Bárbara Probst Solomon – “Los felices cuarenta”
Libro: «Los felices cuarenta»
Autor: Bárbara Probst Solomon
Editorial: Seis Barral 1978
Bárbara Probst Solomon (1929-2017) fue una escritora y periodista norteamericana, de origen judío y familia alemana emigrada a USA. Fue corresponsal de “EL País” en N.York y colaboradora de la prensa estadounidense. Era hija de un acaudalado abogado neoyorquino y una pintora de la ilustración liberal. Buena parte de su educación descansó en una institutriz prusiana de religión luterana. Su madre siempre miró a Europa con añoranza. Acabados sus estudios medios, Barbara Probst abandonó la opción de cursar los estudios universitarios a los que luego volvería para iniciar la búsqueda de su propia identidad. Un camino que discurrió en Europa.
Su vida estuvo indisolublemente unida a España desde sus años de adolescencia, cuando viajó al París de la postguerra. Allí entró en contacto con la oposición política española y el exilio republicano y fue donde conoció a su primer amor, Francisco Benet, el hermano del escritor Josep Benet. A través de sus amistades “peligrosas” conoció la labor de oposición al franquismo, compartiendo las experiencias de los escritores e intelectuales españoles huidos de España. Muchas de ellos se movían alrededor de la editorial “Ruedo Ibérico”.
Aprendió con ellos que España era un gran país que había perdido las libertades y que merecía un destino mejor que una dictadura implacable. Desde entonces se sintió muy ligada a España a la que, hasta entonces, solo conocía por los testimonios de los brigadistas norteamericanos de la “Brigada Licoln” en la guerra civil española, cuya huella había impregnado los medios progresistas de USA en los años treinta.
En ese contexto se fragua la descabellada idea de viajar a Madrid, visitar Cuelgamuros y liberar a dos presos políticos de la prisión del Valle de los Caídos. Manuel Lamana y Nicolás Sánchez Albornoz. Ambos consiguieron escabullirse del campo de concentración en un insólita fuga. Acompañada de la hermana de Norman Mailer, el escritor norteamericano, y haciéndose pasar por dos turistas, Barbara y Norma alcanzaron su objetivo en un inverosímil viaje para llevar a ambos hasta la frontera francesa. Los presos pasaron el último tramo a pie por Puigcerdá, mientras las turistas, no sin dificultades, cruzaron en coche. Antes de cruzar fueron interrogadas infructuosamente por la policía. Fernando Colomo ilustró el evento en su film “Los años bárbaros”, cinta que alcanzó un considerable éxito. Eran unos años en que España y, singularmente Madrid, estaban precintada por el hambre y la represión del régimen. Las cárceles llenas por los presos de la guerra civil a los que se habían sumado los detenidos de las direcciones y los cuadros intermedios de la UGT y la CNT que habían intentado reorganizarse. Las detenciones de esa década habían sido masivas. El marco geopolítico internacional había arruinado la posibilidades de que los aliados apartaran la dictadura y se restauraran las libertades en España. La guerra fría había dado al traste con esa hipótesis.
Después de esa experiencia, la autora siguió en París colaborando a través de la Revista Península, órgano que permitió dar a conocer la obra del novelista Juan Benet. Sus objetivos eran elevar el nivel cultural e intelectual del exilio francés. Su distribución funcionó de manera clandestina en el interior de España.
A diferencia de las disquisiciones teóricas de los ambientes izquierdistas de USA, que Bárbara Probst había frecuentado allí, la lucha clandestina de los opositores a Franco le hizo conocer no solo los riesgos que corrían, sino los auténticos valores de defensa de los débiles y el valor de la democracia en ambientes hostiles. A París y a Toulouse, como sedes emblemáticas, llegaban los ecos de España.
