“Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón”. Luis Miguel Atarbe.
Imaginad… un chaval de 38 años (uno más de los que tiene el que os habla). Un chico que tenía una imaginación desbordante… un homosexual, rojo y republicano en un pueblo de mancos… en un país de paletos manipulables…
Nunca cogió un arma… más allá de la pluma y de las estrellas…
Estudió en la Residencia de Estudiantes en Madrid (papá con dinero se lo podía permitir)… consentido… sensible… pudo hacer lo que más le gustaba en la vida… vomitar versos… escupir metáforas…
Ser libre… hasta morir atado.
Una madrugada de 1936, la del 19 de agosto… un solo mes de guerra… “mil panderos de cristal herían la madrugada”…
Es fácil de imaginar, ¿verdad? En un cuartelillo… con los ojos llenos de lágrimas… aterrado… paloma blanca desorientada…
Un cerrojo que se abre… unos gritos… un saco en la cabeza… calor… mucho calor…
Empujones y golpes hasta un vehículo… motor en marcha…
Olor a alcohol por todas partes… risas… y todas las almas del universo gritando en silencio por lo que iba a suceder.
El vehículo se para… el motor se para… el tiempo se para…
Quizá un golpe… le bajan… cae al suelo… como el toro… aunque no fueran “las cinco en punto de la tarde”.
Más empujones… quizá le quitan el saco de la cabeza para sentirse más hombre que él. Un poco de aire fresco le reconforta… levantar la cabeza… ¿cuántos? Uno no… para eso hay que ser valiente… varios… quizá cuatro… como los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Y Federico, personaje de un poema de García Lorca… al estilo de Antoñito Camborio… acepta su destino… sabe lo que va a suceder…
Sabe que va a morir… quizá, se orine encima (como lo haríamos todos)…
Un poeta en la madrugada… manos atadas… armas de fuego…
Disparos que revientan la línea espacio-temporal… que ahogan los sonidos de la noche…
Risas… quizá un último trago de algún vino barato.
Un cadáver eterno está en una cuneta…
Una constelación de carne y huesos es observada por la Osa Mayor mientras llora por la estupidez humana…
Un panteón de naturaleza para la eternidad…
Quizá, con el rabillo del ojo pudo llegar a ver por última vez su “luna de pergamino”… su inspiración… su musa…
Quizá pensó en algún último verso…
Y ya veis… ni siquiera una sepultura… aunque supongo que le diera igual… los cementerios tienen paredes para coartar la libertad de los que allí moran.
Muerto… e inmortal… los que le quitaron la vida se la dieron para siempre… el gañán que se jactaba de acabar de matar a Federico García Lorca, el que dijo “Yo le metí dos tiros en el culo por maricón” le convirtió en el más grande soñador de nuestra historia…
Muy bien idiota… privaste a tu gran España de un premio Nobel… privaste a tu España de un artista inacabado que tras “La casa de Bernarda Alba” había demostrado que podía alcanzar el horizonte… y gracias a ti las alcanzó a tiros…
Por rojo y por maricón… ¡qué grande tu España!
Y claro… nada se puede decir de estas víctimas… porque es remover el pasado… porque es tener falta de sensibilidad… porque… ahora no es el momento… porque ambos bandos hicieron tal y cual y yo qué sé… porque era rojo y los rojos van al infierno… y si encima son maricones van de culo…
Hace 80 años mataron a García Lorca sin juicio, sin culpa… de madrugada, entre llantos, entre risotadas… y al final… “verdes vientos, verdes ramas, el barco sobre la mar y el caballo en la montaña”.
Un 19 de agosto, de 1936, un chaval de 38 años, que nunca cogió un arma, fue asesinado y nunca se ha sabido quién lo hizo… porque nunca se ha investigado oficialmente… y no sabemos ni siquiera dónde está enterrado… si es que lo enterraron…
Y en una cuneta la poesía española murió aquella madrugada… al alba…
Publicado en el blog de Luis Miguel Artabe.