Max Aub – “La gallina ciega”
Libro : “La gallina ciega”
Autor: Max Aub
Editorial: Alba Editorial (B. del exilio). Año: 1995.
Max Aub fue un escritor español de origen judío, nacido en París en 1903 y muerto en México en 1973.
Su obra literaria es prolija y variada. Autor de teatro, ensayo y novela, cultivó muchos estilos y se considera por toda su dimensión la obra de un escritor testigo de su tiempo y comprometido con los ideales que inspiraron la defensa de los valores democráticos. Vivió una vida comprometida ideológicamente con el PSOE desde 1929, defendiendo siempre los valores democráticos representados por la II República a los que estuvo siempre vinculado incluyendo los años que tuvo que pasar en México, fruto del exilio al que le condenó el desenlace de la guerra civil.
Su producción literaria y su figura constituyen un comprometido testimonio como fiel testigo histórico de su tiempo. Su producción se prolonga hasta nuestros días, fruto del trabajo divulgativo de la Fundación que lleva su nombre ubicada en Segorbe. Se considera un escritor unido a Valencia, lugar a donde su familia, de padre alemán y madre francesa, estableció su asentamiento y donde el autor estudió el Bachillerato.
En el caso de esta obra asistimos a una narración próxima a su fallecimiento en 1973. En realidad es un diario aunque puede leerse como una novela. Inició el relato en 1969 y fue publicada en México en Diciembre de 1971. Su testimonio se inicia con una visita a España en 1969, la primera de las dos que realizó con visado para tres meses. Llega a España como ciudadano exiliado de origen español, con pasaporte mexicano, que después de varias denegaciones, finalmente adquiere del permiso de visita. Vino para documentar una obra pendiente de escribir sobre Luis Buñuel, el cineasta español exiliado también en tierras americanas, en ese desfile interminable de intelectuales y escritores que vivieron la diáspora de la guerra civil.
Llegó un 23 de Agosto de 1969 al aeropuerto del Prat en Barcelona. Le espera su sobrino.Viaje a Cadaqués, donde le esperan Carmen Barcells, la editora y algunos anfitriones. El contraste con la realidad que dejó treinta años atrás fue mucho mayor de lo que esperaba y lo que le contaron los amigos . Era un país tan cambiado, tan diferente al que había vivido, que le costó reconocerlo. Su presencia se expresa con esa extraña e irónica lucidez. “Soy un turista al revés, vengo a visitar un país que no existe”. En sus primeros contactos con la prensa cuando le requirieron, dijo” He venido pero no he vuelto”. El viaje le permitió volver a pasear por Las Ramblas, percibir el empuje del turismo, el desarrollismo implantado por el régimen del Plan de Desarrollo del 59, y las huellas del franquismo escritas en los 25 años de Paz, en donde la bandera distintiva del Régimen era el nulo o escaso interés por la cultura. Tuvo que matar la memoria para no establecer comparaciones.
No solo fue un abismo la impregnación inmediata y epitelial de su visión sobre el vacío, la mediocridad y la decadencia intelectual y moral del país. El proceso de convicción acabó cristalizando en un campo de sombras, cuando no en la ardiente oscuridad. Los encuentros con Carlos Barral, Luis Romero o con Gil de Biedma y con otros intelectuales y escritores catalanes le corroboraron la percepción inicial. Continuó camino después por Aragón, visitando algunos enclaves relacionados con Buñuel, como Calanda, el pueblo admirado del cineasta.
También pudo visitar, y a sí lo relata en el diario, su vieja ciudad de Valencia, donde estudió, la casa donde vivió en la calle Almirante Cadarso, llegando a interesarse por algunos recuerdos entre los cuales estaba su cuidada biblioteca. Al final los libros fueron encontrados en un sótano de la Universidad. El rector, Barcía Goyanes accedió a restituirselos y el autor acabó por donarlos a su sobrino, abogado residente en la ciudad. Visitó Las Arenas y la Malvarrosa, entornos que disfrutó durante los años de juventud.
También logró entrevistarse con algunos de sus viejos amigos y escritores de la época republicana como Juan Gil Albert y Fernando Dicenta.
