Bajo los tulipanes, las cloacas fiscales
Más de 600.000 millones son desviados artificialmente cada año hacia ‘paraísos’ fiscales. Este sistema de evasión no solo se halla en islas exóticas, también en Estados miembros de la UE como Luxemburgo o Países Bajos
Hace apenas una semana, un empleado de un centro de recogida de basuras se dirigía al primer ministro holandés, Mark Rutte, pidiéndole: “Por favor, no dé ese dinero a los italianos y a los españoles”. Rutte se rió a carcajadas, mostró los pulgares a su interlocutor y le respondió “No, no, no…”, para luego agregar un “lo tendré en cuenta”. El vídeo llegaba tras semanas de enfrentamientos entre los gobiernos de Italia y Países Bajos en el debate sobre la mutualización de las deudas europeas mediante los ya famosos coronabonos.
Unos días después del polémico vídeo, la plataforma de economistas Tax Justice Network publicaba un estudio que revelaba cómo cada año el grueso de los países europeos deja de ingresar unos 25.000 millones de euros en concepto de impuestos corporativos. Esto en España se traduce en que las arcas públicas dejan de ingresar en impuestos de sociedades unos 2.300 millones de euros, el equivalente al 2,5% de nuestro gasto sanitario.
Como recomendaban en The Wire, “si quieres conocer la realidad, sigue el rastro del dinero”. Se estima que en España cada año las empresas dejan de pagar impuestos por un valor de unos 60.000 millones de euros, de los que las grandes empresas son responsables en más de un 70%. Una gran parte de ese dinero se aloja en islas paradisíacas o en bancos a pies de nevadas montañas, pero no todo. Aproximadamente 10.000 millones de euros eludidos en España se esconden en guaridas fiscales con baja tributación dentro de la propia Unión Europea.
Aunque la UE se niegue a incluirlos en ninguna lista negra, Estados miembros, como Luxemburgo o, precisamente, Países Bajos, son –junto con otros vecinos europeos como Suiza o algunos territorios anexos a Reino Unido– responsables de la mitad de la elusión fiscal del impuesto de sociedades en el mundo, según Tax Justice Network. Qué casualidad: los mismos gobiernos que favorecen la elusión fiscal de las grandes empresas son también los que se graban vídeos criticando el supuesto dispendio de los países del sur y se pasean por las cumbres internacionales dando lecciones sobre una rigurosidad presupuestaria que, sin embargo, no aplican en sus “paraísos” a multinacionales y multimillonarios.
Varias veces he acompañado en el Parlamento Europeo a investigadores y reporteros que buscaban conocer más sobre esas cloacas fiscales europeas. Cuando escuchan datos como los anteriores, siempre preguntan lo mismo: “Pero, ¿cómo se puede permitir todo esto en Europa?”. Pues, aunque parezca mentira, lejos de evitarlo o contenerlo, la arquitectura económica de la UE no solo propicia una devaluación fiscal permanente (en un marco de libertad de movimiento de capitales sin armonización entre los regímenes fiscales nacionales, la carrera por el dumping fiscal entre Estados Miembro está más que servida), sino que además permite la existencia de tres guaridas fiscales en su seno y no regula su relación con otros siete territorios del Espacio Económico Europeo que también actúan como tales, manteniendo con todos ellos acuerdos económicos y comerciales preferenciales mientras compiten deslealmente con los demás países de la UE.
Y todo esto mientras impone políticas austeritarias que exigen a la población “ajustarse el cinturón”. Unas medidas que se traducen en recortes de derechos sociales que no solo suponen un ataque a nuestro bienestar, sino también a elementos redistributivos claves en nuestras sociedades como la sanidad. Porque cada vez que se recorta en sanidad, no solo nos están matando, sino que también nos están robando. Eso sí, todo bien barnizado y disimulado bajo el mantra del supuesto esfuerzo común sintetizado en eslóganes como “de esta solo salimos todos juntos”.
