¡Ay! Pedro ¡Pedrito…!
Pasados unos días, después del importante sobresalto, por no decir susto, que nos dio nada menos que el Sr. Presidente del Gobierno de España, Don Pedro Sánchez, las aguas han vuelto a su cauce: la derecha sigue igual, el gobierno también y, la presunta izquierda del PSOE, Sumar, ni sabe, ni contesta.
Esto no quiere decir que en esos cinco días no pasasen cosas, unas positivas y otras negativas. Entre las primeras me vienen a la cabeza unas cuantas, algunas sabiamente forzadas en las improvisadas discusiones que motivaron los días de reflexión de Sánchez: una de ellas, muy importante, ha sido el abrir un debate generalizado en todos los estratos sociales del país acerca de las cloacas del Estado. Nunca se había hablado tanto y con tanta profundidad del lawfare, de ese Poder Judicial que aún no ha pasado, no ya por la depuradora, ni siquiera por un proceso de lavado de cara; un Poder Judicial que osa anticiparle al que se supone que es el máximo Poder del Estado, el Parlamento, no solo cómo debe hacer las leyes, sino también qué leyes puede o no puede hacer o tocar. ¿Será por aquello de que el que avisa no es traidor?
Se ha hablado también, y mucho, del periodismo de alcantarilla y de los porqués de su existencia, así como de los propietarios de los medios y su tenaza sobre los estómagos de las familias de aquellos periodistas considerados “díscolos”. Contando con el laissez faire judicial, esos miles de bulos, noticias y denuncias falsas provenientes de “extraños” chiringuitos financiados con dinero público y disfrazados de asociaciones defensoras de extraños principios terminales, han realizado un agujero tal en aquella nuestra frágil democracia, aquella que, graciosamente, nos concedieron a la muerte del general que, cada día más, parece que nos acerquemos al año 1975 en vez de al 2025. Total ¿Qué son cincuenta años, más o menos?
En aquellos antes mencionados cinco días de reflexión, tan largos, dominó realista la percepción de la debilidad de la izquierda y, ello sirvió para que de este modo tomásemos conciencia plena de que, si Pedro caía, entraba la ultraderecha a saco en la Moncloa y se nos caía el pelo a todos, a tirios y a troyanos. Hasta aquí la parte positiva de “la farsa” protagonizada por Sánchez y su brillante manual de resistencia personal. Muchas gracias. Te debemos, Pedro, el habernos hecho más conscientes aún de esa triste realidad y eso es siempre positivo, aunque no necesariamente bueno.
Sin embargo, en tu debe, Sánchez, se ha echado a faltar como siempre la acción, el necesario paso hacia adelante, plantar cara de verdad, aunque solo sea en la medida de lo posible, a los problemas reales del país. En este caso, por poner algunos ejemplos, el simple anuncio de medidas judiciales y legislativas para plantar cara a los delitos de falsificación de pruebas y a la difusión de bulos. Echamos de menos, se notó demasiado, la ausencia de alguna promesa de poner los medios propios del gobierno a funcionar para atajar, al menos algunas, de las graves anomalías antidemocráticas que ese mismo lunes denunció. Esa omisión era algo que no podía pasar inadvertida. Pedro, con su personal ejemplo, vino a decirnos de forma subliminal a los españoles que con esta gente no se puede pelear, que lo que único que podemos hacer es revestirnos de estoicismo y, como él, resistir individualmente, el que pueda, como pueda y lo más que pueda. ¿Y después? pues Dios dirá.
No Sánchez, no, a ti nadie te ha puesto ahí para que te salves a ti mismo y/o a tu familia… que también; tú estás ahí porque los que te votaron esperaban que, al menos, corrigieses de raíz alguna de las graves anomalías que afectan a la mayoría de los ciudadanos, por ejemplo la Ley Mordaza, o al menos que paliases los problemas de aquellos que padecen y sufren día tras día el ocaso de la Escuela y la Sanidad Pública, los salarios bajos, los problemas de vivienda o la falta de ella… y así, un largo etcétera,.
Visto lo visto, da la sensación de que, a partir de ahora, después del espectáculo de un Sánchez flagelado, dolido y humillado, a nadie le pueda extrañar que la RAE deseche y tire a la papelera el verbo luchar acompañado de todas sus declinaciones y sinónimos.
Miguel Álvarez