Las revistas “Ínsula” y los “Papeles de Sor Amadans”, esta última pilotada por Camilo José Cela, fueron sus puntos de conexión literaria con España desde el exilio mexicano: Pero constató en el viaje por España la nula difusión interior y por tanto, su escaso anclaje como escritor reconocido. Sus publicaciones fueron prohibidas por la censura franquista y su obra abandonada,
En su visita a Madrid departió con Dámaso Alonso , Vicente Aleixandre a quien visitó en su casa de Velintonia 3, lugar de peregrinaje de amigos y escritores de la postguerra. Tambíén pudo acercarse y conocer los accidentados y denodados intentos de Adolfo Marsillach, Nuria Espert y Fernado Fernán Gómez por introducir en los escenarios obras teatrales con enjundia frente a las obras intrascendentes de los afines al Régimen, como Alfonso Paso o Alfredo Marquerie y otros autores dóciles y serviles al poder político imperante.
“La gallina ciega” es una obra que podría enmarcarse en el “Laberinto Mágico”, su compendio de la visión de España, en este caso, como un fundido a negro provocado por el nuevo regimen político surgido de 1939. Segun el autor debería llevar el título de “Campo de Sombras” o “Campo oscuro”, por el estado en el que encontró la España de finales de los sesenta.
El año 1969 después de los acontecimientos del Mayo francés del 68 habían quedado suspendidas en el espacio unas luminarias sobre las que desarrollar nuevos espacios políticos. Sus consecuencias se difundieron a otros países. Aunque de manera tamizada, también llegaron a España. Sus brasas tardaron en llegar pero prendieron en la Universidad, alimentando el fuego de la oposición. Era un año sujeto a convulsiones. Había arrancado en Enero con el asesinado de Enrique Ruano, el estudiante de la Universidad Complutense, defenestrado por la policia desde una ventana de su domicilio y maquillado por el Régimen franquista como un accidente. Los acontecimientos del verano con la invasión de Praga en 1968 por los carros sovieticos también habían agitado a la oposición comunista. Mientras tanto la lucha entre el Opus Dei y la Falange habían alimentado la rivalidad interna del poder, aflorando el caso Matesa como un ejemplo de lo que subyacia de manera subterránea en el lecho de régimen político. En este escenario, el viaje de Max Aub a España y su diario constituye un vademecum, una crónica histórica de la situación y una reflexión sobre lo vivido y encontrado. Constituye en si mismo una valoración de los restos del naufragio, destilando en su relato la amargura de una visión pesimista en el futuro. A ojos del autor era muy alto el costo de la reputación perdida.
Aún pudo verificar el escaso interés de la juventud y el desconocimiento del exilio en una libreria, de Valencia, donde pudo comprobar el borrado de la historia y el nuevo relato sobreimpreso que había efectuado el franquismo para sustentar su propia existencia. Los ideales de la juventud estaban suspendidos bajo un amplio vacío solo relleno de banalidad y de profundas carencias. El autor recordó que se marchó de España en la treintena y volvió en el 1969 con 63 años. Y le recordaron que no tenían las mas mínimas referencias en las que apoyarse. El salto le resultó insalvable. Era otra generación y otros intereses.
Antes de marchar pudo comprobar a través de algunas polémicas en prensa la amargura de comprobar la cantidad de bocas encontradas y agradecidas sujetas al poder político. Conoció a Emilio Romero como máximo exponente al servicio del régimen.Tuvo que soportar sus invectivas en una columna referida al “El gallo en corral ajeno”. Una despedida despectiva y despótica.
Volvió a México herido por el silencio y el olvido dominante, muriendo en México en 1972, sin lograr que sus obras se reconocieran y que las libertades fueran restituidas. Solo a la llegada la democracia se pudieron conocer sus obras. Ni siquiera este diario convertido en retrato moral y estético del ambiente imperante con forma de novela pudo ver la luz en su tiempo. También tuvo que esperar a otro momento. Todos los españoles tuvimos que esperar la muerte del fundador del régimen de 1939, para acceder a sus páginas y para que las libertades civiles y políticas ocuparan el sitio que les correspondían.
Pedro LIébana Collado