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Títeres con cabeza

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Los títeres, han sido desde siempre, un género que pretende, en clave de humor, y con aparente violencia, describir situaciones sociales que merecen una crítica. Películas como “Novecento” o “Indochina” tiene escenas memorables en las que la policía arremete contra los artistas por estar expresando ideas políticamente incorrectas. Pero que suceda esto en España, en 2016 es absolutamente preocupante. Y que el juez, resulte ser un expolicia franquista, y la alcaldesa de Madrid una superviviente de los crímenes de la transición, resulta más que significativo. La actitud agresiva del primero,  y timorata de la segunda, son todo un símbolo de que todavía no estamos en una verdadera democracia.

Posiblemente tengan razón quienes como Juan Carlos Monedero, hablan del régimen del 78, para expresar una situación de pseudodemocracia, basada en unos pactos realizados en una situación de extrema desigualdad, entre quienes ostentaban el poder adquirido por la fuerza de un golpe de estado, y quienes venían en muchos casos, del exilio y la clandestinidad. La situación es que las estructuras del estado siguen dominadas por personas y sagas con oscuras raíces en el régimen franquista y lo mismo sucede con la estructura social, económica  y el sistema financiero. Vivimos en una aparente democracia, pero situaciones como la reciente detención y encarcelamiento de unos titiriteros, acusados nada menos que de apología del terrorismo, pone en evidencia la fragilidad de los derechos sociales en este país y en este caso, la libertad de expresión.

Hace ya tres lustros, mi admirado Manuel Castells vaticinó, el poder que iban a tener las redes sociales en los proceso de movilización ciudadana. Y así ha sido. Desde las movilizaciones contra la guerra de Irak, convocadas por el ya en desuso sms, hasta el hastag # libertadtitiriteros que está consiguiendo poner freno a una cacicada más propia del tardofranquismo, que de un régimen que se pretende democrático, pasando por las movilizaciones del  15 de mayo de 2011 en toda España en defensa de una democracia real  o la primavera valenciana  de 2012 en la que, recordemos, un policía con raíces franquistas califico de “el enemigo” a miles de adolescentes que reclamaban que se respetara su derecho a la educación y denunciaban el saqueo de las arcas públicas por parte de quienes debían gestionarlas.

Lo que ha sucedido en el caso de los titiriteros es  paradigmático de la fuerza de la ciudadanía organizada: mientras la  caverna mediática,  alentaba al expolicia juez y no dejaba “títere con cabeza” criminalizando a los artistas, al programador, a la concejala de cultura, a la alcaldesa de Madrid, y a quien osaba abrir la boca en nombre de la libertad de expresión, que pronto podía se tildado de filoterrorista, la ciudadanía se organizó en tiempo record a través de las redes sociales, recogiendo firmas, convocando manifestaciones, informando a medios extranjeros…la situación  cambió en unos días de una situación en que solamente las personas más valerosas osaran pedir la liberación de los titiriteros, a un clamor popular que ha tenido trascendencia internacional.

Todavía queda mucho camino por recorrer, los artistas han sido liberados, pero pesan cargos de extrema gravedad sobre ellos, y tiene que presentarse en el juzgado, mientras personajes que ha robado millones de euros de las arcas públicas campan por sus respetos. Un colectivo denominado “contrapoder” ha presentado una querella por prevaricación contra el juez. Recordemos que hay un juez inhabilitado por encarcelar a un banquero corrupto, y otro por ordenar grabar en la cárcel conversaciones de trascendencia vital para la investigación sobre la trama Gürtel.

En este momento, con nuevos partidos políticos herederos de movimientos sociales como el 15m ocupando escaños en el parlamento y alcaldías en las grandes ciudades, la caverna, judicial, política y mediática está más embravecida que nunca, pero la ciudadanía unida, organizada, con la ayuda de las redes sociales y utilizando la cabeza,  tiene la llave del cambio.

Pepa García Gil
  Socióloga.

 

 

 

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