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José A.Ríos Carratalá – “Nos vemos en Chicote”

“Nos vemos en Chicote”

Autor:José A.Ríos Carratalá

Editorial: Renacimiento.(Los cuatro vientos). Año: 2015

José A.Ríos Carraralá es un catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante que ha comprometido buena parte de su obra a recoger con notable éxito testimonios de memoria histórica y literatura. Algunos de ellos le han generado no pocos sinsabores, incluso después de más de 40 años de iniciadas la primeras elecciones democráticas de 1977. En uno de ellos tuvo que hacer frente al debate entre el derecho de la historiografia a citar nombres y el derecho a la imagen enarbolada por los denunciantes y sus familiares.

En este caso el ensayo Nos vemos en Chicote constituye un profundo trabajo de análisis de la realidad represiva del régimen franquista en los años posteriores a 1939 en el mundo del periodismo, las letras y los intelectuales comprometidos con la II República Española.

Con un estilo irónico e incluso, en ocasiones, deliberadamente retórico, sus dardos van dirigidos a desmenuzar el papel del Juzgado Especial de Prensa sito en el Palacio de la Prensa de Madrid, en la plaza del Callao nº 4, siendo el encargado de reprimir a los desafectos al nuevo régimen militar de 1939 dentro de ese amplio sector de las letras de la época republicana, singularemente de los periodistas. Sus actuaciones fueron la consecuencia de reclutar en tareas represivas abogados y jueces recien iniciada su vida laboral. Este personaje estuvo ejerciendo su labor desde 1939 a 1941, momentos en los que se condensan la mayor cantidad de actos reprimidos con enjuiciamientos sin garantías procesales ni oportunidad de defensa.

El proceso represivo mas sangriento se moduló en número y en sentencias de muerte después de que los aliados triunfaran en 1945. El tribunal funcionó en el mismo edificio donde ejercía sus funciones La Asociación de la Prensa, organismo cuyo director en 1939 Javier Bueno fue fusilado.Era un periodista ligado a la prensa socialista. La Asociación de la Prensa fue el órgano que editó durante muchos años La hoja del lunes órgano al servicio de Régimen, y lugar desde donde se ejercicia influencia sobre los periodistas en su vida laboral. El autor para ello ha llevado a cabo una amplia indagación en diversos archivos sobre los miembros que perteneciendo al Cuerpo Jurídico Militar de entonces tuvieron la encomienda de depurar las responsabilidades de aquellos más comprometidos con el régimen político democrático anterior a 1939.

No fue una labor de instrucción menor porque muchas de las sentencias dictadas acabaron por conducir a la pena de muerte, o a largas penas de prisión. La más ligera acabó siendo de 12 años. Era muy frecuente que para hacer méritos, estos sujetos que instruían los expedientes judiciales dispararan sus sentencias por alto para adquirir mayor predicamento entre sus superiores, y así se vieran beneficiadas su carreras después. Muchos de ellos o bien siguieron sus carreras judiciales, o bien pasaron a destinos bien remunerados en la administración civil o una notaria, mejorando con ello su estatus económico y social durante décadas. Carlos Arias Navarro, juez de este colectivo, ocupó cargos importantes en el régimen de Franco llegando a ser alcalde de Madrid y Presidente de Gobierno en 1975, a la muerte de éste. Algunos de los jueces del Tribunal de Orden Público (TOP) que se encargaron de la represión después de 1963, pasaron a ocupar en la democracia sillones importantes dentro de la cúpula de los tribunales o en la cúpula del Poder Judicial.

Este estudio sobre la banalidad del mal, la memoria histórica y el humor pivota sustancialmente sobre dos figuras claves, el presidente de dicha sala, Manuel Martínez Gargallo y su lugarteniente, el fiscal Juan Pérez de la Ossa, que tuvieron un pasado judicial escaso pero de hondas raíces ultraderechistas. Ambos tuvieronen destinos irrelevantes durante el período republicano.

