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Weimar Plus

El Triángulo de Weimar lo fundaron en 1991, Francia, Alemania y Polonia, con el objetivo de ayudar a este último país a incorporarse a la esfera europea después del derrumbe del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.

España está en el nuevo Directorio Europeo y podría ganar fuerza contando con Portugal

Polonia, como recordaremos, tuvo un papel decisivo en la desintegración del glacis soviético. A principios de los noventa, alemanes y franceses se movieron para compensar la fuerte influencia que Estados Unidos y el Reino Unido habían adquirido en la nueva Polonia, país fundamental para la ampliación de la Comunidad Económica Europea hacia el Este.

La primera reunión del grupo tuvo lugar en la ciudad alemana de Weimar, en Turingia, cuando aún estaban calientes las cenizas de la República Democrática Alemana (RDA). Seguramente escogieron Weimar por su fuerte tradición cultural (Goethe, Schiller, Herder, Humboldt…) y por ser la cuna de la constitución alemana de 1919 que pudo haber salvado la democracia en Europa y no lo logró. El derrumbe de la República de Weimar dio paso a la victoria electoral de los nazis en 1933. Seis décadas después, en un clima de gran optimismo sobre el futuro de la democracia liberal en Europa, Weimar adquiría otro significado: “esta vez funcionará”.

El Triángulo de Weimar, Francia, Alemania y Polonia, ha seguido reuniéndose y reaparece ahora como motor de arranque de la angustiosa respuesta europea a la victoria del cesarismo en Estados Unidos, a la alianza de la extrema derecha estadounidense con los grandes monopolios de la tecnología, y a un replanteamiento estratégico radical que contempla el entendimiento de Washington con el autoritarismo ruso. Aleksandr Duguin, principal ideólogo del nuevo nacionalismo ruso, celebraba ayer la humillación de Zelenski en la Casa Blanca como si el zar hubiese ganado la batalla de Borodinó.

Los compleja gobernación de la UE está siendo desbordada por la dinámica cesarista de Washington, que avanza a toda castaña. Regresan las reuniones informales. Vuelve el Directorio Europeo, que ya funcionó durante la pasada crisis económica, con un formato distinto. París, Berlín y Varsovia, conforman ahora el Directorio, necesariamente ampliado a los dos principales países del sur de Europa, con la vital alianza británica. Si está Italia, de mala gana, no puede faltar España. Si está Pedro Sánchez, no se puede marginar a Giorgia Meloni, que soñaba con un papel de diva en una película de Paolo Sorrentino: la gran intermediaria entre la Unión Europea y la Casa Blanca. La eterna astucia itálica: un pie en cada bando. Donald Trump y Elon Musk no han querido regalarle ese papel. Tienen otros planes, de mucha mayor escala: matar a Zelenski, entenderse rápidamente con Rusia, intimidar a la Unión Europea, dar apoyo a Israel cuando decida atacar a Irán (se supone que una vez cobrada la pieza de Ucrania, Rusia miraría hacia otro lado), y concentrarse en la competición con China en el Indo-Pacífico.

El Reino Unido y Francia disponen del arma atómica. Francia estaría dispuesta a desplegarla en Alemania, lo cual supondría una grandísima novedad y un potente refuerzo del eje franco-alemán. El premier británico Keit Starmer ayuda, pero ha de ir con cuidado con no parecer demasiado proeuropeo ante la Inglaterra profunda. El futuro canciller alemán Friedrich Merz aún está por estrenar. Polonia tiene elecciones presidenciales en mayo. El primer ministro polaco, el europeísta Donald Tusk, aún no tiene resuelta a su favor la batalla con los ultranacionalistas. Por lo tanto, Emmanuel Macron es ahora el protagonista principal de Weimar Plus. Hoy en Francia, Marine Le Pen y Jean-Luc Melenchon no se disputarían la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Habría otra final.

José María Aznar, antiguo campeón de las Azores, ve el panorama y se lo llevan las furias. Una reciente nota de la fundación FAES habla de Trump como el “cliente de Stormy Daniels”. Lo nunca visto. El Partido Popular está muy perplejo ante la nueva situación. ¿Dónde ponerse? No puede alejarse de Weimar, no puede regalar tanto espacio a Sánchez, pero tampoco puede desembarazarse de Vox. Hoy el PP es prisionero de Vox en Valencia y en otras comunidades.

Sánchez es ágil en los cambios de rasante, pero no dispone de una mayoría parlamentaria sólida y articulada. Tendrá que hacer muchos malabarismos para aumentar el gasto militar que le va a ser reclamado por el Triángulo de Weimar. España tiene fortalezas –un buen cuadro macroeconómico, electricidad más barata y calma en Catalunya– pero su política está en continua fibrilación. Y en Madrid DF se están espesando las batallas de poder. En la nueva situación, España podría ganar fuerza reforzando lazos y compartiendo estrategias con Portugal.

Pronto habrá una lírica en favor de una gran coalición en España.

 

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