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La «Peste» del siglo XXI

 ¿Por qué y cuándo surge el turismo?

Gracias a la instauración de dos semanas de vacaciones pagadas —el «congés payés»— en Francia. Lo decretó el Gobierno del Frente Popular bajo la presidencia de Léon Blom el 12 de agosto de 1936. Supuso el establecimiento del Estado de Bienestar.

A partir de entonces, sindicatos, asociaciones y grupos religiosos trataron de aprovechar al máximo el tiempo libre de los trabajadores, contribuyendo también a su educación. Significó el desarrollo del «turismo social», que proponía actividades y colonias de vacaciones para los trabajadores.

El capitalismo toma el relevo

Al poco tiempo, sin embargo, las empresas capitalistas asumieron el control del turismo y ampliaron la oferta. La absorción fue rápida y se convirtió en uno de los negocios más productivos de los siglos XX y XXI.

Uno de los perjuicios derivados más grave es que las ciudades se ven «asaltadas» por ingentes «hordas» humanas a lo largo del año. Por suerte, han surgido colectivos ciudadanos que se manifiestan públicamente en contra de la presencia de esta amenazante «current avis». Es el caso de Venecia, Dubrovnik o Barcelona.

¿«Viajero» o «turista»?

El primero es «la persona que se traslada de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción».

El segundo es «la persona que viaja por placer». Su primera finalidad fue la aventura, aunque se desvirtuó muy rápidamente.

¿Viaje o turismo?

El viaje está vinculado al «trayecto»; el turismo, al destino.

El primero puede empezar en nuestra mente, iniciarse a la puerta de casa y concluir cuando volvemos o decidimos quedarnos en alguna de las «escalas». Lo hizo Odiseo de vuelta a Ítaca, su hogar. El tiempo que dura el itinerario es importante; así como el descubrimiento que implica. En efecto, el viajero encuentra en cada etapa esa experiencia que le permite conocer el mundo y a sí mismo mejor. Cualquier hito se convierte en una realidad vívida, independiente del gozo consumista, que es exclusivo del turista.

Por el contrario, el segundo implica «trasplantarse a otro lugar» para llegar a un destino. En cuanto al tiempo, se prefiere lo más corto, cómodo y anodino posible.

La novedad convertida en hábito

La presión capitalista sobre el turismo es tal que la mayoría de la población no entiende ya unas vacaciones sin marcharse a algún sitio.

Cuando se acerca el momento de la «liberación», las preguntas habituales del compañero de trabajo, del amigo o del familiar son: ¿qué vas a hacer en vacaciones? y ¿a dónde te vas? La respuesta no suele ser «disfrutar de una ciudad vacía, poco contaminada y silenciosa», porque el interrogado podría ser tachado de «rarito» cuanto menos.

La estructura socioeconómica que padecemos nos lleva a creer que nuestra casa es un lugar insoportable en vacaciones y que la mejor decisión es pasarlas fuera. Nos han inculcado, además, que es muy beneficioso para nuestra salud mental cambiar de ambiente y aires. Ahora bien, ¿la salud mental mejora de forma sustancial tras unas vacaciones en Benidorm, Ibiza o Roma?

¿Qué le ocurre al turista cuando llega a su destino?

Lo más habitual es que empiece a considerar que en casa estaba mejor, si bien jamás lo confesará a amistades, compañeros de trabajo o familiares.

También se encontrará con la desagradable sorpresa de que sus vacaciones actuales se parecen mucho a las del año anterior aunque sea en sitios distintos, constatación cada vez más frecuente. Porque el señuelo de la publicidad hace creer ingenuamente al consumidor que puede fundirse con el lugar visitado o perderse en lo exótico. Desafortunadamente, al llegar a su destino se encuentra con centenares o miles de consumidores como él que le recuerdan precisamente su condición de turista. Y es que el condicionamiento consumista hace imposible la búsqueda de la autenticidad, por mucho dinero que haya pagado el turista, porque esta solo se adquiere en el viaje, de un valor muy superior al turismo.

¿«Tener vacaciones» o «irse de vacaciones»?

¿De dónde salió la creencia de que el turismo es la mejor manera de pasar las vacaciones? y ¿por qué se ha convertido en norma para millones de seres humanos?

