El cambio climático, un huracán para el planeta
El cambio climático está presente aquí y ahora. Sus efectos se viven ya en todos los continentes. En 2017 se batieron récords de temperatura global y los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes e intensos, con las consecuentes pérdidas económicas y ecológicas. Hoy, solo los negacionistas más acérrimos e interesados dudan de que el cambio climático alimenta y exacerba fenómenos extremos como huracanes, lluvias torrenciales y olas de calor, y que está haciendo más duras e intensas sequías como la que sufrimos en España.
No se trata de que los huracanes sean o no atribuibles directamente al cambio climático, sino de que es evidente que se han visto incrementados en frecuencia e intensidad, tal como demuestra su seguimiento en el Atlántico Norte desde 1970: mayores precipitaciones, aumento de las oleadas de tormenta y cambios en los patrones de viento que intensifican el impacto del huracán. Cuanto más caliente el agua del mar, más fuertes son las tormentas, y los datos muestran que las temperaturas medias de la superficie del mar han aumentado, y que algunas áreas del Atlántico Norte y el Golfo de México son actualmente más cálidas que la media. Además, este aumento de la temperatura del agua del mar provoca una mayor evaporación y más humedad en el aire, lo que significa que la cantidad y la intensidad de la lluvia asociada con los huracanes también crecen. A esto hay que añadir el agravamiento por la subida del nivel del mar, que es mayor que hace décadas debido al cambio climático.
La urgencia de actuar está más clara que nunca. El Quinto informe del IPCC deja claro que cada vez tenemos menos tiempo para reaccionar, pero también muestra que una reducción ambiciosa de emisiones puede disminuir el alcance del cambio climático y limitar la probabilidad de impactos graves, generalizados e irreversibles.
Para España, siendo un país extremadamente vulnerable al cambio climático, con una economía que depende en gran medida de sectores estratégicos ligados a la naturaleza y a la salud de los ecosistemas como el turismo, la agricultura, la ganadería y la pesca, y en el que gran parte de su población se encuentra en zonas de riesgo por olas de calor, convertirse en líder y referente en la lucha contra el cambio climático es una obligación y una cuestión de pura supervivencia que nuestro Gobierno debería afrontar con más liderazgo y determinación que ninguna otra nación europea.
Nuestro presente y nuestro futuro dependen de las decisiones que tomemos en los próximos meses y en los próximos años; no hay mucho más margen. Por eso, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética sobre la que trabaja el Gobierno es una oportunidad única para crear un marco ambicioso que permita adaptar estos sectores económicos y la gestión de nuestros valiosos ecosistemas al impacto cierto del cambio climático, pero sobre todo para cambiar radicalmente el modelo energético actual, para hacerlo eficiente, totalmente renovable y también más justo.
Juan Carlos del Olmo
Artículo publicado en Ethic