Basta ya de cachondeo: ¿Dónde y cómo estaba Mazón el día de la dana?
¿Dónde estaba el presidente de la Generalitat mientras el horror campaba a sus anchas por muchos pueblos de la provincia de València?
Es que de verdad: ya no se puede aguantar tanto cachondeo. El 29 de octubre del año pasado una barrancada se llevó por delante a 228 personas, destrozó no sé cuántas casas, autos y comercios, se tragó animales y plantas que para mucha gente eran parte de su vida, dejó hechos un asco los sitios que eran la memoria viva de quienes sufrimos las embestidas implacables de la dana.
Han pasado seis meses desde aquel día y por encima de todas las preguntas, de todas las cuentas que quedan por saldar, hay una que no ha parado de repetirse machaconamente desde el minuto primero de la tragedia: ¿dónde estaba el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, mientras el horror campaba a sus anchas por muchos pueblos de la provincia de València?
Llevamos medio año con esa pregunta y la respuesta ha sido sólo una: inflarnos a mentiras. Desde el PP y el propio gobierno de Mazón han salido no sé cuántas versiones sobre su paradero en los instantes más difíciles de la torrentera. Cada nueva explicación desmentía la anterior. La ausencia de la máxima autoridad institucional mientras las vidas de tanta gente se perdían entre las aguas era el pan informativo de todos los días. Se desataban las especulaciones acerca de los motivos que provocaron esa ausencia clamorosa.
Llevamos seis meses de relatos cruzados sobre lo sucedido aquel día. Pero hoy no me quiero extender en esa guerra. Sólo en un detalle de lo que ha sido y está siendo el gran interrogante desde el primer momento de la barrancada: ¿dónde y cómo estaba Carlos Mazón mientras 228 personas eran arrastradas por la maldita Dana? Soy incapaz de gestionar tantos datos periodísticos sobre las horas exactas en que se cruzaron llamadas telefónicas Mazón, Salomé Pradas y Vicente Mompó, presidente de la Diputación de València que declarará el próximo martes ante la jueza de Catarroja y está obligado como testigo a decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. Poca broma con eso, amigo Mompó, poca broma.
Por encima de todos esos datos, insisto en el que da pie y ocupa esta columna. El presidente de la Generalitat ha de explicar alto y bien claro dónde y cómo se encontraba todo el tiempo que anduvo «desaparecido». ¿Por qué si estaba en su despacho no respondía las llamadas que le llegaban desde Emergencias? ¿Por qué cuando respondía apenas hablaba unos segundos? ¿Qué demonios hacía en su despacho del Palau -si es que estaba allí- si su sitio, ante las dimensiones de la tragedia, era el Cecopi desde las primeras horas de ese martes fatídico del último octubre? ¿Por qué se borraron las grabaciones de las cámaras del edificio? ¿Si estaba siguiendo atentamente lo que sucedía, por qué no se echó enseguida el chaleco al hombro y acudió a L’Eliana a ponerse al frente del operativo en Emergencias?
Han pasado seis meses desde el 29 de octubre. El recuerdo de 228 personas que se fueron barrancada abajo se merece un respeto que Carlos Mazón le está negando con sus mentiras y una dosis de cinismo que aterra. Me da igual que llegara al Cecopi poco más de las siete de la tarde o pasadas las ocho y veinte: ya verá la Justicia qué hace para dilucidar responsabilidades penales teniendo en cuenta esos horarios con relación al ES-Alert. Lo que no me da igual y me tiene hasta las mismísimas narices es que siga mareando la perdiz sobre su paradero en los momentos más terribles de la dana y por qué si se encontraba en su despacho, y a tope de facultades según dice su gente, no cogió el portante y arreó a mil por hora a la reunión donde se estaba trabajando para mantener a raya el horror de la torrentera.
Así que ya está bien de tonterías. Tanta muerte, tanto sufrimiento, tanta desgracia acumulada en estos seis meses, se merecen algo distinto al cinismo y las mentiras. Por eso acabo esta columna igual que la empecé: basta ya de cachondeo: ¿dónde y cómo estaba Mazón el día de la dana? Decía Joyce Carol Oates que seguramente la verdad en la que más creemos es la que duele. Así que sea usted -uso ahora el cara a cara- como debe ser una persona decente y responda, sin más gracietas ni absurdas dilaciones, a esa pregunta que tanta gente nos hacemos desde el minuto uno de la dana. Pero ojo: si lo hace, que lo dudo mucho, responda la verdad de una puñetera vez. Aunque le duela, ¿vale? Aunque le duela.
Alfons Cervera
Publicado en Levante.emv