Rajoy aparece en la Comunidad Valenciana. En la Comunidad, que junto con Madrid, ha sido el “experimento” de la corrupción institucionalizada y del nepotismo más árido del PP.
Pero ha ido a un pueblo cercano, Alfafar, no a la gran ciudad, a Valencia, aquella en la que reinó durante 24 años la “mejor alcaldesa de España”, según decía Rajoy cuando presentaba a Rita Barberá. Ni tampoco ha hecho un acto de partido, porque sería difícil reunirse con algún cargo que no esté en estos momentos “investigado”.
¿Qué cosas podemos destacar?
Primero, la división, la tensión, y la bronca que provoca la aparición de Rajoy, que se mueve entre gritos de “presidente” y de “ladrón”. No es una imagen apacible la del PP en Valencia, sino que supone una situación furibunda socialmente.
En segundo lugar, vino a refugiarse tras el conflicto de la educación privada y concertada. La educación concertada ha sido una gran “protegida” del PP; durante años se les ha dado subvenciones sin exigirles que cumplieran las leyes de inclusión de alumnos. De hecho, en la Comunidad Valenciana, con el PP se ha dividido el sistema educativo: colegios públicos mal dotados, saturados, con barracones, frente a los colegios concertados sin inmigrantes ni alumnos con necesidades especiales, y subvencionados por segregar sexos.
Rajoy viene a defender, según sus palabras, “la libertad de elección y que nadie imponga un sistema determinado”. Como si las palabras fueran gratis o no tuvieran consecuencias.
En la Comunidad Valenciana, se creó un gran monstruo llamado Ciegsa para crear colegios que hoy sabemos que ha sido uno de los contenedores de corrupción, sobrecoste, financiación de campañas, evasión de dinero público y un largo etcétera, mientras que el número de barracones se ha extendido como una plaga por todo el territorio. Una empresa que hoy está siendo investigada judicialmente, cuya deuda asciende a 2.500 millones de euros, de los que se calcula que unos 1.000 fueron para sobrecostes. Si algo ha hecho el PP en la Comunidad Valenciana ha sido estafar a sus ciudadanos con materias tan sensibles como la educación o la cooperación.
Y Rajoy vino a dar respaldo al daño que se ha hecho en el sistema educativo público valenciano.
Pero calló ante las imputaciones de sus concejales en el Ayuntamiento de Valencia, ante la patética situación política de Rita Barberá, ante los numerosos casos de corrupción que su partido ha realizado en todo el territorio autonómico, ante los recortes en materias como la dependencia, o ante las víctimas del metro que hoy todavía lloran por culpa del miserable comportamiento del PP.
Rajoy tampoco pudo hacerse fotos con Francisco Camps (al que protegería siempre “por delante y por detrás”), con Rita Barberá, con Carlos Fabra, con Rafael Blasco, con la exalcaldesa de Alicante Sonia Castedo, o Alfonso Rus (el que contaba billetes), ni con los más de 150 cargos imputados del PP que están sentados en los banquillos.
Ana Noguera.