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El Capitalismo de la vigilancia

EL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA1

Los «señores feudales» del siglo XXI

El capitalismo actual es de tipo «policial». Está formado por empresas tecnológicas —las Big Tech y ha puesto en jaque a todos los gobiernos del planeta con tal de no pagar impuestos, a pesar de ser las que más ganan. De hecho, se han convertido en un poder paralelo al de los Estados y su control económico les permite amenazar a los gobiernos de continentes enteros. En el caso de Europa, por ejemplo, advirtieron a las autoridades comunitarias que no invertirían ni crearían puestos de trabajo si les obligaban a pagar impuestos. Se han convertido en los «señores feudales» del siglo XXI.

Objetivos de los billonarios tecnológicos

Imponer plantillas laborales «demacradas» cada vez más reducidas, practicar la evasión y la elusión fiscales para no pagar nada y aniquilar la competencia capitalista. Es decir, conseguirlo todo a partir de nada o con la menor aportación posible.

Dos ejemplos paradigmáticos son Uber —solo aporta una app y publicidad— a cambio de ganar un 25% y Airbnb, que ha superado a las cadenas hoteleras más potentes del mundo sin poseer nada, pero a cambio del mucho dinero que consigue de los propietarios de los locales que albergan a los visitantes. ¡Atención con la parte de responsabilidad negativa que nos toca a quienes contratamos los servicios de  Uber2 y Aribnb3!

Su obsesión por no pagar ningún tipo de impuestos los lleva a predecir que los gobiernos presionan a ellos primero para, a continuación, hacerlo con la clase media. Es lo que dijo Elon Musk sin que se le movieran ni un solo músculo de la cara. Su pretensión es poner a la ciudadanía en contra de sus gobiernos.

La consecuencia más grave de la actitud de estos billonarios es hundir el sistema económico del cual han partido: sin pagar impuestos, ni hay colaboración ni riqueza ni destino común ni necesidad de un gobierno con presidente incluido. Ni el mismo George Orwell hubiese sido capaz de prever en su obra de ficción 1984 lo que ocurriría casi cien años después.

El nuevo capitalismo que han impuesto —si es que podemos seguir hablando de capitalismo— recuerda a un virus tan agresivo como el de la COVID-19 y su meta, la hegemonía global a través del control absoluto de la ciudadanía planetaria mediante el conocimiento de lo que pensamos, hacemos, amamos, odiamos…

La inmensa mayoría de estos «capitalistas de la vigilancia» tienen sus centros de poder en Silicon Valley y extraen de la experiencia humana privada la materia prima que los enriquecerá hasta el infinito. ¿Se nos ha ocurrido alguna vez pensar que con nuestras firmas a change.org estamos proporcionándoles una información privilegiada acerca de nosotros? o ¿Cuántas peticiones a través de esa web han conseguido lo que se proponían? No obstante, seguimos firmando sin parar…

Asimismo, saben de nosotros todo lo que quieren gracias a nuestro uso masivo de Internet, porque cedemos nuestra privacidad a estos «piratas» opacos y sin fronteras. Saben dónde estamos, dónde vamos —cada vez que regreso a casa, mi móvil me dice los minutos que tardaré en llegar— y dónde estaremos. También lo saben todo sobre nuestros amigos y enemigos. Ciertamente, las app y los servicios online gratuitos no son regalos, sino «succiones» de datos que les proporcionamos sin permiso y  que los enriquecen todavía más.

Otro ejemplo sobre el cual reflexionar: ¿No se han preguntado nunca cómo es posible que unos minutos después de decirle a una amiga que nos gustaría comernos una paella de chorizo aparezca en nuestro teléfono móvil un listado de restaurantes donde ir a comérnosla?

En resumen, nos engañan de dos formas: cuando les entregamos datos que nos «premian» con informaciones triviales —para nosotros, no para ellos— y cuando los utilizan para personalizar y estructurar nuestro mundo de un modo en absoluto transparente.

Son auténticos maestros de la tiranía como perversión del igualitarismo porque nos consideran seres insignificantes.

Los millonarios de antes y los billonarios de ahora

Antes eran hombres, mayores y antipáticos e iban bien vestidos y fumaban puros. Ahora son billonarios o «gigacapitalistas», jóvenes, de pelo revuelto y barbudos algunos, hay alguna mujer, llevan pantalones vaqueros y sus ideologías son engañosamente democráticas: el «no seas malvado»  de Google se ganó muchas simpatías.

Sin embargo, la gente ha empezado a cogerles asco porque emplean a poca gente, odian a sindicalistas y activistas, no quieren pagar impuestos, tienen más poder que los Estados y funcionan como monopolios y oligopolios que devoran a competencia y empresas que no sean como ellos.

