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Adios Kissinger

En esta ocasión he preferido ser correcto con el título de este artículo, más que nada por diferenciarme del estilo del que, en El País, Jaime Lorite ya firmó hace unos días, un artículo titulado “Ha fallecido un capullo colosal” lo cual, si bien se mira, tampoco es demasiado oneroso u ofensivo tratándose de que se habla de uno de los monstruos más dañinos que ha producido el siglo XX.

Pues sí. Se nos ha ido al otro barrio uno de los personajes más influyentes del último siglo sin que apenas se le haya dado mediáticamente la importancia que tuvo en nuestras vidas. Hasta finado se le tiene miedo, esta es una prueba más de la “independencia” de los medios en este país: nadie se ha atrevido a meterse de lleno en el merecido antipanegírico de este señor.

Repasar la biografía de este judío-alemán nacionalizado norteamericano equivale a introducirse dentro de un apestoso charco de purines y sangre, en una negra, espesa y repugnante novela de terror maquiavélico.

Recordemos, muy sucintamente, la trayectoria de este personaje. Ya muy joven, colaboró con la Inteligencia Militar Norteamericana en la batalla de Las Ardenas. A continuación, trabajó como profesor en la Escuela de Inteligencia del Comando Europeo; este fue el principio de una de las carreras políticas más oscuras y prolongadas de la Historia, algo así como en su día pudo ser la del retorcido ministro Joseph Fouché, de la Francia de los tiempos de Napoleón, pero con muchos más asesinatos a sus espaldas.  Ya en EEUU fundó sus propias Agencias de Asesoría siempre relacionadas con la política y el Poder; simultáneamente él mismo fue asesor de grandes corporaciones; fue Rector de la Universidad de Georgetonw; tuvo un puesto preeminente en la gigantesca Corporación Rand (armamento, chantajes y conspiraciones) fue Secretario de Estado con Nixon y Gerald Ford. Consiguió un ¡¡Premio Nobel de la Paz!! por haber conseguido, falsamente, como después se comprobó, un irreal tratado de paz con Vietnam. Asesoró y colaboró decisivamente con Israel en la guerra del Yom Kippur; intervino en Indonesia, tanto en el derrocamiento del presidente Sukarno como en la invasión de Timor Oriental; papel relevante en el acoso a la Cuba revolucionaria y en el tratado con Panamá sobre el Canal; apoyó y asesoró a Videla en Argentina, fue el artífice de la tristemente famosa Operación Cóndor donde se secuestraron y asesinaron a centenares de líderes de izquierda en Hispanoamérica; fue el gran asesor y soporte de Pinochet en Chile… afiliado al Partido Republicano, fue temido no solo por los Demócratas sino también entre sus propias filas; pero nadie se atrevió a ir directamente contra él, por la fuerte protección que suponían las conexiones que supo tejer (la Casa Blanca, el Pentágono, la CIA, el FBI, la Rand Corporatión, y demás empresas armamentísticas, con Israel, etc) que no solo le blindaban, sino que le hizo ser temido por los presidentes y altos cargos de su época, sus contemporáneos, conscientes del gran poder real que detentaba.

Nadie pudo con él, se fue cuando quiso. Tampoco se ha podido llevar nada a la tumba, salvo a los que ya se llevó por delante, miles de víctimas y millones de damnificados por su excelente mal hacer, dejando países arruinados y otros en guerras permanentes… y todo, por la defensa de la bota militar norteamericana.

En eso consisten, por desgracia, sus méritos. Maldito sea.

Mario Benedetti, con su estilo poético característico, supo hacer el mejor de los epitafios para resumir las biografías de este tipo de aves carroñeras.

¡Hurra

Murió el cretino

Vamos a festejarlo

a no llorar de vicio

que lloren sus iguales

y se traguen sus lágrimas.

Se acabó el monstruo prócer

se acabó para siempre.

Vamos a festejarlo

a no ponernos tibios

a no creer que este

es un muerto cualquiera.

Vamos a festejarlo

a no ponernos flojos

a no olvidar que este

es un muerto de mierda.

Miguel Álvarez

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