Alianza para salvar la democracia
Entre tantas noticias que contienen poca información resulta difícil encontrar motivaciones para ser optimista, especialmente porque hemos llegado al momento en que defender la Democracia es lo que justifica la acción política. No se ha llegado a esta situación por casualidad y mucho habría que analizar sobre el efecto de contracorriente que crea un lenguaje populista de izquierdas. Comparto ampliamente las reivindicaciones de igualdad, libertad, solidaridad y felicidad que subyacían a aquellas movilizaciones, pero aquella corriente creó, sin pretenderlo seguramente, las condiciones de sentimiento antipolítico, contrainstitucional y antidemocrático del que se aprovecha ahora la extrema derecha. En España el contexto tiene sus particularidades: el rechazo a la memoria histórica reciente, el poder de la iglesia católica en un escenario de epidemia de religiosidad y el rechazo a resolver la integración de naciones históricas en una gobernanza colectiva.
Resulta muy difícil no encontrar paralelismos históricos con lo sucedido hace un siglo incluida la pandemia de gripe, la insurgencia rebelde de las oligarquías vendiendo modelos iliberales, el renacimiento del imperialismo ruso, la crisis económica por el hundimiento del sistema financiero y la alianza del pensamiento tecnosolucionista con la extrema derecha. Nada sucede por casualidad, todo está relacionado y de manera compleja, las causas y los efectos se autoalimentan en sociedades aceleradamente complejas. Una obviedad.
Sorprenden ahora las similitudes no casuales entre lo sucedido en el mundo, en Europa y en España hace cien años y lo que sucede ahora. Incluso la casi coincidencia de una primera (en territorio de la ex Yugoslavia) y una segunda guerra (Ucrania) en suelo europeo, de una pandemia (1918-2019), del surgimiento de nuevas tecnologías de comunicación (entonces radio, televisión, cine; ahora internet, plataformas, aplicaciones con los cambios comunicativos asociados), cambios radicales en Rusia y China (entonces de sistemas feudales a sistemas colectivistas; ahora con retoques casi a la inversa) y las consecuentes transformaciones geopolíticas a escala planetaria. Si hay que añadir factores que diferencian las dos épocas estos son la profundización de las crisis ecológicas por tierra, mar y aire, la capacidad de destrucción nuclear planetaria, mutua o unilateral, así como la existencia de bloques militares como sustitutos de los antiguos imperios. No son casuales las coincidencias porque las causas que produjeron aquel contexto no se han resuelto en los cien años que han trascurrido. Solo la capacidad de desplazar los problemas hacia el futuro y hacia otros países permitió entonces el mantenimiento de unas relaciones de poder internacional entre bloques económicos. Ahora tenemos serios problemas para desplazarlos.
La izquierda ha dejado -o no le ha quedado más remedio- que sea la derecha la que genere el contexto. Lo tenían todo a su favor, por supuesto. Como decía Romanones respecto a las leyes y los reglamentos, la izquierda se queda con las instituciones, pero la derecha se queda con el contexto en el que la gente encuentra las explicaciones de las cosas que hace la izquierda, redes sociales mediante, cuando esta gobierna. El contexto es la propiedad privada y la identidad individual como principios envuelta en la bandera de la libertad individual como medida de todas las cosas. Cualquier cosa que toque, aunque sea mínimamente, esos dos componentes del “sentido común” atenta contra el derecho natural. Creo que la inmensa mayoría de la ciudadanía (perdón por el solipsismo) se siente incapaz de entender la complejidad y la aceleración de los cambios, lo que provoca un sentimiento de incapacidad para dirigir el futuro propio y con ello, la renuncia a la participación activa que se limita, en el mejor de los casos, a una forma pasiva de participación: ir a votar, que no es poco, aunque es insuficiente. Lo común, aquello que pertenece a todos, queda para ser depredado, expoliado, inmatriculado o privatizado. Lo común queda como sinónimo del indefinible “interés general” o como una reliquia etnológica en montes y praderas. Y la democracia, que es parte de ese concepto de lo común, también sufre o queda depreciada.
Espero que no veamos desde hoy hasta 2030 el deterioro de las democracias en todo el mundo. Que no veamos el aumento de las tensiones dentro de la Unión Europea por definir, siempre a peor, la democracia en nuestros países. Que no veamos a Trump forzar la constitución norteamericana, bien por la vía jurídica o bien por la vía de crear condiciones críticas, para repetir como candidato a la presidencia de EE.UU. por tercera vez. Espero que no veamos a Trump hacer grande América otra vez, a costa de hacer llorar al resto del mundo otra vez. Las consecuencias de una amplia alianza para salvar la democracia requieren definir los mínimos comunes con acuerdos con sectores liberales que, en España, resultan difíciles de encontrar. Pero seamos optimistas, cuando lleguemos al abismo, daremos un paso adelante.
Alfonso Puncel
Publicado en ElDiario.es