¿Todos? Las grandes fortunas y las multinacionales no solo no contribuyeron a salir de la anterior crisis ni están dispuestas a hacerlo en la que se avecina, sino que, muy al contrario, han aprovechado los “esfuerzos” de las mayorías sociales para llenarse los bolsillos y acelerar su concentración de poder y riqueza. Y nada de eso habría sido posible sin el entramado mundial de guaridas fiscales. Y decimos guaridas, por no decir directamente cloacas, porque llamarlas paraísos fiscales sería aceptar la gramática de la misma minoría peligrosa para quienes esos lugares resultan paradisíacos. Estos espacios de no derecho al servicio de los ultramillonarios y multinacionales conforman una tupida red de mundos extraterritoriales que no es ni accidental, ni casual ni una excepción, sino parte consustancial a la propia naturaleza y estructura del capitalismo actual.
Como escribe el economista y sociólogo John Urry, ya sea llevándose el dinero a estas guaridas fiscales o filiales de empresas a terceros países, este proceso de deslocalización es el medio que utilizan los ricos para constituirse y desarrollarse como una singular clase internacional que, más que “clase en sí misma”, es una “clase para sí misma”. Y el resultado es de sobra conocido: la captura y perversión a manos de los poderes financieros de las instituciones y de las agendas públicas para ponerlas a su servicio. Una tendencia donde el aumento de la desigualdad se retroalimenta con el secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites. Porque la evasión fiscal es un gran agujero negro que traga democracia y equidad.
Una economía en la sombra que funciona en la oscura opacidad y que solo conocemos a golpe de filtración, como la de los Papeles del Paraíso que revelaron una trama generalizada de las multinacionales para evitar el pago de impuestos, maximizando así sus beneficios a costa de nuestros derechos. Un número creciente de multinacionales registran sus algoritmos, marcas y logos en territorios offshore para ‘exportar’ los beneficios de los países donde realmente se han generado hacia estas opacas guaridas fiscales. O se sirven de estrategias de elusión como el “sándwich holandés”, una técnica de planificación fiscal empleada por multinacionales de todo el mundo que utilizan empresas subsidiarias holandesas para trasladar sus ganancias a guaridas fiscales donde la tributación, a diferencia de en sus países de origen, es baja o incluso nula.
El grupo Verde europeo publicó en 2016 un informe sobre la elusión fiscal de las grandes empresas europeas. En él se concluía que esta planificación fiscal agresiva ha permitido a Inditex rebajar su factura fiscal en 585 millones de euros entre 2011 y 2014. Gracias a la mencionada artimaña del “sándwich holandés”, el grupo textil español canaliza el pago de los royalties de sus tiendas a una filial creada en 1995 en Países Bajos, donde disfruta de una fiscalidad más baja. Esta maniobra fiscal privó a España de ingresos fiscales procedentes de esta empresa valorados en 218 millones de euros entre 2011 y 2014, según calcula el mencionado estudio.
Pero Inditex no es la excepción, sino más bien la norma: prácticamente todas las empresas del Ibex 35 “tienen en estos momentos presencia en territorios considerados como guaridas fiscales sin estar en principio esta directamente vinculada a la práctica principal de su negocio”, tal y como señala Oxfam. En el mundo, más de 600.000 millones (la mitad del PIB español) son desviados artificialmente cada año por las multinacionales hacia estos ‘paraísos’ fiscales. Las excepciones son gotas sucias en mitad de un mar cristalino. Estas prácticas fiscales constituyen una trama generalizada al servicio de las multinacionales que se vierte por los conductos globales de estas cloacas sin fronteras.
Según Gabriel Zucman, en un país como España las pérdidas anuales de ingresos por culpa de esta trama fiscal se aproximan a los 7.000 millones de euros, a los que habría que añadir otros 4.100 millones eludidos por las multinacionales que operan en el país. En total, más de 11.000 millones de euros al año, casi el doble de lo destinado por el Estado para infraestructuras en 2017. Y como decíamos, este sistema de evasión no solo tiene sus cuevas del tesoro en playas paradisíacas: sin Estados-guaridas fiscales en el seno de la UE, como Luxemburgo o Países Bajos, nada de esto sería posible.
