Abascal sabe lo que dice

El barco de rescate de la ONG Open Arms ha arribado este miércoles al puerto de Santa Cruz de Tenerife, EFE/Alberto Valdés
No permitamos que unos abusones cobardes como Abascal y sus secuaces nos intimiden. Hoy, más que nunca, hay que estar junto a todos los Open Arms del mundo que salvan vidas y dan cobijo a los desesperados. También junto a las personas que acompañarán a la Global Sumud Flotilla rumbo a Gaza, en un gesto solidario que tiene el enorme valor de no resignarse al cinismo, a la indiferencia y a la complicidad que hacen posible la barbarie.
Dice Abascal que el barco de Open Arms debe ser hundido porque es un barco negrero. No es inocente el verbo hundir ni tampoco el adjetivo con el que el Caudillo de Vox describe las embarcaciones que llevan años rescatando de la muerte a cientos de personas en el Mediterráneo.
Cuando Abascal dice negrero y dice hundir actúa como el muñeco inerte que reproduce obediente la voz de sus amos. Pero sabe lo que dice. Y sabe que, sin la normalización desembozada de la crueldad impuesta por los Trump, por los Netanyahu y por los que financian su fascismo ya sin máscaras, estas palabras no tendrían el eco que tienen.
Seguramente Abascal es consciente de que los barcos negreros eran auténticas cárceles flotantes, atestadas de personas secuestradas en África para ser vendidas como esclavas en América.
Lo que ocurre es que en su enajenación patriótica ha decidido hace tiempo que esta práctica podía ser propia del colonialismo inglés o francés, pero jamás del hispano. De ahí que en su negacionismo selectivo no tenga el menor pudor en lanzársela por la cabeza a una organización humanitaria como Open Arms.
Para el Abascal que se escaqueó del servicio militar pero que salió por una ventana con un yelmo en la cabeza queriendo pasar por un nuevo Francisco Pizarro, Open Arms no es un barco que socorre a personas expuestas a la muerte. Es un barco homologable al de los pérfidos colonialistas ingleses y franceses que han intentado manchar con una Leyenda Negra la impoluta conquista española.
Lo llamativo de esta desquiciada operación mental del líder de Vox es que coincide a pies juntillas con las alucinaciones negacionistas de Trump. Mientras Abascal pedía hundir el Open Arms por ser un barco negrero, Trump amenazaba con hundir el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericanas del Smithsonian, en Washington, por hablar “de lo mala que fue la esclavitud” y “de lo poco exitosos que han sido los oprimidos”.
Es así como hay que leer el mensaje en X del colega de Milei y Meloni: como una provocación miserable, pero consciente, que le permite perseguir varios objetivos simultáneos: presumir de patriota de pecho inflado; criminalizar como antiespañola y esclavista a una de las organizaciones de la sociedad civil que más ha hecho por salvar vidas migrantes; y agradar, como buen vasallo, a su referente supremo, el aspirante a Emperador de los Estados Unidos.
Pero no se trata solo de complacer a Trump. Cuando Abascal proclamó que había que hundir el Open Arms, podría perfectamente haber pedido hundir también la Flotilla que zarpará este domingo desde Barcelona rumbo a Gaza con el propósito de salvar otras vidas, las palestinas, que en el fondo son las mismas que perecen en esa fosa común en que se ha convertido el Mediterráneo.
Que a Abascal no le parecería mal disparar contra la Global Sumud Flotilla resulta evidente. Ganaría puntos con Trump y tendría el visto bueno de Netanyahu, su otro ventrílocuo en esta carrera despiadada por ver quién exhibe mayor crueldad y mayor ferocidad exterminadora.
La aparente bravata de Abascal está perfectamente alineada con una ultraderecha global que niega o distorsiona la historia del colonialismo, del racismo, de los genocidios, para poder prolongar esa violencia en el presente.
El objetivo del antihumanismo psicópata de Trump, Netanyahu o Abascal es amedrentar a todos los que quieran oponerse a él, quebrando la solidaridad entre los pueblos y sobre todo con los más vulnerables.
Al pedir que se hunda el Open Arms, el mandamás de Vox está pidiendo que se deporte arbitrariamente a algunos migrantes pobres, que se explote con descaro a la mayoría que mantienen en pie la economía y los negocios de sus amigos, y que se persiga a quienes defienden sus derechos.
Este discurso racista conecta perfectamente con el genocidio que hoy está permitiendo a Israel eliminar o desplazar forzosamente a miles de palestinos y palestinas sin que la Europa infectada de colonialismo y de sumisión a los Estados Unidos mueva un dedo.
Precisamente por eso, porque el objetivo de estos señores de la muerte es paralizarnos, conseguir que miremos hacia otro lado, como si no fuera con nosotros, la solidaridad debe ser un imperativo ético de primer orden. Que no apela a la heroicidad sino al hecho constatable de que la empatía, la ayuda mutua, tienen mucho más que ver con la especie humana que la voracidad psicópata y sociópata de unos pocos.
Vivimos en un mundo atravesado por desigualdades sangrantes, por catástrofes climáticas cada vez más dramáticas y por un rearme obsceno al servicio de negocios espurios. La única manera digna de transcurrir por él es resistiéndonos a ser parte de esa danza de la muerte y la codicia. Eso implica cooperar con los demás en la lucha por un mundo otro, y tener claro que cuando las campanas doblan por los más vulnerables, en realidad doblan por todos.
No permitamos que unos abusones cobardes como Abascal y sus secuaces nos intimiden. Hoy, más que nunca, hay que estar junto a todos los Open Arms del mundo que salvan vidas y dan cobijo a los desesperados. Y hay que estar, también, junto a las miles de personas del mundo entero que mañana domingo, en Barcelona, acompañarán a la Global Sumud Flotilla rumbo a Gaza, en un gesto solidario que tiene el enorme valor de no resignarse al cinismo, a la indiferencia y a la complicidad que hacen posible la barbarie.
Gerardo Pisarello
Publicado en ElDiario.es