Dato relevante: el primer año de pandemia, el más terrible que han conocido varias generaciones humanas, vieron crecer su patrimonio en dos billones de dólares.

Se trata de un capitalismo vigilante o policial, con tanto poder que ha neutralizado la democracia mundial y ha pulverizado el equilibrio de poderes propio de esa democracia, por muy burguesa que sea.

Sin embargo, también poseen un elevado grado de estupidez, puesto que están arriesgando el propio sistema capitalista del que se nutren. Incluso el Fondo Monetario Internacional lo considera un capitalismo improductivo por la gran desigualdad que genera y porque interfiere en todas las leyes contrarias a sus intereses.

Su única «virtud» consistía en hacer creer a la gente que no contaminaban. Con todo, hoy sabemos que su derroche energético es mucho más contaminante que aviones, barcos, coches, carbón…

Afortunadamente para quienes conservan algunas células grises, la imagen naif o de surfistas californianos que tan buen resultado les dio se ha hecho trizas.

Un capitalismo encarnizado

No se trata de un capitalismo de rostro humano, puesto que es más despiadado y sádico que el británico del siglo XVIII.

Cuando ya han «succionado la sangre» de la ciudadanía mayor y la han dejado sin una sola gota, pasan a técnicas más agresivas lanzándose sobre ciudadanos cada vez más jóvenes a los que explotar. Lo hacen mediante noticias escandalosas que hacen virales para conseguir más información de futuras víctimas.

Además, consiguen uno de sus objetivos prioritarios —exterminar cualquier tipo de competencia—  mediante un marketing de enorme éxito entre clientes inconscientes: empiezan regalando productos y servicios hasta hacer desaparecer a toda la competencia del mercado. Ahí está Amazon para confirmarlo. Desplazan progresivamente a sus competidores en el mercado sin estridencias y con sigilo a través de nuestros datos y preferencias mediante  algoritmos.

Los «pilares» de los gigacapitalistas

Son la escritora de tenderete Ayn Rand, autora de El manantial, y Milton Friedman, el «padre» de la Escuela de Chicago. La primera consideraba que el egoísmo era una virtud y odiaba el altruismo, el bienestar y el comunismo. El segundo afirmaba que la única responsabilidad social de las empresas era aumentar sus beneficios.

Una figura «ejemplar» para los gigacapitalistas es el empresario Peter Thiel, cofundador del sistema de pago PayPal y miembro del consejo de administración de Facebook. Emplea a un reducido número de trabajadores, pertenece a una organización muy conservadora que se esfuerza en no pagar impuestos —cree en islas artificiales para no hacerlo— y condena la competencia capitalista. Apoya a Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y considera que libertad y democracia son incompatibles.

Estos individuos intuyen las conexiones que hay entre unos mercados y otros, aunque no tienen ni idea de en qué puede desembocar su egoísmo global. No obstante, nosotros estamos más ciegos que ellos al dejarnos atrapar por las garras de su control tecnológico.

1 La fuente de este artículo ha sido el libro de Riccardo Stagliano Gigacapitalistas (Editorial Altamarea, 2022).

2 Empresa estadounidense proveedora de movilidad como un servicio. Tiene su sede en San Francisco y opera en más de 900 áreas metropolitanas de todo el mundo. Sus servicios incluyen transporte, entrega de alimentos, entrega de paquetes, mensajería, transporte de carga, etc. Para este artículo, me interesa destacar su servicio de transporte, similar al de un taxi. Uber no posee ningún vehículo, pero recibe una comisión por cada reserva. Las tarifas se cotizan al cliente por adelantado, pero varían mediante un modelo de precios basado en la oferta y la demanda local en el momento de la reserva (Información de Wikipedia).

3 Es una compañía que ofrece una plataforma digital dedicada a la oferta de alojamientos a particulares y turísticos (alquiler vacacional) mediante la cual los anfitriones pueden publicitar y contratar el arriendo de sus propiedades con sus huéspedes. Anfitriones y huéspedes pueden valorarse mutuamente como referencia para futuros usuarios. El nombre es un acrónimo de airbed and breakfast. Tiene una oferta de dos millones de propiedades en 192 países y 33.000 ciudades. Desde su creación (2008) hasta junio de 2012, se realizaron 10 millones de reservas (Información de Wikipedia).

En la actualidad, son muchísimas más reservas y están hundiendo el mercado de alquileres de la mayoría de ciudades del planeta. Por supuesto, no es propietaria de ninguna de las propiedades que ofrece y no paga ningún tipo de gasto.

Pepa Úbeda

 

 

  1. Rosa Kochubey Says:

    Un tema muy novedoso y yo diría escalofriante. Bravo por levantar esta ampolla. Es peligrosisimo. A difundir el articulo…gracias.

  2. Salud Piera Alberola Says:

    Excelente comenrario. Ojalá se difunda para bien de todos y todas

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