Un vientre se pone de parto
Ana Obregón –y la exclusiva de la revista ¡Hola! sobre el nacimiento de una hija a través de un ‘vientre de alquiler’ en Miami– ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la maternidad subrogada.
Estaremos todos de acuerdo, que desear algo no te da derecho a poseerlo. Yo deseo vivir en casa de mi amiga, pero no tengo derecho de hacerlo; yo deseo comerme un jamón de bellota, pero no tengo derecho a hacerlo; yo deseo pilotar un coche de fórmula 1… Y así con todo. Llegados a este punto, algunos diréis, bueno, pero si deseas un jamón, bien te lo puedes comprar; si deseas pilotar un coche de fórmula 1, bien puedes alquilarlo… Cierto, la compra venta es una transacción legal en el neoliberalismo: quiero, tengo, compro. Así, más o menos con todos los bienes materiales.
Esta semana la noticia de la que muchos nos hemos hecho eco ha sido una «compra – venta» que, al protagonizarla una famosa, y ser portada de una de las revistas del corazón más conocidas del país, ha tenido gran repercusión. La noticia a la que hago referencia corría de boca en boca a partir de una portada de la revista ¡Hola!: «Ana Obregón, madre de una niña, por gestión subrogada». Otra revista matizaba que era gracias a que «el vientre de alquiler que había pagado se puso de parto en Miami». Para aclarar el motivo de su decisión, añadía en una entrevista: «Ya nunca más estaré sola».
Centrémonos: una niña, fabricada exprofeso para dar compañía a una señora que, con más edad para ser abuela que para ser madre, se sentía sola. Junto a ello, el uso del eufemismo «gestación subrogada», en lugar de «vientre de alquiler» da qué pensar.
Ambas informaciones (la soledad tras la muerte de su hijo y la «maternidad») solo quieren despistar al lector y, tal vez, hacerle sentir complicidad y alejarlo del hecho real e indiscutible: Ana Obregón acudió a una clínica de Miami para alquilar a una mujer, pobre, para que se quedara embarazada y pagarle después para quedarse con su hija para tratar de calmar así el duelo por la muerte de su hijo Aless. Hasta ahora no he hecho ningún juicio de valor ni de moral, solo describo.
¿Qué diferencia hay entre esta compra-venta y los ejemplos con los que empecé esta columna?
¿Hay deseo? Lo hay. ¿Hay dinero? Lo hay. ¿Cuál es, pues, la diferencia? Una, que no es baladí, y es que lo comprado es un ser humano. Y ahora sí entro en mi juicio de valores.
Vaya, hete aquí un «producto» que, los ricos (rica en este caso) también se creen con derecho a comprar (lo de vender, ya lo habréis deducido, es cosa de pobres). No nos asombremos, como ella otros ricos antes: las Kardashian, Ricky Martin, Tamara Gorro, Ezequiel Garay, Kiko Hernández, Miguel Bosé, Nacho Palau, Javier Cámara… Sin embargo –desgraciadamente– el detonante que ha hecho que el tema estuviera en boca de todos ha sido la edad de la «compradora», no el hecho en sí. Aprovechemos la coyuntura.
Parece mentira que se tenga que aclarar en pleno siglo XXI que las personas no son productos, y no solo eso, sino que las mujeres deberíamos poder ejercer el derecho de ser madres solo cuando deseemos vivir la experiencia de la maternidad, con las garantías sanitarias oportunas, claro está, y la protección del Estado. Y no parir porque otro nos contrate para contentar sus deseos egoístas (poseer un niño para no sentirse sola), aprovechándose de su cartera (y el nivel de pobreza de la madre a la que le compran el bebé).
Desde el Gobierno –que en otras ocasiones han corrido raudos a legislar lo que les ha interesado– se han limitado a llevarse las manos a la cabeza y recordar que la práctica es ilegal en España. Tal vez hay demasiados intereses económicos detrás para hacer una ley por procedimiento de urgencia, pero quizás pensar en un pequeño cambio en la legislación actual… No basta con declaraciones de las ministras mostrando su desacuerdo.
Porque todos aquellos dispuestos a pagar por un bebé saben que la Ley 14/2006 establece que quienes quieran ser padres utilizando a una mujer como vientre de alquiler deben hacerlo en un país extranjero donde esté permitida la compra venta de seres humanos, ya sea Israel, India, Ucrania o algunos estados norteamericanos como Florida y regresar aquí y regularizarlo… por la puerta de atrás.
Años luchando las feministas contra la legislación que posibilite los vientres de alquiler y, al final, algo hay que agradecerle a Ana Obregón: lo fácil que ha mostrado lo que es la compra venta de bebés y qué buen ejemplo nos ha dado para demostrar que los deseos no son derechos. Esperemos que el Gobierno, que tanta prisa se da en otras ocasiones, tome nota de las necesidades legislativas para proteger a las mujeres y a los niños.
Carmen Domingo
Publicado en Ethic