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Así es como la gerontocracia domina el mundo

Con una media de 74 años, solo seis líderes políticos manejan unos 50 billones de euros de la riqueza del planeta. ¿Qué consecuencias tiene para el mundo esta transformación demográfica?
La gerontocracia económica tiene el control del planeta. Los números brillan como diamantes en el escaparate de una joyería. Los infinitamente citados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), junto con Estados Unidos, la primera potencia terrestre, controlan el 48,9% del PIB mundial. Si el PIB global en 2023, acorde con los cálculos de Analistas Financieros Internacionales (AFI), fue de 105 billones de dólares, esas seis naciones poseen 51,34 billones (46,31 billones de euros) de la riqueza global. El «problema» se plantea con una simple cuenta. Los primeros mandatarios de esos países (Lula, 78 años; Putin, 71 años; Modi, 74 años; Jinping, 71 años; Cyril Ramaphosa, 71 años) suman 444 años, con una media vital de 74 años. Y a la gasolina se le han añadido los rescoldos del fuego. Porque Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, de 70 años, ha pedido su integración en los BRICS. Un país de una riqueza de 907.100 millones de dólares (unos 818.000 millones de euros al cambio actual), acorde con los datos de 2022.

A pesar de que Joe Biden le entregó el testigo a Kamala Harris (59 años), el planeta continúa orbitando alrededor de la gerontocracia. Harris sería solo una excepción dentro de la mayoría de los países más poderosos de la Tierra.

El destino, de forma directa o indirecta, de 8.000 millones de seres humanos depende de ancianos. Aunque ahora que se alarga la esperanza de vida esa bellísima palabra ha sido sustituida por ese cajón «desastre» que es el concepto de adulto mayor. Demasiadas veces sirve solo para ocultar la finitud de la existencia del hombre. Un autoengaño. «Es verdad ese envejecimiento, pero sería incapaz de predecir las consecuencias», apunta Joseph Nye —78 años—, antiguo secretario de Defensa de Estados Unidos en el Gobierno de Bill Clinton y profesor en la Escuela Kennedy de Relaciones Internacionales de la Universidad de Harvard. «Pero hay casos», matiza, «que no se ajustan al patrón: Francia, Italia, España, Irlanda».

Cada país es un mundo, pero pensemos, por ejemplo, en un mundo que es un país: Estados Unidos elige presidente en noviembre. Y desde los Padres Fundadores tiene sus propias reglas de la gravitación universal, una forma distinta de entender las fortalezas y las debilidades. Donald Trump (78 años), experto en acuñar comentarios despectivos de sus rivales, mientras Biden (81 años) se mantuvo en la carrera por el despacho oval, repitió constantemente el latiguillo Biden for Residence, «Biden para la residencia». Ahora, con Kamala, Trump es quien más cerca está de esa residencia.

Cualquier experto defendería que es la capacidad intelectual, y no la física, la que debe imperar. «Algunas personas de 70 años o más están perfectamente cualificadas para seguir trabajando y tener puestos de responsabilidad. Decir lo contrario es discriminar, en este caso por edad», reflexiona Mauro Guillén, profesor en la escuela de negocios de Wharton de la Universidad de Pensilvania: «No debemos caer en el edadismo». Un argumento perfecto. Incontestable. Pero la vida en el siglo XXI no resulta ni perfecta ni incontestable.

Estados Unidos —que posee una larga y poderosa tradición de veteranos de guerra— entiende que la parte física cuenta, y mucho. No quieren ver a un presidente que se equivoca de lado en una audiencia. Transmite —piensan— debilidad frente a sus enemigos. No lo pueden permitir. Porque representan la democracia liberal más avanzada del mundo. Los editoriales de The New York Times pidiendo que diese un paso al lado permitiendo a Kamala Harris postularse indican que Estados Unidos es una nación joven, donde la juventud suma y pocas veces resta. Está en su historia, en sus guerras, que han sido muchas, a lo largo de los siglos XX y XXI.

En los electores americanos hicieron mella las caídas de Biden, sus olvidos, y estaba la duda de si aguantaría el intenso y duro rally electoral», comenta Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano. Además, «Europa maneja unos valores diferentes a los estadounidenses». Solo hay que acordarse de los generales, o profesionales con formación militar, que han llegado, o estado cerca, del despacho oval.

Es indiscutible —indica Rafael Puyol, presidente de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR)— que le «hemos ganado años a la vida y vida a los años». Aunque advierte: «Quizá por su población más joven, la mentalidad estadounidense aún no ha asumido el proceso de envejecimiento como en Europa». Estas elecciones evidencian que la juventud es otra estrella más de su bandera.

Sin embargo, los números son anclajes de un montañero escalando un ochomil. Inamovibles. Otro ratio. El PIB, según lo que se denomina paridad del poder adquisitivo (PPA), y que, para hacerlo sencillo, responde a la pregunta de cuánto dinero sería necesario si quisiéramos adquirir idénticos bienes y servicios en dos países diferentes, representa —describen los expertos de AFI— el 49,1% (BRICS más Estados Unidos) de la riqueza de este globo azul orillado en la Vía Láctea.

Y ese número tiene consecuencias. Afecta a la prosperidad económica y también al transcurrir del tiempo. «Con el paso de los años, los seres humanos tenemos próximo el final de nuestro ciclo de vida y solemos ser más adversos al riesgo, y tener gobernantes con esas edades podría disminuir la agenda reformadora», advierte el economista José Carlos Diez. Surge la condición humana. «Los líderes mayores no se lanzan a innovar, la estrategia suele estar en el corto plazo», subraya José Manuel Amor, socio director de AFI. «Los mayores son más conservadores y les cuesta —recalca García Encinar— adaptarse a los cambios. Lo que ignoramos realmente es el mundo al que vamos».

Los expertos consultan su particular bola de cristal. Los 65 son los 50 de hace 15 años. Este tipo de frases discurren continuamente por los medios de comunicación. La esperanza es el título de la novela futura que se escribe hoy. «La mayor longevidad implica que hay más personas de edad avanzada y, por lo tanto, esto se verá reflejado en todos los aspectos, incluidos políticos, consejeros delegados y gestores empresariales», observa José Montalvo, catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). «Además llegan con mayor salud tanto física como mental», describe y añade que «para este tipo de puestos se valora mucho la experiencia, una carrera muy larga implica una percepción de conocimientos más profunda y más estratégica junto con mayores conexiones, lo que también facilita que puedan seguir en cargos de responsabilidad más tiempo».

Pero más allá de la experiencia, también se sufre por esa mirada a corto plazo, la poca aversión al riesgo y unos jóvenes que apenas se movilizan. Existe una fractura. Dónde está el espacio de descanso o la jubilación. «Una persona de 60, 70 u 80 años no es lo mismo hoy que hace medio siglo. Y la tendencia seguirá, sobre todo gracias a la tecnología. Le apuesto a que nuestros hijos verán a personas de 90 y 100 años trabajando», augura el sociólogo Mauro Guillén. ¿Eso es lo que esperamos de la vida: trabajar más años?

Por vez primera en la historia, las personas mayores superan en número a los niños menores de 5 años en el mundo, y en 2050 sobrepasarán tanto a los adolescentes como a los jóvenes de entre 15 y 24 años. Este fenómeno será similar en Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Japón. Infinidad de democracias. Los analistas sostienen que es uno de los mayores éxitos del siglo XX. Sin embargo, al igual que las nuevas tecnologías, plantea preguntas esenciales para el ser humano cuyas respuestas ignoramos.

Miguel Ángel García Vega
Publicado en Ethic

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