Carlos Mazón: ¿Truco o trato?
Sigo confiando en la política como cuando de adolescente, el año del intento de golpe de Estado, decidí que era el mejor instrumento para una gestión eficaz y una convivencia pacífica.
Aunque he de reconocer que los intentos por embrutecerla que estamos viviendo son permanentes y violentos.
Decía Platón, desde su razón idealista, que debían ser los sabios quienes gobernaran porque eran los mejor preparados, no por la especialización técnica sino por su visión holista, humanista y justa. Con mayor realismo, Aristóteles se centró más en las intenciones del o los gobernantes y, sobre todo, en sus virtudes. Una persona no podía ser un buen gobernante si era una mala persona; ética y política de la mano. Es un aprendizaje de las virtudes, una formación continua, un permanente esfuerzo racional por ser y actuar mejor.
No me tachen de ingenua porque siga defendiendo la necesidad de trabajar nuestras virtudes cívicas. Lo creo profundamente.
Por eso, denuncio que los comportamientos políticos que estamos observando en nuestras democracias liberales son anormales, impropios de la condición política y alejados del mandato democrático.
Mentir, eludir responsabilidades, enfangar la convivencia, ensuciar los debates públicos, engañar de forma consciente, aferrarse al cargo, ser deshonesto, no sentir vergüenza propia, cerrar filas con los tuyos defendiendo antes la falsedad que la verdad, proteger al pecador (ya no digamos al delincuente por omisión) … no es propio de la Política. Es sencillamente ser malas personas y eso les incapacita ya para ser gobernantes.
Porque en la democracia, la elección de nuestros representantes debe ir acorde, no solo al conocimiento y voluntad de trabajo, sino a la honestidad como personas. El problema es que la bondad del sistema democrático permite la libre participación política y la libre elección, lo que hace difícil separar el grano de la paja, al honesto del mafioso, al buen gestor del sinvergüenza, al sincero del mentiroso, al competente del inútil.
En esas estamos cuando llegó Carlos Mazón con su delirante intervención en las Corts Valencianes. Sin un ápice de empatía, ninguna humanidad, ninguna emoción, mucha menos humildad, su intervención fue el manual de lo que hace un mal gobernante y, por ende, una mala persona.
Lo escuché atónita, sin dar crédito a lo que decía, y que ya tantos analistas han comentado. Pensé que nunca antes había escuchado tal sarta de mentiras y una actitud tan zafia.
Pero hay que tener solo un poquito de memoria para recordar que fue la misma actitud arrogante de Aznar cuando la guerra de Irak hablando de la destrucción de armas
masivas, la misma actitud deshonesta del exministro Ángel Acebes desviando la atención del mayor atentado en España el 11-M, la misma frialdad irónica de Rodrigo Rato cuando la fusión de bancos y la tomadura de pelo a los españoles mientras nos robaba, la misma actitud chulesca de Isabel D. Ayuso hablando de los muertos en residencias durante la pandemia, o la misma actitud soberbia y despreciativa el exconseller Juan Cotino con el accidente del metro en Valencia mientras su familia ha terminado en el banquillo por negocios ilícitos.
Una vez más, el PP ha actuado de forma antidemocrática, antisistema, con la mentira y la manipulación, siendo hoy Feijóo el director de una orquesta de malas personas, que
prefieren que siga al frente del gobierno valenciano la incapacidad de Carlos Mazón porque, con un poco de suerte, el tiempo pasa, la gente se cansa, la memoria es débil, se puede utilizar para generar confusión y hechos alternativos (como nos enseñó Donald Trump), y a lo mejor se cambian las tornas hasta en Europa donde estas maniobras pueden servir también para que la ultraderecha saque cabeza.
Solo es cuestión de mentir y resistir, de manipular y aguantar, de todos a una contra la verdad.
Ahora, Carlos Mazón ofrece truco o trato. En vez de dar cuentas de su pésima gestión, lo hará en futurible respecto a la recuperación. Por cuatro razones: primera, para ganar tiempo y que todo pase; dos, porque si llega el dinero del gobierno central (aquí, el gobierno valenciano está escurriendo su obligación) se lo apuntará, y si no sale bien, es que Pedro Sánchez nunca mandó suficiente; tres, porque al frente pone a un militar para que así haga gestión, “y no política” (del que no tengo ninguna duda de su capacidad). Si lo hace bien, tendremos que pensar para qué necesitamos políticos, si lo hace regular, será porque ni siquiera el ejército ha sabido hacerlo. Y cuarta, no menos descartable, llegará mucho dinero para la reconstrucción, y por qué no puede servir para volver a adjudicar a los amigos, a las empresas afines, a los familiares que financian, a “los nuestros” como buenos Al Capone.
No se crean que soy perversa con esta afirmación, es que estoy cansada de verla en la Comunitat Valenciana cuando gobierna el PP; pregunten si no a Zaplana, Camps, Rafa Blasco, familia Cotino, etc. y etc. Una advertencia: nadie está salvo de la corrupción ni del pecado, ni de derechas ni de izquierdas, ni ateos ni creyentes, lo que cambia es la actitud del grupo al que se pertenece: protegerlo o denunciarlo.
Por último, lo que ya me ha parecido escatológico en boca de un representante político que pretende ser presidente de gobierno han sido las palabras de Feijóo. “Es una buena decisión nombrar a un militar porque él no viene a hacer política”. ¿En serio, Sr. Feijóo? ¿Hacer política en democracia es malo?
Creo que la maldad la tiene instalada en su cabeza desde la raíz hasta cada poro que supura, por lo que entiende que la política es nefasta. Me recuerda a Francisco Franco, dictador de España, cuando advertía a los españoles que “no entraran en política”. Igual, igual que hoy el señor Feijóo que está provocando la desafección y la falta de credibilidad en la democracia y en la acción política, porque, sin vigilancia ciudadana ni mediática, al PP le irá mejor. No quiero terminar sin pedir perdón por mi crítica aguda a los miles de votantes del PP, entre los que tengo muchos amigos, que votan convencidos y sinceros a una opción política conservadora democrática.
Tienen, no solo el derecho legítimo, sino también razones para ello. Y la sociedad en la que yo creo es la que se construye entre nuestro diálogo y el de otros muchos, en la suma de visiones plurales y contrapuestas, pero desde la honestidad. Porque estos ciudadanos tienen mucho que aportar, muchos ayudaron solidariamente en los pueblos afectados, sin mirar carnet ni color político, nadie preguntó a quién votas o en quién crees cuando caminaban por el puente de la Solidaridad.
Pero, no es el PP el partido que les representa hoy en una opción conservadora legítima y democrática.
Ana Noguera