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El Nuevo Orden mundial: Egoísmo ideológico versus Solidaridad

El principio ético y moral de la “Solidaridad” ha sido aceptado y reconocido globalmente como andamiaje social y político desde hace décadas. Aunque es igualmente cierto que en muchos casos era más apariencia que real. Tenía que convivir con posiciones menos altruistas.

Así, desde la mayoría de los poderes públicos, las asociaciones de cualquier tipo (de barrio, de colegios, deportivas, culturales), los políticos o los programas electorales siempre se estructuraban con el concepto de “Por y para el bien común” o “Lo mejor para la mayoría”. Todo el arco político lo asumía.

Era una declaración de intenciones que se cumplía solo en parte. Pero solo con enunciar a la Solidaridad como objetivo central e inspiradora marcaba el devenir de los colectivos humanos.

Pero llegó el Nuevo Orden. Recordemos uno de sus eslóganes más exitosos y paradigmáticos: “America First”, América primero, o la traducción conceptual “Primero nosotros”, “Primero yo” y “Después los demás”. Sin complejos, sin vergüenzas, en voz alta, orgullosos de ser insolidarios.

Y ese es el enorme cambio del marco ideológico. El egoísmo desplaza a la Solidaridad. Y no solo eso, también trata de vestirse de legitimidad moral. Incluso busca el respaldo religioso. Por ejemplo, el Vicepresidente de EEUU D.J. Vance buscaba el respaldo del Papa Francisco en el Vaticano el 20-4-2025 para sus políticas; no lo consiguió, obviamente.

Ser egoísta hasta hace pocos años repelía y ruborizaba a la mayoría de individuos o colectivos. Ahora muchos lo exhiben y practican con desvergonzado alarde e impudicia. Ser ególatra, narcisista, rudo, áspero, egoísta o petulante parece ser una característica propia de personas, entidades, o lo que es peor algunos gobiernos que pretenden así ser reconocidos como inteligentes, eficaces, ejecutivos, fuertes y seguros.

Al individuo solidario lo tachan desde estos planteamientos como un mindundi, flojo, bobo, sin influencia, sin capacidad de cambiar el mundo. Igualmente para las organizaciones o gobiernos solidarios. Sostienen que cada cual debe responsabilizarse íntegramente de su vida y de su suerte; los demás, la sociedad no debe ayudar ni defender al ciudadano más expuesto. Por el contrario José Antonio Marina afirma que “….la bondad es la gran creación de la inteligencia humana, su plenitud”.

Parece que este Nuevo Orden tiende a crecer de modo exponencial. En una sociedad sin matices, donde la bondad pierde prestigio. Donde cualquiera considera que su opinión es tan respetable y de tanto valor como la de cualquier otro aunque afirme que “la Tierra es Plana”. Donde un “Influencer” llega a más gente que un escritor, un reportero, un filósofo, un científico o un profesor.

Las tendencias más efervescentes de este Nuevo Orden quieren como jefes de gobiernos a un CEO de una gran empresa, porque sabrá hacerle ganar dinero. El objetivo primordial de una empresa es maximizar su beneficio por encima del resto de valores de equidad, honestidad, respeto a las personas y trabajadores, siempre y cuando cumpla con la legislación. Y en lo social las prioridades son otras; es el bien común.

Como referente ideológico de este constructo intelectual hiper reaccionario podemos dirigir la mirada a ciertos sectores de Sílicon Valley que bajo la denominación genérica de la “Ilustración Oscura” (con personajes como Nick Land o Curtis Yarvin) también llamados corriente “Neorreaccionaria”, NRx como ellos prefieren escribirla, propugna una especie de monarquía de un CEO y el cambio de las Cámaras Legislativas por un consejo de administración. Por supuesto el beneficio económico es la bandera y la motivación única. La Solidaridad les resulta un lastre obsoleto y completamente ajeno a su posición y debe ser superada.

Esta visión global no va de derechas e izquierdas (ni de Demócratas o Republicanos en EEUU); va de beneficios y negocios a plena luz del día aprovechándose del cargo y de los medios del poder para enriquecerse y llenarse el ego de poder.

Vemos al presidente del país más poderoso del mundo negociar con un único argumento: la fuerza. No cotiza en absoluto la dignidad como característica del ser humano. En la guerra se posiciona con una simplicidad desconcertante: “Ucrania tiene malas cartas y debe ceder a Rusia porque es más fuerte”. Luchar por su dignidad como pueblo le parece un sin sentido.

