La manifestación ha recordado a las de los años noventa, entonces diarias e igual de multitudinarias. Pero la gasolina, en esta ocasión, ha sido el hartazgo en su punto culminante tras décadas de inacción política. “Pasan los gobiernos y no se acaban de ver las soluciones”, denunciaba Pau Díaz, portavoz de la asociación vecinal. “Después del verano se ha agravado la situación y esto ha conducido a la protesta”, explicaba el representante vecinal.
La manifestación venía a sumarse al acostumbrado diálogo que su asociación mantiene con los gobiernos municipales de diferente signo, en el pasado con Compromís-PSPV y en la actualidad con el Partido Popular. Al Rialto lograron arrancarle un borrador para avanzar en el requerido plan integral con el derribo de las Casitas Rosas, y el pasado lunes participaron en una reunión interconcejalías –Policía, Urbanismo, Limpieza y Servicios Sociales– de donde extrajeron una buena noticia: el plan sigue adelante. “Nos reconocieron que retomarán el plan con medidas concretas y se comprometieron a implicar en este proyecto a la Generalitat y el Estado”, explicaba el vecino de la Malva-rosa.
Todo ello ayudaría a aliviar la desazón que manifestada también por Agustín Abarca, quien recurría al informe emitido por el Síndic de Greuges en 2021 –pero completamente vigente– para describir la realidad del barrio: “El síndic Ángel Luna venía a decir que nuestro barrio es vulnerable, está olvidado y necesita inversiones para salir de esta situación de más de cuatro décadas”.
Respecto al momento elegido para la manifestación, Abarca recordaba que la asociación también se echó a la calle en el año 2021, con Compromís y PSPV al frente del Ayuntamiento y la Generalitat, e insistía que su política pasa por cultivar la negociación “hasta dónde sea posible”. “Nosotros siempre buscamos acuerdos entre las administraciones. Cuando eso se resiente nos obligan a movilizarnos para reclamar lo que no se consigue en los despachos”.
“La presencia policial no resolverá el problema”
Tras el recorrido con final en la rotonda de los cactus, miembros de la Asociación Vecinal de la Malva-rosa leyeron un manifiesto elaborado para dar soporte discursivo a la manifestación y, de paso, sintetizar, el estado de la cuestión. En el texto los vecinos enlistaron las molestias sufridas a diario. “El mercado de la droga instalado en las Casitas Rosas, el consumo en nuestras calles, en nuestros parques, la inseguridad provocada por los robos, las peleas, los actos vandálicos, el ruido por las noches o la suciedad que nos rodea por más que se limpie hace que la indignación aumente”, denunciaron.
“Durante años hemos alternado la reivindicación en la calle y la negociación en las instituciones. Hemos trabajado con la Policía Local y Nacional, hemos solicitado más efectivos y mayor vigilancia nocturna. Pero sabemos que sólo con más presencia policial no se va a resolver el problema, por ello hemos reivindicado una intervención integral en las Casitas Rosas”, subrayaba el manifiesto. “Se trata de convertir ese gueto en un lugar sin traficantes, sin fondos buitre y sin ocupaciones ilegales; derribando los edificios más degradados y regenerando todo el entorno”.
Finalizada la manifestación y después de la preceptiva foto de grupo con todas las pancartas agrupadas, acallando el grito más popular de la noche («Catalá, escucha, la Malva-rosa está en lucha»), el maestro de ceremonias preguntaba al aire que quién de los presentes estaba dispuesto a manifestarse dentro de quince días para volver a reclamar «un barrio digno». Cientos de manos se alzaron entonces en una especie de consenso, de modo que lo prometido sigue en pie: la Malva-rosa tendrá un otoño caliente.
Rechazo a las patrullas vecinales
A finales de agosto un grupo de vecinos de la Malva-rosa se organizaron en patrullas ciudadanas para recorrer el conflictivo barrio de las Casitas Rosas y comunicarles a los toxicómanos que tienen que abandonar el barrio. Aquellas controvertidas patrullas actuaron por su cuenta y riesgo, pero ahora, aprovechando la multitudinaria movilización, los integrantes de la asociación vecinal rescatan la iniciativa para reivindicar otra forma de canalizar el enfado: “La gente está harta, sí, pero nosotros pensamos que la protesta es mejor organizarla a través de la legítima movilización. Estos problemas tiene que resolverlos la administración, no una patrulla ciudadana”, ataja Pau Díaz.
Claudio Moreno
Publicado en Levante.emv