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¿Salvados?

 

Salomé Pradas en la entrevista en Salvados.

Perdidos diría yo. Así es como podemos ver a los políticos del PP al ser entrevistados en programas como Salvados u otros similares.

En dicho programa, por propia petición, la exconsellera Salomé Pradas nos ofreció, no solo a los valencianos, sino a toda España, un lamentable y completo recital de des-facha-tez, irresponsabilidad, mediocridad e inconsistencia política y ética, algo consubstancial a las derechas en general, y en particular en esta nuestra derechona. No entraré aquí en detalles de la entrevista a esta pobre señora, cosa que ya están haciendo los medios en general, declaraciones cuyas consecuencias no pueden ser otras que una masiva condena pública y puede que hasta posiblemente penal, debido a su televisada demostración de irresponsabilidad, ineficacia, abulia y desinterés en su maldita gestión de la dana. Pero no voy a insistir en ello. Intento en esta ocasión aprovechar las gigantescas ampollas que ha levantado, al menos entre los valencianos, la espantosa evidencia de que estamos en manos de unos irresponsables e incompetentes, pero sobre todo desalmados, para llegar si es posible al fondo de otra cuestión, de algo que me preocupa desde hace mucho tiempo.

Para empezar diré que se trata de que yo, como tantos otros, no creo que a Mazón, la Pradas, el Moreno Bonilla, la Ayuso y a otros de su misma calaña les preocupe que se haya demostrado que son incapaces de gestionar debidamente lo público, creo que eso es algo que realmente les importa un pimiento. Ellos, todos, al completo, no están ni nunca han estado ahí para eso, ellos no han llegado a la política para realizar una gestión moderna y eficiente, para reformar viejos hábitos, para conseguir algún tipo de mejora en la dirección de la administración pública. No. No están ni han venido para eso. Señal inequívoca de que ni es, ni nunca ha sido ese su propósito es que jamás han presentado programas electorales con reformas ni promesas de mejoras para la población, ni vocean ni se quejan de la escasez de viviendas, de puestos de trabajo, de la necesidad de mejorar la enseñanza, ni la sanidad, etc. De lo único que hablan es de lo mal que lo hace la izquierda cuando gobierna y del peligro que esta representa.

Al no tener que hacer ni demostrar nada, gracias a los ingentes apoyos mediáticos, judiciales, etc, recibidos, tienen las manos limpias para, llegados al poder, dedicarse a sabotear servicios públicos, haciéndolos desaparecer a unos y pinchándoles las ruedas a la mayoría: es lo que hacen con la Sanidad, con las Universidades, colegios públicos, etc. Resulta muy curioso que no se priven de repetir a toda voz aquello de que no creen en los servicios públicos, que lo privado funciona mejor y proporciona mejores resultados, que son más económicos… y, más curioso aún es que, quienes esto afirman con tanta soberbia y aparente convicción no se dediquen a gestionar empresas privadas para demostrar lo eficientes que son, sino que se meten o cuelan en política para desde allí desarbolar los servicios públicos, gestionando desde dentro. ¿Estos señores están muy convencidos de lo que dicen?… no lo parece. Lo que sí es muy evidente es de que aprovechan todas las oportunidades que les llegan a sus manos para ir desplumando de uno a uno todos los servicios públicos posibles, siempre en favor de lo privado. No. No son idiotas. Inútiles sí, pero idiotas no: todos ellos manejan y están entrenados en mil triquiñuelas y argucias que puedan servir para sacar tajada de la inmensa tarta que es para ellos el erario público, disfrutando con las personales ventajas de que si se dedicasen a la empresa privada tendrían que adquirir una buena formación y ser eficaces y competitivos, mientras que en su gestión de lo público no hace falta saber, ni trabajar mucho, ni estar preparados, más bien al contrario, lo único que se necesita es tener una cara muy dura y mucho estómago.

Claro que, a esta gente, de vez en cuando, se les pueden complicar las cosas y, a veces, se les vienen encima los problemas; entonces, de pronto, cuando menos se lo esperan, se encuentran con que tienen que tomar una decisión importante: ¿Qué hacer con los mayores que tenemos en nuestras residencias públicas durante el COVID? ¿Qué hacer con las mujeres andaluzas con posibles cánceres de mama a las que dejamos de atender? ¿Qué hacer si no tengo pajolera idea, frente a una posible Dana? Después, cuando el desastre, cuando los daños cantan, cuando se encuentran con un saldo importante de muertos, ¿qué es lo que realmente les preocupa?: Su ombligo. Escurrir el bulto. El cómo echarle la culpa a otro, si es a un enemigo mejor (ellos no saben de contrarios ni de oponentes) pero si no, si hace falta, a otro colega, o a poca ropa. Esta gente son capaces de tener los armarios llenos de cadáveres y no pensar en otra cosa que en salvar su culo. La Pradas, frente a Gonzo, no quería y no intentó delatar a Mazón, ni acusarlo de nada, pero sin embargo sacó su genio personal en dos ocasiones, una cuando tuvo que contar cómo Mazón la destituyó como Presidenta del Cecopi (ese gesto de su presi parece que la cabreó y emocionó mucho, hasta el punto de ponerse a llorar) y la otra cuando, seis días después, el mismo Mazón la destituyó como Consellera. (más cabreo y lágrimas) Eso sí, en el transcurso de la entrevista dijo varias veces que lamentaba mucho (¡cómo no!) lo de los doscientos veinte y nueve muertos… pero en esas ocasiones ya no lloraba. Es en esos momentos cuando uno ve más evidente que nunca que estos pobres sinvergüenzas (pobres, de pobreza) no tienen donde caerse muertos, que son unos pringaos, que solo están ahí para servir a banqueros, grupos de presión, fondos negros, Ivex 36, etc… o sea, a los verdaderos ricos.

Hasta aquí he realizado a mi modo y manera una pequeña síntesis de cómo veo este tipo de acontecimientos. Sin embargo, uno, cuando cree que ya tiene vivida, contemplada y digerida una cantidad de acontecimientos e historias sórdidas de todo tipo, cuando piensa que ya nada le puede sorprender, se apercibe con amargura de que sigue siendo incapaz de entender y, después de darle muchas vueltas y vueltas termino convencido de que jamás llegaré a comprender por qué tantos pobres votan a los ricos, ni  porqué son capaces de “comprar” el odio y deseos de venganza contra los que aún son más pobres, desvalidos y desgraciados que ellos mismos. No quisiera terminar por pensar ni creer a los que opinan de que estos no son más que unos pobres imbéciles, o tontos de baba, pero… si no es así…¿entonces?…¿Qué les pasa?

Miguel Álvarez

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