Las respuestas de ese Nuevo Orden a los problemas sociales asustan por su simplicidad y más aún, asustan porque son el maná de los demagogos.

Decía Hannah Arendt que “No hay pensamientos peligrosos, sino que pensar es peligroso”. El espíritu crítico parece complicar la existencia, es mejor adherirse a la mayoría dominante. Se oye, pero no se escucha. No interesa la voz de “el otro”. Incluso al precio de cercenar la libre deliberación. Contemplamos atónitos el cerco a la libertad de pensamiento en las universidades más prestigiosas (Harvard). Se niega al pensamiento como un espacio de convergencia. Pensar en libertad tiene riesgos y en ese riesgo esta la dignidad.

El Nuevo Orden vende certezas, vacuas, pero aparentemente inapelables frente a las dudas y las incertidumbres.

Lo que más me aturde de estos movimientos en expansión es el descaro de sus manifestaciones públicas: ¡están orgullosos de ser egoístas! Es el narcisismo sublimado a categoría moral. Ser mejor persona no está de moda. Así de frívolo en el ámbito individual y así de transcendente en los movimientos sociales.

Los valores en alza son: el egoísmo, la polarización, el enfrentamiento, la egolatría, las respuestas simples, el descrédito del pensamiento científico y fundamentado, la reivindicación de la ignorancia, el uso torticero de la libertad, la dureza de carácter y de pensamiento. Se promociona y ensalza la victoria del fuerte frente al débil o el invisible social.

Los valores y actitudes en decadencia son: la solidaridad, la cortesía, la amabilidad, la sonrisa, la concordia, buscar el consenso, escuchar al otro, la prudencia, el rigor en el análisis, la honestidad intelectual, el conocimiento y la sabiduría, la ternura, la compasión, el respeto a cada persona y a cada opinión, la duda como método. Decía Iñaki Gabilondo que recelaba de quien “no tenía nunca dudas”.

En el plano político global, el Nuevo Orden supone igualmente el declive de la Solidaridad internacional y el multilateralismo como marco de convivencia y el protagonismo de “La Fuerza” como valor primordial. O lo que es lo mismo, el desmoronamiento del conjunto de valores occidentales con todos sus grandes defectos y carencias, la irrelevancia de los organismos de gobernanza mundial como la ONU, la OMC (Comercio), la OMS (Salud), COP (Clima), Tribunales internacionales, y tantos otros. Esto suponen un repliegue sobre sí mismo de los Estados-Nación (en especial de EEUU). Un predominio creciente de los gobiernos autoritarios más o menos revestidos de apariencia democrática.

Una vez más repetiremos que la Unión Europea (con sus grandes déficits) y pese a su merma indiscutible de influencia global es el mejor refugio de valores morales y dignidad.

La aparición de Trump no me resulta tan alarmante en sí mismo, sino el hecho de que haya millones de ciudadanos que lo voten. Nos interpela sobre los sistemas políticos democráticos liberales y sus dificultades para elegir gente de bien. No puedo dejar de pensar (sin asustarme de mis propias reflexiones) sobre si las elecciones de nuestros líderes en democracia por votación son el método de excelencia ya que resulta evidente que no garantiza la mejor selección de personas y líneas de pensamiento. No puedo aceptar la frase “El pueblo nunca se equivoca”, los hechos lo desmienten. Recapacito con preocupación sobre el activismo indisimulado de la prensa libre que toma partido abiertamente. Me aterra la pretendida “democracia popular” de las redes sociales que crean y destruyen verdades al dictado de algoritmos de los magnates propietarios. Me incomoda mucho que un gobernador de un estado o un presidente de EEUU debe ser necesariamente un magnate con poder económico pero pueda ser un engreído ignorante. ¿Tendremos que repensar las libertades formales?¿No hay otro método más garantista de honestidad, capacidad y méritos?

No quiero cerrar esta reflexión sin tratar de imaginar vías, siquiera sean tenues o dudosas, para debilitar esta anomalía moral del deterioro de la Solidaridad.

Propongo hacer introspección sobre nuestras creencias y convicciones individuales y sobre cómo interpretamos que mejoraría la conducta humana. Deberíamos concluir que buena parte de nuestra felicidad suele estar en la generosidad y en sentirnos honestos y buenas personas. Este ejercicio de reflexión a puerta cerrada debemos hacerlo como la gimnasia, de modo recurrente para no desfallecer y olvidarlo.

