Tras la decisión de la fiscalía del Supremo archivando la causa contra Rita, solo cabe la dimisión de Oltra y sus corifeos de Compromis.
Blesa y la «presión»
Tuvimos que expresarlo (y escribirlo) con motivo de la muerte de Rita Barberá, y parece que hace falta repetirlo tras el suicidio de Miguel Blesa: nuestro absoluto respeto al difunto, a su familia y a quienes lloran su pérdida. Eso sí, sin caer en la hipocresía de obviar que la muerte (de cualquiera) no altera ni rectifica su comportamiento en vida.
Cuando falleció inesperadamente la ex alcaldesa de Valencia, unos cuantos dirigentes del PP, desde el ministro de Justicia Rafael Catalá a su portavoz parlamentario Rafael Hernando, acusaron directamente a la prensa, a la oposición política y a los usuarios de redes sociales de haber organizado una “cacería”, un “linchamiento” que habría provocado la muerte de Barberá. Ninguno de los autores de aquellas barbaridades se ha disculpado, ni siquiera tras conocer los informes forenses que certificaban que fue su propio hígado el que se llevó por delante la vida de la dirigente valenciana después de serios y reiterados avisos.
“Miguel Blesa es Rita Barberá. La presión se cargó a Rita y se ha cargado a Miguel Blesa”, ha afirmado este jueves Fermín Gallardo, administrador de la finca cordobesa donde el exbanquero se quitó la vida de un disparo con su propio rifle. Puede disculparse la reacción espontánea de un amigo afligido por tan violenta pérdida, pero Gallardo ha argumentado además que Blesa era inocente, que las tarjetas black “las tienen todos los bancos y las han tenido todos los partidos”, y que las acusaciones eran por tanto una excusa para “llevárselo por delante”.
Gallardo, uno de los mayores gestores de cotos de caza en España, debe saber perfectamente que a Blesa lo condenó un tribunal a seis años de cárcel porque consideró que cometió varios delitos al crear, distribuir y usar esas tarjetas “opacas al fisco” durante años en el banco público a cuya presidencia le aupó a dedo su también íntimo amigo José María Aznar. Como sabe que la defensa de Blesa tenía recurrida esa sentencia ante el Tribunal Supremo, y por eso Blesa seguía en libertad. Y sabrá, o debería saber que, aparte del ya juzgado asunto de las tarjetas, Miguel Blesa estaba imputado en la causa de las preferentes, esa gigantesca estafa que arruinó a decenas de miles de pequeños ahorradores españoles (entre ellos a esos pensionistas que durante los últimos años se han venido manifestando cada jueves, hiciera calor o frío, ante las sedes de Caja Madrid o Bankia en Madrid, Barcelona y otras ciudades). Como también sabrá que Blesa estaba procesado en la causa por los sobresueldos irregulares que se repartía la cúpula de Caja Madrid bajo su presidencia. Sobre las responsabilidades de Blesa en esas causas basta un vistazo al dossier de infoLibre para comprobar la multitud de pruebas documentales que las señalaban.
La autopsia ha confirmado que Blesa se suicidó. Conocer las causas concretas que le llevaron a tomar esa decisión es prácticamente imposible. Ni siquiera sabemos si había barruntado esa posibilidad en algún momento anterior o si había recibido ayuda psicológica si la precisaba. Antes de caer en la tentación de achacar a la “presión” de otros la autolesión letal conviene informarse sobre una lacra que se ha convertido en algunas franjas de edad (especialmente muy jóvenes) en la principal causa de muerte en España, y cuyo incremento algunos estudios relacionan con los efectos de la crisis económica. Cabe exigir también el máximo respeto hacia los preferentistas arruinados que se han quitado la vida por desesperación absoluta, según las denuncias de las propias asociaciones de damnificados.
Por lo demás, ni la muerte de Rita Barberá elimina las irregularidades que bajo su mandato se cometieron por el PP de Valencia ni el suicidio de Blesa convierte en humo sus responsabilidades en la gestión del mayor fiasco bancario que han sufrido los contribuyentes españoles. Debería saberlo Rafael Hernando, quien se despachó hace unos días con la siguiente sentencia en Twitter:
Las responsabilidades penales (de cualquiera) se extinguen cuando uno fallece, lo cual no quiere decir que los hechos no existieran o que las causas no continúen en lo que concierne a otros acusados. Incluso podría ocurrir que los herederos de Blesa tuvieran que asumir consecuencias económicas por las tarjetas black.
Si cabe establecer algún paralelismo entre los casos de Rita Barberá y de Miguel Blesa sería el aislamiento palmario en el que la inmensa mayoría del PP los dejó en los últimos tiempos. Achacar la causa de sus muertes a la “presión” de la soledad sería tan injusto y descabellado como esa extendida afición a convertir en víctimas a los culpables y viceversa.
Artículo publicado en Infolibre