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Los Corsarios

En el mundo de la piratería existen diferentes modalidades que se distinguen o diferencian por algunas características propias, como son los bucaneros, los filibusteros, los corsarios, los pichelingues, etc…según sus modos de operar. Las distintas familias de piratas son grupos de individuos ajenos o fuera de cualquier sistema político o nacional y se sustentan a través de los beneficios de asaltar, robar, matar y saquear. Excepcionalmente, en la modalidad de corsarios, esta premisa no se cumple del todo debido a que, aunque estos sigan siendo independientes, asaltan, saquean, roban y matan en connivencia con alguna potencia, nación o grupo de poder el cual, a cambio, les otorga su apoyo logístico y protección. Dichas naciones o grupos de poder se benefician así de los éxitos de los corsarios afines, de sus robos, destrucciones y muertes ya que estos les hacen el trabajo sucio frente a sus enemigos sin tener necesidad de ninguna declaración de guerra.

A lo largo de la Historia siempre han existido distintas variables de agrupaciones corsarias o similares, aunque no siempre se les haya dado esa denominación. ¿Qué otra cosa fueron el Cid y sus huestes? ¿o los almogávares? ¿o los abencerrajes? ¿o las Legiones de Flandes, o los llamados Soldados de Fortuna? ¿o las huestes de Cesar Borgia? La verdad es que nunca ha sido necesario irse al Caribe ni viajar en barco para saber de piratas y de sus crímenes… hoy día sin ir más lejos ¿Qué son esas tropas mercenarias que funcionan en muchas de las guerras actuales, una de ellas, recuerden, lo mismo luchaban a favor que en contra de Putin? Queda claro entonces que, aunque ya no viajen con un parche en el ojo en un bajel por el Caribe los corsarios existieron y siguen existiendo.

Todo este preámbulo viene a cuento, de las tropelías, asaltos y atropellos que últimamente, a mi leal saber y entender, la ciudadanía española está sufriendo en forma de pregolpe de estado. Llámenme loco; si lo hacen puede que tengan razón, pero yo me veo más machadiano que loco y creo que una de las dos Españas nos está rompiendo de nuevo el corazón y, es más, percibo, y creo, que la epifanía de esta etapa que ahora vivimos se dio en el momento en que la Fundación FAES, a través de un conocido y brillante intelectual fundador de la misma, se manifestó ante las masas advirtiéndonos muy seriamente de que Pedro Sánchez era un golpista y que estaba ocupando un sillón que no le pertenece. Así supimos que Pedro, el muy ladino, sin que apenas nos apercibiésemos de ello estaba llevando a España a una dictadura.

Como ya habrán adivinado estoy hablando de Aznar. Este señor, por lo visto, es el representante oficial de la Oligarquía y sabía que no podía acabar aquella su intervención en forma negativa o descorazonadora; por ello su aparentemente negativo discurso contenía al final una receta que, además de muy sibilina, resultaba poco comprometedora para él y que, de ser seguida por sus fieles, contenía el remedio a la vez que la solución para todas las desgracias de este su país: El que pueda hacer que haga.

Estas palabras causaron cierta perplejidad entre la gente de bien, pero en cambio significó para sus correligionarios y cachorros un manifiesto pistoletazo de salida a la vez de conceder una patente de corso a aquellos que se sintieron aludidos. A partir de ese momento empezaron a suceder en este país distintos y muy variados acontecimientos aparentemente no relacionados entre sí, pero todos con un denominador común: acabar con lo que ellos eufemísticamente llaman “el sanchismo” y que, aunque no lo parezca no es otra cosa que los avances sociales que, paso a paso, el pueblo trabajador hemos ido conquistando a lo largo de los últimos años.

No voy a hacer aquí una lista ordenada ni exhaustiva de unos acontecimientos de tipo golpista que están en la memoria de todos y que, a día de hoy, parecen ir adquiriendo un movimiento uniformemente acelerado: un día un juez instruye una causa nada menos que contra la mujer del Presidente del Gobierno para aclarar no se sabe bien qué cosas, e inmediatamente los filiembusteros de la prensa alargan y magnifican el proceso hasta convertirlo en un asunto de Estado, ocupando este tema muchísimas y más duras tertulias televisivas que los doscientos veinte y nueve muertos que lleva Mazón en su mochila.

Mientras, unos salvajes, movilizados por las patentes de corso provenientemente repartida por el listo de la FAES rodearon la sede de Ferraz días y noches a los ayusados gritos de Perro Sánchez maricón y otras lindezas; las bases de Vox y los falangistas armándola en manifestaciones y contramanifestaciones de tipo machistas y/o fascistas; los Alvises, los Abogados Cristianos, Vito Quiles, etc, cada cual a lo suyo… Y, así, a lo largo y ancho del país, una larga lista de presiones, amenazas y vejaciones, siempre dirigidas a la izquierda, hasta llegar a lo que para mí fue el momento clave, a ese que quizás mañana los historiadores deban considerar como el punto de inflexión en la campaña preparatoria del próximo golpe de Estado: ¡¡¡Nada menos que los jueces en masa plantándose y manifestándose ante una Proposición de Ley que ni siquiera había empezado a ser discutida en el parlamento!!! ¡Eso no fue lawfare! ¡Eso fue mearse públicamente en el Estado de Derecho!… Y ahí están: nadie los ha tocado ni nadie los tocará, pueden dormir tranquilos. Sin embargo, ese no es el caso del Fiscal General del Estado, aquel que, por la simple falta de haber sido designado en su día por el Presidente del Gobierno y haber osado molestar al novio de la Ayuso, hace meses que no duerme tranquilo: le han dado la patada y no puede ni tiene medio claro saber qué demonios le deparará el futuro.

Hoy, actualmente, los españoles de a pie, aquellos que nos consideramos y autodenominamos los paganos, vivimos escandalizados con aquello que más parece una seria advertencia al pueblo español que una sentencia contra el Fiscal General del Estado, pues ha llegado a nosotros de un modo tan forzado como “casual”, siendo FILTRADA nada menos que en la celebración por parte de los ultras del día del Cincuentenario de la muerte de su amado Caudillo. Pero, aún así, no creo que seamos en general muy conscientes de que lo importante, lo relevante, no es lo que ha hecho ahora el Tribunal Supremo sino el decisivo paso que ya dieron en su día los magistrados asaltando el Hemiciclo. ¡Se sienten, coño! parecía oírse exclamar por doquier a los togados…

Los que pueden hacer, hacen. Y la izquierdita cobarde aún continúa sentada a verlas venir. ¿Hasta cuándo?

Miguel Álvarez

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