Una de las primeras actuaciones emanadas de los mal llamados Presupuestos Participativos que se pusieron en marcha en un pueblo del que no mencionaré el nombre, fue la tala de más de cuarenta acacias. No, no hablamos de Madrid, donde su alcalde a día de hoy ha acabado con más de 80.000 ejemplares. El exudado natural de este árbol, una sustancia pegajosa y negra, ensuciaba la entrada y patios de algunas viviendas cuyos vecinos se pusieron de acuerdo, presentaron la propuesta, convencieron al resto de la calle y votaron. No fueron muchos, pero con una baja participación sí los suficientes para obtener la mayoría. Desde entonces se pusieron filtros en la admisión de propuestas, lo que no ha evitado que año tras año se sometan a votación auténticos atentados contra el medio ambiente y el sentido común, pero esa es otra historia.
Las recientes elecciones a la alcaldía de Nueva York se han resuelto con una participación del 20% de sus habitantes. Un récord histórico, al parecer, ¡pero no de abstención sino de participación!
Lo inesperado del resultado ha centrado los análisis, artículos, loores y premios sobre el candidato elegido y se ha pasado muy por encima de los datos de participación. Se juega con la ya instaurada baja participación en EEUU, y en los procesos electorales las candidaturas optan por el micromarketing tratando de estimular la participación en su favor de determinados grupos étnicos o sociales que puedan garantizar la victoria. Que se lo pregunten a Zohram Mamdani.
Los procesos, hablando ya en clave doméstica, nos llevan por ese camino. Hay mucho dinero y gentes pensantes que están apostando por un futuro de baja participación y potente aparato de propaganda que garantice ‘gobiernos convenientes’, evitando así la engorrosa circunstancia de la que advertía el ínclito Vargas Llosa: que se vote mal.
Reducir la participación no presenta gran dificultad si se siguen los pasos que nos marca el gran hermano americano. Por la vía de la desigualdad se llega a la alienación, desafección e individualismo encapsulador del que se sale ocasionalmente para apoyar candidaturas populistas hoy y esotéricas mañana. Y todo con el marchamo de democracia, como el que se pone a los chorizos, valga la redundancia.
Este y otros escritos que venimos compartiendo pueden no parecer alentadores pero la solución a este y otros peligros pasa por conocer algunas de las causas y los intereses de quien los alimenta. Muy al contrario, en Attac somos antropológicamente optimistas, creemos en OTRO MUNDO POSIBLE. Si no estuviéramos convencidos de ello no estaríamos trabajando por una justicia fiscal global que acabe, entre otras cosas, con las guaridas fiscales, por la Renta Básica Universal que garantice el primero de los derechos, el de una existencia digna y herramienta indispensable para terminar, por ejemplo, con la explotación sexual y reproductiva de muchas mujeres, por unos servicios públicos de calidad, por la defensa del agua y los recursos naturales como bienes comunes y generadores de derechos, por una banca pública, por políticas de vivienda al margen de su consideración de ‘bien de mercado’, y por otras luchas. En definitiva, poniendo a las personas en el centro y tratando de que la vida deje de ser un problema a resolver y pase a ser una realidad a experimentar.
En ello llevamos ya 25 años y lo hemos venido celebrando ‘comme il faut’, con diferentes actividades a lo largo de los últimos meses y un acto final que tuvo lugar el pasado 20 de octubre en el Ateneo de Madrid, donde rememoramos, poco, el pasado, nos miramos el ombligo lo justo y ‘renovamos nuestros votos’ para seguir, con vuestro apoyo presencial, económico, amplificador o moral, otros 25 años más… si fuera necesario. Por convencimiento, ganas y moral no va a ser. No nos mires, únete. O como dicen sarcásticamente los de El Mundo Today, ayúdanos a polarizar más y mejor.
Attac España.
|