Querida profesora, siempre rumbo a Ítaca
En esa penúltima semana de noviembre del pasado año 2023, regresaba a casa después de haber permanecido unos días de viaje consultando varios archivos a la búsqueda de documentación para alguno de mis proyectos de estudios históricos. Ya de noche, hojeando y leyendo por encima los atrasados periódicos de mis jornadas de ausencia, la vi. Allí estaba el negrísimo rectángulo fúnebre. Era el diario Levante-El Mercantil Valenciano. No podía ser, fue un fuerte golpe emocional. Y sin embargo la esquela mortuoria informaba de aquel fallecimiento: «Doña Rafaela Grau Rodríguez. Que falleció en Valencia el día 21 de noviembre de 2023 a los 84 años de edad». Instantáneamente la memoria se deslizó hacia el pasado, aquellos años de la adolescencia y primera juventud en el Instituto Luis Vives de Valencia.
Fui alumno suyo, de Lengua Española en 4º de bachillerato, y de Historia de la Literatura española y universal en 6º. Pero decir esto, así, puede parecer casi una cuestión administrativa. Y era algo más extraordinario. Aquella profesora tenía luz. Ella era entonces también muy joven. He sabido recientemente, al documentarme mejor para hilvanar mis recuerdos, que tenía 28 y 30 años en aquellos dos cursos. Su presencia, su voz, la tranquila pasión que transmitía en su atracción por los libros, por la Literatura, por la Historia, me marcó. Me ofreció claridad y contagió entusiasmo para querer acercarme todavía más a los libros.
Cuando observamos las fotografías de nuestras vidas, desde niños, jóvenes, la madurez, la etapa de llevar ya mucha mayor mochila histórica que camino por recorrer, hemos de ser honestos y pensar que esas vidas no han venido por generación espontánea. Sino que existe un hilo conductor en ellas. Así lo creo y lo pienso. Gente que nos ha criado, educado, cuidado y formado como personas a lo largo de todo ese itinerario. Somos como un puzle de tantas mujeres y hombres que nos han situado donde estamos. Dª Rafaela es una pieza importante en la formación de mi vida intelectual. Así se puede empezar a entender mi fuerte conmoción al ver aquella esquela que informaba de la obscena muerte.
Me hubiera encantado haberla podido localizar mucho antes de ese final, y conversar con ella, volverla a escuchar de nuevo, seguro que todavía más sabia. Pero no ha podido ser. He intentado, en los días posteriores a leer aquella noticia, averiguar más de aquella luz que nos iluminó en el Instituto. He conocido que fue hija única de un matrimonio formado por una madre maestra y un padre autodidacta, buenos lectores. Su padre fue un republicano y secretario del Partido Sindicalista en su pueblo de Alboraya. Y por ese progresismo moderado pagó, al terminar la guerra civil, ante un consejo de guerra sumarísimo de urgencia con una pena de dos años de prisión menor por un delito de «auxilio a la rebelión». Nuevamente nos encontramos con una prueba más del cinismo del retorcimiento de la «justicia» (sic) franquista. Tuvo que pasar un tiempo en las cárceles de la dictadura, hasta salir en libertad condicional el 16 de diciembre de 1940. Y luego seguir trabajando y formándose como agente comercial de seguros. Estas coordenadas familiares coadyuvarían al amor por los libros de nuestra profesora y a su nítida actitud progresista.
Después de cursar todo su bachillerato en el Instituto S. Vicente Ferrer, de Valencia, accedió a la Universidad para seguir y superar de manera brillante los cursos de la carrera de Filosofía y Letras, y la especialidad de Historia. Culminando con la máxima calificación su examen de grado de la licenciatura citada el 24 octubre 1962. También realizó los cursillos monográficos del doctorado, aunque no tenemos constancia de que finalmente desarrollase y presentase la tesis doctoral. Pero hemos conocido un bello artículo suyo titulado El reformismo del siglo XVIII y las luchas internas en la Universidad de Valencia, que fue publicado en la revista de la Universidad de Valencia, Saitabi” nº 12 del año 1962.
Su dilatado período como docente se extendería en el Instituto Luis Vives desde el 01/05/1964 hasta el 30/09/1979, y luego en el Instituto S. Vicente Ferrer desde el 01/10/1979 hasta el 31/08/2007, cuando se jubilaría. Habiendo alcanzado la condición académica de catedrática el 30/11/1993 por concurso de méritos. Uno de sus maestros preferidos e influyentes en la Universidad fue el profesor Joan Reglà (no perderse su libro pionero Comprendre el món. Reflexions d´un historiador), que fue Decano de Filosofía y Letras en València.
Supo conectar muy bien, con todo ese bagaje formativo, Dª Rafaela Grau, en sus inicios como docente, con la entonces catedrática de Lengua y Literatura españolas la veterana Dª Carola Reig Salvá. Les uniría una buena amistad. Con su formación humana e intelectual, aquí brevemente apuntada, ¿cómo no iba a deslumbrar a aquel jovencillo que era yo y que ahora la recuerda? Podríamos citar sus recomendaciones de los clásicos castellanos, nombrarnos y hablar de los grandes de la literatura universal. Su pasión por el teatro, que me llevó a ser un seguidor de aquel programa de la TVE Estudio 1. Su gusto por las actuaciones de la cantante María Dolores Pradera, que visto en retrospectiva podría ser un reconocimiento a la mujer «empoderada» en su profesión que estaba demostrando ‘La Pradera’. Nos confesó un familiar muy cercano de Dª Rafaela que sus últimos 2/3 años de vida fueron de suma tristeza por el acecho al que la sometió el «alzhéimer» cabalgando hacia los jardines del olvido. Queremos y debemos pensar que antes se había vaciado humana e intelectualmente con sus alumnos y alumnas a lo largo de tantos años como enseñante.
Al evocar ahora su presencia luminosa, continuamente me vienen al pensamiento los maravillosos versos de Cavafis en su poema Ítaca:
«Al emprender el viaje a Ítaca/ Desea que el camino sea largo, / Lleno de peripecias, lleno de saberes. / Que sean muchas las mañanas de verano/ En las que, con qué regocijo, con qué gozo, / Llegues a puertos vistos por primera vez. / Y aprende y aprende de todos los que saben. / Pero en la mente siempre ten a Ítaca, / Porque llegar allí es tu objetivo. / Mas no apresures en nada tu viaje. / Mejor que dure muchos, muchos años, / Y eches el ancla viejo ya en la isla, / Que Ítaca te ha dado el viaje hermoso. / Sin ella no emprendieras el camino. /…»
Como despedida, solamente añadiremos en esta plegaria cívica: Agradecimiento eterno, querida Profesora Dª Rafaela, por la fascinación al mostrarnos ese inmarcesible mundo de las letras, abriendo su pasaje siempre rumbo a Ítaca.
Buenaventura Navarro
Publicado en Levante.emv