El “Infierno” también se vive en tierras valencianas
Sé que hay muchos conflictos graves en el mundo, y siempre procuro hacer una mirada más allá de nuestro territorio: guerras, migraciones, hambre, pobreza, …
Pero permitan que hoy baje mis ojos al alrededor que estamos viviendo en mi Comunidad Valenciana, porque aquí también está el infierno.
Si para llegar al Paraíso hay que pasar por el infierno, como señaló Dante Alighieri en su “Divina Comedia”, puedo asegurar que aquí hay mucha gente que debería ir directamente al paraíso. Sin embargo, queda un largo camino de purgatorio. Ninguno tenía necesidad de tal castigo.
Lo que se está viviendo en las poblaciones valencianas afectadas por la DANA es un auténtico infierno. Si los que no estamos afectados, todavía estamos en shock y no paramos de llorar, ¿qué ocurre con los que sufren allí todo el barro, el miedo, el horror, los robos, las pérdidas? No tienen ni tiempo para llorar porque con sobrevivir dentro de esa pesadilla ya tienen bastante.
Hay muchísimos fallecidos, y aún quedan muchos desaparecidos que cada día que pasa su vida es más incierta. ¿Cómo seguir pensando en los familiares que quedan sepultados bajo toneladas de barro? Los vivos lo han perdido prácticamente todo: casas, coches, negocios, infraestructuras sociales…. Han estado días sin luz, sin agua, sin conexión al exterior, sin alimentos, sin agua, …
Ahora viene la segunda parte: olores, infecciones, posibles contagios.
Y, pasado mañana o pasados muchos más días, vendrá la difícil vuelta a una normalidad que ya nunca existirá. ¿Cómo irán a trabajar sin transporte, cómo pagarán sus facturas, cómo recuperarán sus casas? Eso sin imaginar que ya no les quedan recuerdos sobre los que soñar.
El infierno comenzó cuando no se avisó a tiempo a la población civil, una alerta roja que llegó a los móviles cuando el agua había inundado ya muchas casas; siguió cuando el presidente valenciano, Carlos Mazón, tomó el mando tal y como le corresponde por nuestra competencia autonómica; se complicó por la descoordinación y la incompetencia, porque a Mazón esto le ha venido lamentablemente muy grande.
Vista la situación ahora, el gobierno central debería haberle quitado el mando al presidente autonómico, pero los valencianos hubiéramos sido los primeros en considerarnos “menores de edad” e incapaces de dirigir nuestra autonomía. Se habría acusado al gobierno central de “dictador” como ya pasó en la pandemia; de imponer su gobierno por encima de la autonomía, y Feijóo hubiera presentado una denuncia como ya hizo en su momento (la hipocresía es tan grande que no le cabe en todo un infierno). Seguramente, Sánchez no lo hizo para no desautorizar, pero hoy se ve de forma diferente: la incompetencia de la Generalitat Valenciana debía haber sido anulada, pese a las críticas que seguro que hubieran llegado.
A todos los comentaristas que les puede más el odio y la rabia contra Sánchez que la razón legislativa y competencial, deberían ser más prudentes y pensar si realmente tenemos un Estado de las Autonomías con sus competencias, y si creen en ello, o si lo que hacemos es ponerles palos en su funcionamiento. Seguramente les puede tanto la rabia que da igual lo que se haga que solo habrá siempre un culpable: Pedro Sánchez.
Sin embargo, sea de quien sea la negligencia, lo cierto es que la ciudadanía lo está pasando muy mal, y ha recibido tarde la ayuda y descoordinada. Claro que se sienten abandonados y no escuchados, claro que están hartos de que los días pasen y los escombros y el barro sigan allí, claro que la frustración la tienen en todos los poros del cuerpo, claro que siguen viviendo en el miedo y el horror.
Lo hemos visto además con la llamada “institucional” a los voluntarios, a los que han llevado en autobuses sin ningún criterio, haciéndoles perder el tiempo.
En conclusión: una parte del Estado ha fallado, como bien dice el periodista Salva Enguix. Porque los alcaldes y alcaldesas han estado ahí, porque la Universitat de Valencia fue rápida en actuar, porque los servicios de emergencia y alertas cumplen su función (aunque los quieran culpabilizar). Pero, sea por A o por B, la Generalitat y el Gobierno central no han estado a la altura de lo que se necesitaba.
Dentro del infierno, resurgen los demonios con su maldad y con su torpeza.
Los primeros, los neonazis y la ultraderecha que alimentan el odio y la indignación, que incendian unos ánimos justificadamente caldeados; los segundos demonios son los bulos intencionados que me cuesta entender qué pretenden, ¿por qué buscan el miedo de la gente y la permanente intoxicación?
El tercero de ellos han sido los saqueadores, los que han robado tiendas de joyerías, de deportes, de negocios para hundir más en la miseria al género humano. ¡Qué indignación!
El demonio de la incompetencia lo adjudicamos al presidente valenciano, Carlos Mazón, quien ha demostrado ser tan incompetente como negligente. Ahora añade la mentira y la tergiversación para echar la culpa a otros como la UME o Aemet, con tal de no asumir su responsabilidad: la estrategia del ventilador. Y, una semana después, en vez de dimitir o ceder su competencia al Estado central, hace una huida hacia adelante sin asumir ni el mínimo reconocimiento de culpa ni pedir perdón. En una comparecencia sin preguntas, se atrinchera en su cuartel general, pero desobedece a Feijóo y no suelta el mando. Seguramente si no tuviera detrás a Feijóo, no hubiera roto la imagen de consenso político que se estaba exhibiendo y que tanta falta hace.
Un pellizco se lleva el gobierno central que, en esta ocasión, se ha ocupado más de cumplir con las competencias que de socorrer la emergencia.
El demonio principal lo reservaremos para Feijóo y su papel en esta sangrante “comedia”. Realizó unas miserables declaraciones cuando vino a Valencia para arrogarse una autoridad que no tiene; y lo vuelve a hacer cuando ahora determina que se declare el estado de emergencia prescindiendo de Mazón, y además actuando como “presidente” de los presidentes autonómicos del PP. Perdón, usted solo es líder de la oposición y no tiene ni mando ni gestión; y el PP no manda sobre presidentes autonómicos legítimamente elegidos que deben representar a toda la ciudadanía y no solo a usted y su carnet. Su responsabilidad era haber sido leal en esta tragedia desde el minuto cero. Su obligación no era reclamar la atención, “mírenme a mí”, sino ponerse a disposición del gobierno para lo que fuera necesario.
Pero, sobre todo, la maldad de su papel como político lo encarna cuando pretende sacar rédito del barro, del miedo, del horror, del sufrimiento, de las víctimas, sin ningún tipo de rubor ni de humildad.
Porque eso obliga que al final todos entremos en el barro y nos lancemos la basura, como ocurrió el otro día en Paiporta. Si usted juega sucio, obliga a que tengamos que denunciar también la maldad de sus actos, su ignominia en esta situación de caos y horror. Porque esto no son diferencias ideológicas o posiciones políticas diferentes, lo que usted ha iniciado y espera que le salga bien es la bajada a los infiernos de la política española.
Afortunadamente los ángeles aparecen para sobrellevar la travesía: los voluntarios. La ciudadanía civil que está desde el primer momento. Y, sobre todo, los jóvenes: miles de jóvenes construyendo la esperanza de nuestra tierra.
Los jóvenes han sido y son los rostros que representarán ayer, hoy y mañana la solidaridad del ser humano.
Ana Noguera