Después de cuatro años de cárcel, Luis Bárcenas ha empezado a hablar. El ex tesorero del Partido Popular ha decidido tirar de la manta tras el ingreso en prisión de su esposa, a la que quería proteger a toda costa. En escrito remitido a la Fiscalía, Bárcenas declara que el PP se financió durante 27 años de manera ilícita, mediante donaciones opacas.
Esas donaciones sirvieron para pagar complementos salariales a los principales dirigentes del partido y reformar la sede central en Madrid. Algunas empresas donantes habrían recibido a cambio contratos en algunos ministerios. Sostiene Bárcenas que el propio Rajoy destruyó en una trituradora la contabilidad de la caja B del partido, contabilidad de la que existía una copia, que acabó siendo sustraída del domicilio del propio Bárcenas.
Embotar los sentidos, confundir las proporciones de los diferentes problemas y convertirlo todo en una papilla de malestar perpetuo es precisamente el objetivo de la estrategia de la tensión. Hay que realizar verdaderos esfuerzos para ver las cosas en perspectiva. Vamos a intentarlo en el vídeo-blog de esta semana.
Las claves:
- Veintisiete años de financiación bajo mano: más de la mitad del periodo democrático en España. Estaríamos ante un dato estructural de la política española.
- Se entiende mejor ahora la numantina oposición de los populares a la renovación del actual Consejo General del Poder Judicial.
- Se usó presuntamente a un grupo de policías, pagados con fondos reservados del Estado, para intentar apoderase de las pruebas que poseía Bárcenas. Con menos de la mitad de esta historia, en otro país europeo habría un escándalo monumental.
- Se usaron fondos en negro, sostiene Bárcenas, para ayudar a difundir el bulo sobre la participación de ETA en los atentados del 11-M. España ha sido el único país del mundo en el que se ha desplegado una poderosa campaña de intoxicación para negar la autoría yihadista de un salvaje atentado.
- Ahora se entienden mejor los silencios y las quietudes de Mariano Rajoy durante los momentos más críticos con Catalunya. Tenía miedo a una escisión por la derecha (tenía miedo a Vox antes de que naciese Vox) y tenía miedo a reacciones adversas del sector más conservador de la judicatura.
- El caso B. no es el pasado. Es la dinámica que ha moldeado el presente.
Enric Juliana
Artículo publicado en La Vanguardia