Pero no solo. Tanto ese entramado de guaridas fiscales como el resto del sistema de evasión y elusión no serían posibles sin los bancos que actúan como intermediarios necesarios de esta economía en la sombra. El mismo sistema bancario que, después de años de economía de casino, socializó las perdidas privadas y las convirtió en deuda pública que pagamos con recortes sociales. Algunos de estos bancos ofrecieron servicios de dudosa legalidad a sus clientes, incluso estando bajo el Mecanismo Único de Supervisión (MUS/SSM), dependiente del Banco Central Europeo. Como afirma el economista portugués Francisco Louça, asistimos a la paradoja de que, mientras que la respuesta a la crisis financiera desatada por el crack de 1929 fue reducir la agresividad del sistema financiero, la respuesta a la crisis financiera generada por el estallido de la burbuja en 2008 ha sido todo lo contrario: dejar crecer esa agresividad y quitarle a los bancos las pocas correas que aún le quedaban para poder dar rienda suelta a su instinto depredador.
Y, en un movimiento circular y retroalimentado, esta agresividad financiera es tan necesaria como dependiente del entramado de guaridas fiscales que operan internacionalmente. Porque el papel de las entidades financieras no es solo ser intermediarias necesarias para crear sociedades pantalla, sino también erigirse como principales benefactoras de la creación de filiales en estos territorios offshore. Según un informe de Oxfam y la Fair Finance Guide, los 20 principales bancos europeos, entre los que se encuentran el Santander y el BBVA, aparcan en guaridas fiscales el equivalente al 26% de sus beneficios (25.000 millones de euros), un porcentaje que no tiene nada que ver con la actividad económica que desarrollan en esos territorios.
A principios de este año, se desató la polémica porque Bankinter ofreció a sus clientes con mayor patrimonio la posibilidad de trasladar sus sicavs a Luxemburgo, como alternativa ante los cambios que pudiera llevar a cabo el Gobierno español en materia de subida de impuestos y en la regulación de esta figura de inversión utilizada por cuentas con gran poder adquisitivo. Básicamente lo que les estaban ofreciendo era simple y llanamente eludir impuestos. La consejera delegada de ese banco, Dolores Dancausa, hermana de la anterior delegada del Gobierno del PP en la Comunidad de Madrid, justificaba el producto ofertado como una respuesta ante una “indiscriminada” alza de impuestos por parte del nuevo Ejecutivo, al que le pedía que no cayese en la tentación de tesis “intervencionistas y ajenas al mundo occidental”.
Así pues, vemos cómo, sin pudor alguno, el mismo sistema bancario rescatado con dinero público, mientras se dejaba hundir a las familias, se dedica a practicar terrorismo fiscal contra los derechos de todos. Para revertir esta situación, debemos declarar la guerra a las guaridas fiscales, a quien las fomenta y a quienes se benefician de ellas. A las puertas como estamos de una crisis social y económica sin precedentes, será necesario implementar un plan de choque social para que no sean una vez mas las clases populares las que paguen la factura de los “planes de rescate”. Preguntémonos quién rescata a quién antes de llenar los estrados con bonitas palabras repitiendo aquello de “entre todos salimos de la crisis”. Miremos qué oscuras prácticas se esconden en la opaca trastienda de quienes pretenden dar lecciones de austeridad y rigor fiscal. Y, sobre todo, cuando nos digan que no hay dinero, recordémosle dónde lo esconden quienes siempre se lo llevan crudo.
Pero ojo a las tentaciones chovinistas y a los miopes enfoques en clave nacional: los culpables del expolio y de la infamia no son los holandeses o los luxemburgueses en su conjunto, sino las élites holandesas, luxemburguesas, italianas y españolas que no tienen más patria que el dinero. No es el pasaporte lo que les define, sino su cartera, sus prácticas y sus intereses. Como dijo una vez el sarcástico escritor norteamericano Peter De Vries, “los ricos no son como nosotros: pagan menos impuestos”. Esta vez tenemos que conseguir que paguen los ricos.
Miguel Urbán
Artículo publicado en Ctxt