La XXVIII
CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO está siendo tratada en los medios como de costumbre, es decir, la mayoría de televisiones no hablan de ella, y si lo hacen, apenas informan, únicamente para que sepamos que Pedro Sánchez y el rey han pasado por allí… y poco más. TVE, para cumplir, hace como los malos toreros, “una faena de aliño” y a correr.
No hay excusa. Cierto que estas cumbres dan poco de sí, que nadie se las toma en serio, pero, de vez en cuando, algún líder de algún país latino se destaca y da la nota hablando de lo que, los demás, conocen y callan por mala conciencia, por hipocresía o por conveniencia.
En esta ocasión esa nota la ha dado Petro, el presidente de Colombia que, después de hablar extensamente del cambio climático combinándolo con la observación de lo absurdo que resulta “perder el tiempo en una guerra (por Ucrania) cuando los tiempos de la Humanidad se están acortando por la crisis climática” para concluir reconociendo que “nuestros nietos en el año 2070 no podrán vivir en nuestros países a causa de la crisis climática”.
Petro solicitó también que quien debía estar allí, por Perú, era el depuesto presidente electo Pedro Castillo. Y, para terminar, sorprendió a la audiencia proponiendo que se incorporasen para más adelante “observadores” de la República Árabe Saharaui porque su pueblo es de habla castellana. Es una pena que TVE no nos pasase las fotos de la cara que debió poner el rey y, sobre todo, la de Pedro Sánchez.
Es una pena que España, al igual que Portugal, nunca hayan sabido asumir su papel histórico, que hayan olvidado que, aquello conocido como iberoamericano, toma su nombre de nuestra influencia cultural, a través de varios siglos de colonialismo, pero también de convivencia y mestizaje. El sentido común nos dice que, si fuésemos positivos y talentosos, si pusiésemos lo mejor de nuestra buena voluntad en salvar distancias, veríamos que somos pueblos hermanos y que necesitamos relacionarnos adecuadamente, que una comunidad de más de ochocientos cincuenta millones de seres humanos culturalmente iberos, con tantas cosas en común, es potencialmente una mina, que nuestra influencia cultural acompañada del respeto a los pueblos aborígenes, a su cultura y tradiciones, convertiría a Iberoamérica en una muy influyente potencia cuya dirigencia natural serían España y Portugal. ¿No sería posible y deseable una especie de Commonwealth Iberoamericana?
De ser así, ¿podemos imaginarnos el peso específico, la influencia que tendríamos en Europa y resto del mundo? Ahora que Inglaterra se ha brexitfricado, los países del norte no tendrían otra que modificar para bien alguna que otra actitud prepotente. Pero no nos engañemos, esto nunca ocurrirá de no ser que nos hagamos de un cuerpo diplomático adecuado y políticos capaces. Ahí está el problema.
Miguel Álvarez