mostrado de nuevo en esta ocasión. Sabido es que a la FIFA se la fifan otras cosas que no sean los grandes negocios que el control del futbol mundial les proporciona. Ellos siempre están a lo suyo. ¿Y los distintos gobiernos? ¿A qué están? Pues que le pregunten al rey de Marruecos o al gobierno de Argentina si les ha venido bien esta dosis de Circo.
El aspecto positivo es que, independientemente de todo esto, y olvidándose de su lado mafioso, el mundial ha sido un éxito, tanto de organización como de espectáculo, especialmente en la final donde se enfrentaron el mejor jugador de la historia con el mejor actual. El duelo entre las dos grandes selecciones se convirtió en una de las finales más disputadas y con más alternativas de las que se recuerdan y se resolvió a favor de la menos potente, cosa que siempre da un plus de vidilla al espectador imparcial, mientras se dirimía si el mejor jugador de la historia, ya en su fase decadente, podría retirarse del futbol con un Mundial añadido a su dilatado palmarés.
Al parecer, a muchísima gente, nos ha alegrado que Messi se lleve este premio, al menos por justicia poética. Pues enhorabuena.
Miguel Álvarez