En el caso de Martínez Gargallo coincide su formación jurídica con su pasión por el humor y el dibujo. Fue humorista de la generación del 27, siendo el animador de la revista Buen humor. Este personaje aficionado a la ironía y la burla fue el máximo exponente represivo entre sus propios compañeros de oficio. Algunos de ellos después de cumplir largos años de condena trabajaron con su amigo, el falangista Álvaro de la Iglesia (La codorniz). Otros en cambio como Eduardo de Guzmán, de perfil anarquista y periodista de diversos órganos libertarios, después de salvar la piel sin ser ajusticiado como otros que corrieron peor suerte, tuvieron que ganarse la vida escribiendo novelas del oeste con pseudónimo (Ed.Goodman) y malviviendo en diversos medios, haciendo traducciones, trabajando como negros al servicio de otros y publicando bajo nombre falso. Ríos Carratala cuenta como en el caso de Eduardo Haro Teclen, su padre fue condenado por este sujeto.No tuvo detalles de las circunstancias que envolvieron su condena hasta mucho más tarde, lo que le influyó mucho al enterarse. Muchas de estas circunstancias quedaran sepultadas en el olvido incluso entre los familiares. El caso de Pedro Urraca, policía franquista, condenado en Francia por colaboracionismo con los nazis en la ocupación de Francia y protegido por el régimen franquista. Su pasado ha quedado en oculto en los archivos y ni siquiera su familia supo el alcance su implicación en el genocido de los ciudadanos judíos en Francia. Se han conocido detalles a través de su nieta Loreto Urraca, al publicar muchos detalles de su perfil represor en libro titulado Entre hienas.

El autor de este ensayo especifica muchos detalles de las influencias de todos estos sujetos en el mundo de la judicatura y la policía no solo en los tiempos de la Dictadura, sino que prolongaron la sombra de su influencia en la democracia. El relato se detiene en el entorno de estos personajes, la mayoría formada por elementos muy ligados a lo que entonces se llamaban los señoritos del café Europa, lugar de sus encuentros. Dentro del régimen republicano ninguno tuvo que descender al arroyo del resto de los mortales, como el periodista César González Ruano y los autores teatrales y críticos literarios como Alfredo Marquerie, Enrique Jardiel Poncela y Edgar Neville que configuraron la pléyade de escritores afines al nuevo régimen y que gozaron de condiciones bastantes favorables desde la cuna. Eran un grupo de amigos y conocidos también afines al diario Debate, órgano de inspiración eclesiástica del período republicano. Se caracterizaron por confrontar desde 1931 con el Frente Popular. Constituyeron después el núcleo inspirador y molde de la Escuela de Periodismo que se instauró a partir de 1941. Esta escuela fue durante muchos años el vivero de periodistas del régimen franquista.

El caso de César González Ruano es otro personaje de perfil netamente comprometido con el franquismo. Periodista de fina pluma del diario ABC. Fue corresponsal en Roma, Berlín y posteriormente en el París de la ocupación. Nunca fue procesado por sus fechorías en esos lugares, y gozó de fortuna, popularidad y renombre no solo en Café Gijón, sino en el círculo de los periódicos del Régimen para los que estuvo siempre disponible. Incluso su sombra se prolongó con la ayuda de una famosa compañía de seguros, como patrocinadora de los Premios de periodismo que llevaban su nombre durante el Régimen. Hasta que alguien hizo saber que su comportamiento no era tan ejemplar como se publicaba, y aportó pruebas de sus andanzas cuando era corresponsal al otro lado de los Pirineos, en los años de la Europa dominada por las dictaduras. En el caso de Cita con el pasado, el propio periodísta dejó como legado datos de la refinada vida que llevó (léase a costa de otros), incluso sus confidencias en el Café Gijón, o en el Teide, último lugar de retirada de sus cuitas.

Ríos Carratalá en este texto se despacha con ironía el entorno de este mundillo que como un tíovivo que circuló en el entorno de Chicote. En ese tiempo este café fue durante aquel tiempo el emblema del franquismo. En sus locales circulaban señores del régimen con posibles, a la busqueda de señoras de compañía, se mediaba en el estraperlo entre sus mesas, o simplemente penicilina producto vedado al gran público. Sus protagonistas gozaron de impunidad y quedaron en el olvido. Sus fechorías y sus nombres fueron destruídos u ocultos por un tupido velo.

Pedro Liébana Collado

 

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