«Tener vacaciones» es un derecho por el que nuestros antepasados lucharon y nosotros deberíamos mantener. «Irse de vacaciones» es un mandato que el capitalismo impone a sus esclavos consumistas, aunque no siempre fue así. Al principio, era una práctica social reservada a la nobleza y la alta burguesía surgida de la revolución industrial. Los jóvenes de las clases adineradas viajaban para ampliar su educación antes de convertirse en representantes de su clase social.

Pero aquel viaje de los acaudalados se ha convertido en turismo de todos losdemás al extenderse entre la sociedad de consumo la esperanza de divertirse en su destino si se gasta el dinero. Se trata, como se percibe enseguida, de una «diversión» manejada por la estructura capitalista, que ha imbuido en la sociedad el valor de llegar a un destino cualquiera. Nos engañan al decirnos que era el objetivo de aquellas élites adineradas, las cuales, por cierto, hace mucho tiempo que han dejado de hacer turismo y encuentran el placer en otro tipo de actividades vedadas al común de los mortales.

¿Aventura o crónica de un destino anunciado?

El viajero sale a la aventura como Odiseo: sin esperar nada. El turista llega a lugares previamente elegidos y diseñados para él donde se encuentra con otros turistas. No aspira a la sorpresa, sino a recibir un servicio concreto. No le interesa el descubrimiento cultural ni asumir riesgos ni salir a explorar, sino a que le ordenen, como consumista que es, lo que se ha programado para él.

La estructura capitalista ha extendido la productividad  laboral a las vacaciones y quiere que sus «víctimas» (los turistas) sientan que no ha desperdiciado su dinero. Por eso, les hacen aprovechar al máximo el tiempo vacacional multiplicando sus actividades.

Ese «activismo» consumista es fruto de la sociedad a la que pertenecemos, que equipara rendimiento a dinamismo. Si en el trabajo el consumidor está ocupado 24 horas al día casi, el turista en que se convierte durante las vacaciones debe seguir ese mismo ritmo frenético, sin tiempos muertos. Lo cual, además, le permitirá a la empresa organizadora del viaje ganar mucho más dinero: alquiler de medios de transporte —bicicletas, barcas de vela, patines…—, cenas con espectáculo incluido, visitas guiadas a los lugares decididos por el organizador, compras en tiendas exclusivas para turistas…En breve: el «paquete con todo».

¿Existe la «magia» turística?

No, aunque las empresas especializadas nos vendan una imagen de emancipación y ruptura con lo cotidiano. El problema es que el consumidor no es consciente de que está atrapado en una realidad extremadamente organizada.

El indefenso turista es un agente económico más, como sus interlocutores locales, que suelen ser camareros, recepcionistas de hotel y vendedores de tiendas para turistas. Los unos para «disfrutar» y los otros para «servirles».

Los «no-lugares» del turismo

Son exactamente iguales en todo el mundo. Se trata de aeropuertos —los más emblemáticos—, puertos donde atracan los grandes cruceros, «ciudades-boutique» —para ricos— y parques temáticos. Los «no-lugares» estereotipados son puntos de reclusión de turistas para que consuman todavía más, como ocurre en los «paraísos tropicales».

Se trata de un circuito perfectamente señalizado que no nos permite «conocer» —porque no somos viajeros—, sino «reconocer» —porque somos turistas—, ya que, al final, los turistas van siempre a sitios muy iguales los unos a los otros…

¿Turismo para descubrir el mundo o para olvidarlo?

Que el lector se responda a sí mismo de forma valiente…

Pepa Úbeda

 

 

  1. Salvador Says:

    Y de paso destrozan el planeta y contaminan .

    Hay que contarle al al cuñado y presumir.

    Un coñazo

  2. Diego Escrivá Says:

    Muy acertado Pepa, una moda burguesa popularizada.

  3. Antonio Jiménez Says:

    Magnífica reflexión.
    En mi opinión sólo le ha faltado, para que fuera perfecto, mencionar el nefasto impacto del turismo sobre el medio ambiente; para mí, es una de las industrias más contaminantes y menos sostenibles que existen.

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