Luego deberíamos pasar a nuestra solución personal y cotidiana: practicar una relación amable con nuestro entorno. Pasaríamos a reivindicar con nuestros vecinos, compañeros de asociación, de escalera, de partido político, de club deportivo, a nuestras redes sociales, que la Solidaridad debe ser restituida como principio rector aunque sea vista por algunos como utopía.

Y como no, exijamos a los poderes públicos a los políticos, a la prensa y medios de comunicación que reivindiquen la prudencia, la mesura y la generosidad y no el enfrentamiento. Debemos apoyar y ayudar a que exista un movimiento cívico de resistencia al Egoísmo Ideológico institucional y de revitalización de la Solidaridad.

¡Ser egoísta debe dar vergüenza de nuevo!

Salvador Beltrán Talamantes
Publicado en ElDiario.es

  1. Pepa Says:

    Estoy de acuerdo con las reflexiones del autor por lo que respecta a su constatación de que el egoísmo ha sustituido a la solidaridad. Sin embargo, no estoy de acuerdo en su ubicación histórica ni tampoco en la importancia que, según él, tuvo de manera generalizada.
    Desgraciadamente, el capitalismo ha potenciado desde su aparición el “individualismo posesivo”, que concibe al individuo como el único propietario de sus habilidades; en consecuencia, no le debe nada a la sociedad por poseerlas. Afirma que el individuo solo es libre si se hace consciente de que es el único propietario de su persona y de sus capacidades y considera como secundaria cualquier consideración moral y social. Se trata, pues, de una posición narcisista.
    Llevamos muchos años ya de capitalismo, superado ahora mismo por una estructura económica más individualista aún que la implantada por el capitalismo.
    Dentro del capitalismo, solo ha habido un periodo en el que se ha potenciado el bienestar social. Ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia de la primera grave crisis financiera en 1929, que tanta miseria provocó y que desembocó en movimientos revolucionarios difíciles de controlar que apoyaban la solidaridad y que se cerró con una guerra en la que hubo millones de muertos.
    Las políticas keynesianas desarrolladas por los gobiernos capitalistas más democráticos favorecieron ese bienestar social y, al mismo tiempo, aportaron una enorme ayuda a las empresas.
    Desgraciadamente, los dirigentes económicos de todo el mundo, una vez “rescatados” por dichas políticas keynesianas, “volvieron a las andadas” y facilitaron la eliminación de los Acuerdos de Bretton Woods por Nixon. Además, en el tránsito entre las décadas de 1970 y 1980, fueron implantadas las políticas neoliberales de la mano de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaña, que representaban los intereses de los poderes financieros, que querían volver a controlar por completo la economía mundial y no seguir siendo controlados por los gobiernos. Con ello, acabaron con la “luna de miel” que un “capitalismo de rostro humano” había instaurado.
    Considero, pues, que poco tiempo ha habido para la solidaridad. En todo caso, circunscrita a determinadas asociaciones y movimientos sociales, pero de forma muy limitada.

  2. Salvador Beltrán Talamantes Says:

    Como autor del artículo agradezco el comentario.
    Podemos entrar en valoraciones de cuanta Solidaridad y cuánto tiempo ha dominado o no la escena social, y seguro que llevas razón.
    No me cabe ninguna duda de que la socialdemocracia se cimenta en un concepto de solidaridad integral (por seguir usando la misma palabra) y esa posición ha predominado con una intensidad que podemos discutir, pero era la que llenaba los programas electorales y los estatutos de cualquier asociación. Eso está en declive, ahora más que hace 10 años.
    Y es evidente que la escena mundial tanto la geopolítica, del multilateralismo, como de los grupos sociales y también de los individuos han cambiado a mucho peor en las últimas décadas. La polarización y las redes sociales exteriorizan sentimientos que se trataban de ocultar antes y en buena parte desaparecían en el esfuerzo de disimular.
    Sin ser todavía mayoritarias las posiciones declaradas, publica y ostentosamente egoístas se multiplican y las expresiones de «primero yo» o «primero los de mi grupo, o país» son esgrimidas sin rubor. Eso es lo que quiero señalar, la impudicia del egoísmo y su avance.

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