Amnistía Migratoria
“Nuestro sistema migratorio está roto y todo el mundo lo sabe», aseguró Obama al iniciar su segundo mandato presidencial, lo que le llevó a amnistiar a 5. Millones de inmigrantes en EE-UU. Nuestro sistema migratorio es injusto, irracional e inhumano, lo que está provocando una ola de indignación y de solidaridad que ha llevado a 600 asociaciones cívicas y organizaciones sociales, que trabajan con inmigrantes, a proponer una Iniciativa Legislativa Popular -febrero 2023- sobre la regularización extraordinaria para personas extranjeras que viven y trabajan en España para que salgan de su situación de invisibilidad, explotación laboral, desprotección legal y exclusión de servicios públicos esenciales.
La Iniciativa ha entrado en el Parlamento avalada con cerca de 700.000 firmas, y se sabe que los grandes partidos se han mostrado hostiles y no ha suscitado entusiasmo en gran parte de la población. Atrapada por el debate soberanista, la institución de la amnistía ha quedo devaluada al modo como queda la luna cada vez que miramos el dedo. Hace unos días, preguntada la población española qué le sugería la palabra AMNISTÍA, un 70 por cien la identificaba con “injusticia, desigualdad y privilegio”. Algo habremos hecho mal al pervertir una conquista de humanización: la gracia, el perdón y la hermandad universal. Sorprende que, ante la amnistía, humanistas, laicos o religiosos, se enzarcen en debates teóricos, supuestamente científicos; intercambien agravios, supuestamente morales, provoquen reacciones airadas, supuestamente constitucionales.
La existencia del don y de la gracia, del perdón y del olvido, del borrón y cuenta nueva ha cancelado la ideología del chivo expiatorio y la violencia de “quien la hace la paga”. Ciertamente la regulación de cerca de 500.000 personas indocumentadas, un tercio de ellas menores, indocumentadas que residen y trabajan actualmente en España sin cobertura legal, no es la solución sino un pequeño paso hacia la ciudadanía mundial, la colaboración internacional, la reducción del sufrimiento manifiesto y evitable. Se podrá discutir si los cambios que exigen la regulación pueden llamarse técnicamente amnistía o indulto, gracia o justicia, pero nadie podrá dudar que nos hace mejores, se concede gratuitamente, favorece a los que están peor situados, y es una medida justa, racional y profundamente ética.
1.- El sistema migratorio español es injusto porque no respeta las Declaraciones universales sobre derechos básicos y movilidad humana; la institución de la amnistía es una forma de reivindicar los derechos humanos que no están suficientemente protegidos o quedan vulnerados en el marco legal vigente. La regulación administrativa de las personas inmigrantes no es la solución a la injusticia, es sólo un pequeño avance en una justicia que está más interesada en mejorar las condiciones de vida, reales y concretas, que por identificar los esquemas ideales de justicia. La amnistía migratoria no pretende alcanzar una justicia perfecta, sino reducir el sufrimiento evidente e innecesario, aquí y ahora, mejorar las interacciones sociales y practicar la decencia de las prácticas administrativas. Una sociedad justa exige mucho más que la regulación, pero cuando no se hace lo menos, nunca se alcanza lo máximo.
Es más justo incluir a personas que viven y trabajan entre nosotros, que descartarlas por su origen territorial; es más justo crear una comunidad de iguales que mantener ciudadanos de primera y de segunda; es más justo ser miembros activos, que vivir oculto en los márgenes de la sociedad por carecer de documentación. Es de justicia que los derechos humanos, que son hoy el otro nombre de la dignidad, “se reconozcan, respeten y garantizan, según la acertada formulación de Amartya Sen, a cualquier persona en cualquier parte del mundo, con independencia de su ciudadanía, residencia, raza, clase, o comunidad”.
2.- La amnistía regulatoria es también una cuestión de racionalidad ya que el actual sistema de acceso al arraigo social, laboral y político resulta insuficiente, limitado, restrictivo, lento, burocrático y discrecional; es irracional porque perjudica a todas las partes intervinientes: pierden los ciudadanos autóctonos que son privados de los aportes económico y fiscal que beneficia al conjunto de la sociedad, pierden las personas inmigrantes que son considerados extraños e invisibles y condenados a la economía sumergida; pierden los países de origen que sufren la sangría de capital humano con la ida de los ciudadanos más audaces y creativos, y pierden los países receptores que se ven incapacitados para planificar las respuestas al no contar el medio millón de personas que usan los servicios.
Es más racional la suma positiva en la gestión de los conflictos que la funesta mentalidad de suma cero. Es más razonable que las fuerzas del orden se ocupen de los delincuentes, de las mafias organizadas, de la trata de personas, que de los indocumentados, vulnerables y desprotegidos a causa de una razón administrativa. No es razonable separar a las familias, condenar a la invisibilidad, crear zonas de oscuridad donde se refugian los sin-papeles, favorecer los guetos migratorios donde se refugian los descartados. Es una cuestión de razón pública que, cuando el reciente pacto migratorio, considerado histórico, altera las bases de la convivencia y se endurecen las condiciones migratorias, se abra un periodo de gracia. No es racional que las personas que acudieron a la Unión Europea en busca de asilo, tras años de esperar un dictamen favorable, conozcan ahora que pueden ser detenidos y repatriados por haberse visibilizado en la petición de asilo y refugio, o puedan ser retenidos en un Centro de internamiento.
No es racional que una Europa, que nació con vocación de refugio, se convierta en una fortaleza. No es racional que un demandante de asilo tenga precio y pueda ser condonado por 20.000 euros en el ejercicio de una “solidaridad flexible”. Ninguna sociedad podrá sobrevivir sobre las pirámides de sufrimientos de las personas invisibles, que no son reconocidas ni merecen ser lloradas.
3.- La amnistía administrativa en la esfera migratoria sólo es justa y racional si se vincula simultanea y decididamente a promover el derecho a no inmigrar. En el enfoque de justicia, el derecho a emigrar comporta la regulación como puerta de entrada al arraigo laboral, social y cultural, el derecho a no-emigrar exige la lucha contra las desigualdades mundiales, la cooperación internacional, el desarrollo de los países de origen de las migraciones y la construcción de un mundo único y desigual. Utilizando la imagen de Francisco en Fratelli tutti, en la amnistía migratoria bulle una doble llama: la amistad social que se despliega en cohesión social, convivencia entre iguales y regulación administrativa; y la fraternidad universal, que se despliega en un mundo único, una humanidad común, a un destino compartido. Sin ocuparse de los países de origen, la regulación, que responde al interés y al egoísmo del Norte, sería el último pillaje al Sur.
La amnistía migratoria es éticamente humana si presagia “el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social” (Fratelli tutti n, 154) Los esfuerzos por humanizar los procesos migratorios han de acreditarse ante la realidad que denuncia el premio Nobel de Literatura, el bengali Tagore (1996) : “nuestros países han sido arrastrados por el próspero Occidente detrás de su carro, ahogados por el polvo, ensordecidos por el ruido, y abrumados por la velocidad. Si alguna vez nos atrevemos a preguntar progreso hacia qué y progreso para quién, era una rasgo excéntrico y ridículamente oriental.
Recientemente, hemos comenzado a percibir una voz que nos advierte que hemos de tener en cuenta no sólo la perfección científica del carro, sino la profundidad de las fosas que surcan su camino>>. La amnistía migratoria se acreditará si contribuye a superar las fosas de desigualdad entre los países.
Joaquín García Roca
Publicado en Terra de Acogida