En sus viajes clandestinos con Paco Benet, pudo conocer el miedo y el riesgo que suponía la defensa de unos ideales en situaciones tan difíciles. Conoció y dio a conocer de primera mano la miseria del final de la guerra y las penurias que pasaban la mayoría de los españoles en los años de la Autarquía, en medio de unas prisiones llenas de presos políticos. Conoció la dictadura y sus consecuencias, pero también le sirvió para aproximarse a la cultura española. A su claves y a sus coordenadas históricas. A sus ciudades y a sus rincones. Aprendió a amar a España y a sus gentes.
También pudo observar las profundas heridas que habían quedado entre los vencedores y los vencidos y la división de estos últimos entre comunistas y no comunistas, y entre el interior y el exterior. Esos años los tuvo siempre presentes después en su vida de corresponsal. Fue su punto de partida, la base del conocimiento de España y su evolución desde el final de la guerra civil y a lo largo de las siguientes décadas. Después de esos años, Paco Benet rehízo su vida en USA, en la Universidad de Standford, y se hizo un experto antropólogo, muriendo veinte años después en un accidente de coche entre Teherán y Bagdad.
Barbara Probst antes de su vuelta de Europa, aun tuvo tiempo junto con Paco de conocer sus ciudades, y de horrorizarse con las huellas de la guerra, con la degradación sufrida y con sus cicatrices. Animada por formarse ingresó en la Universidad de Columbia, para seguir sus estudios detenidos en secundaria y cultivar su innegable talento. Conoció a la generación “beat” con la que entró en contacto y con la que se relacionó profundamente y a la que admiraba.
La autora conoció y colaboró con la oposición en la transición democrática dando a conocer los entresijos políticos de la política española en el seno de la opinión publica USA. Desde las páginas de los periódicos supo dar una visión honesta del final de la dictadura y la restauración de la democracia. El Madrid de la transición bullía de reporteros para recoger información de los momentos difíciles de cómo se produjo ese alumbramiento durante esos años. Idéntico compromiso al de Bárbara Probst, asumió el periodista José Antonio Novais desde las páginas del diario Madrid, y desde la corresponsalía de “Le Monde”. Novais, de origen portugués, era hijo del jefe de prensa de Manuel Azaña, Joaquím Novais. Afincado en Madrid, después de su formación en Francia, también fue un periodista comprometido, constituyendo un importante puntal al servicio de la oposición en aquella carrera por dar a conocer lo que sucedía en las calles de España. Su compromiso le llevo a su detención y a la retirada por Manuel Fraga de su carnet de prensa por algún tiempo.
En los años noventa, Bárbara Probst visitó “La residencia de estudiantes” con motivo de una exposición sobre los “Años Bárbaros” cuando aprovechando su visita se le dedicó un homenaje. En el se recogía esa alucinante experiencia del Valle de los Caídos. También se prodigó en los encuentros de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, de Santander.
En este libro la autora reúne muy buena parte de sus recuerdos, de sus experiencias de juventud, sus orígenes, su educación y muchas de sus vivencias en relación con España. Pero el texto no es solo eso, constituye también un testimonio político, un ensayo dedicado a la defensa de los ideales democráticos durante la dictadura y la transición. La autora se comprometió a acreditar y dejar huella siempre de ese empeño. Sus señas de identidad quedaron plasmadas a través de sus artículos de prensa, de sus trabajos en el Pen Club, en el relato de sus libros y en la dedicación a sus amigos. Con un profundo compromiso con la oposición política española, siempre se situó en la defensa de las libertades y los derechos humanos junto a Amnistía Internacional. La propia ONU al final de su vida le reconoció su labor en esa materia fruto de su activismo social. España le concedió en 2010, la Orden de las Artes y las Letras. Su fallecimiento en Manhattan, en 2019, dejó una profunda huella en los que la conocieron.
Como corresponsal del periódico “El País” en USA ha sabido siempre dar una visión progresista de España, a la que con frecuencia visitó en varias ocasiones y donde tenía una larga lista de amigos.
Fue galardonada dentro de los ambientes culturales de nuestro país, con premios periodísticos como el “Cuco Cerecedo. La obra es la desiderata de una activista, valiente y comprometida con las libertades civiles y políticas en el tiempo que le tocó vivir.
Pedro Liébana Collado