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Lady pinganillo

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la Conferencia de Presidentes, en Palau de Pedralbes de Barcelona, a 6 de junio de 2025David Zorrakino / Europa Press

Hay diversas razones por las que Ayuso abandonó la Conferencia de Presidentes en el instante en que empezaron a sonar otras lenguas distintas al castellano, pero todas ellas son igual de ridículas. No obstante, sospechamos que la razón principal que tuvo para darse el piro es que Ayuso es Ayuso. No nos engañemos, no es nada fácil ser Ayuso a tiempo completo. La presidenta debe estar siempre metida en el papel de diva absoluta, preparada para dar la nota y ser el centro de atención en todo momento, más aún rodeada de colegas autonómicos que vinieron exclusivamente a eclipsarla y a hacerle la competencia. Hay que ser Ayuso además de parecerlo.

Ayuso explicó que está bien que los presidentes autonómicos hablen un poco entre ellos en sus lenguas oficiales, pero luego hay que demostrar cortesía, emplear el castellano y dejarse de tonterías idiomáticas. Ella misma ofreció una exquisita exhibición de cortesía al marcharse delante de toda la plana mayor y dejar a los ponentes con la palabra en la boca. Su historia de amor incondicional con la lengua de Cervantes se remonta a un viaje que hizo a los 22 años a Ecuador: durante sus primeros escarceos con los indígenas en el aeropuerto, Ayuso descubrió con no poca alegría que los ecuatorianos también hablan castellano. Es una revelación que los niños españoles -incluso los ecuatorianos- aprenden a los seis o siete años, pero ella no se fía de los libros y tenía que comprobarlo en persona.

Hace tres años, durante una conferencia que impartió en Londres, el moderador avisó a los oyentes para que se pusieran los pinganillos, porque la presidenta de la Comunidad de Madrid iba a hablar en castellano. Al final no estaba muy claro en qué idioma hablaba exactamente Ayuso: a veces sonaba a español de Manchester, otras veces a inglés de Cuenca. Como inútil idiomático que soy, me sentí por primera vez muy identificado con mi presidenta, sobre todo cuando me pongo a cantar una canción de Jethro Tull en la ducha y me voy inventando los palabros sobre la marcha. Lo que importa es el desparpajo, el tronío, aquel «relaxing cup of café con leche» con el que Ana Botella demostró que los ingleses son los únicos hablantes del mundo que no entienden el inglés.

En Londres, Ayuso tuvo suficiente sangre fría como para aguantar el chaparrón y no mandar al carajo al primer british que se atrevió a decirle good morning. Suponemos que los pinganillos ayudaron bastante, aunque, al igual que con Botella, hubo gente que no sabía si Ayuso estaba tarareando una canción de Jethro Tull o dictando una receta de cocina. Hay que tener en cuenta que el pinganillo, en su caso, es un problema bien gordo, porque ya lleva uno incorporado de fábrica, en línea directa con Miguel Ángel Rodríguez -quien a su vez está conectado a un porrón. Traducir del catalán, el euskera o el gallego al castellano ya es un engorro, pero es que encima hay que traducirlo todo de nuevo al ayusés. Normal que la presidenta se cabree con estas traslaciones innecesarias, cuando se pasó toda su temporada de becaria traduciendo a un perro en Twitter.

Es cierto que tantos pinganillos y tantos traductores resultan un gasto inútil, no como las generosas donaciones de dinero público que la Comunidad de Madrid reparte puntualmente a los pregoneros de La Razón y el ABC, que funcionan como un servicio de lavacoches personal. Estoy de acuerdo en que ese dinero podría gastarse en algo mejor, aunque considero que, a estas alturas de milenio, una Conferencia de Presidentes es un dispendio completamente anacrónico que tendría algún sentido de haberse celebrado en 1925, antes de la invención de internet. Una videoconferencia por Zoom nos habría ahorrado el papelón a todos, por no hablar del dineral, y Ayuso, en lugar del portazo, podría haber enviado el emoticono de una mierda en cuanto oyera hablar euskera o catalán. La verdad es que, aparte de forrarse, no se entiende muy bien por qué el PP sigue empeñado en ocupar comunidades autónomas cuando, a la hora de la verdad, en medio de una pandemia o una riada catastrófica, la culpa siempre es del gobierno central. Menos mal que el protocolo que liquidó a 7.291 ancianos encerrados en sus residencias venía escrito en castellano del bueno, del fetén.

David Torres
Publicado en Publico

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