Caminar, un reto urbano
El próximo fin de semana se celebra en València el XI ENCUENTRO ANDANDO, promovido por la Coordinadora Ibérica de organizaciones peatonales: un debate el sábado 24 y un paseo ‘militante’ el domingo 25. Aquí se puede consultar el programa.
Un vocablo, peatón, que se ha consolidado en el lenguaje y que debería sonar en negativo, pues supone una condición muy devaluada del más amplio concepto de ciudadano. Lo he ampliado recientemente en otro artículo titulado precisamente De ciudadanos a peatones. Como mal menor, prefiero viandante.
En 1988 el Parlamento Europeo dio a conocer la ‘Carta de los derechos del peatón’ cuyo primer punto señalaba que “el peatón tiene derecho a vivir en un entorno sano y a disfrutar libremente de los espacios públicos en condiciones que garanticen adecuadamente su bienestar físico y psicológico”. Probablemente habría bastado con esta declaración, pues ya sabemos que los derechos ciudadanos exigen a las administraciones públicas velar por su cumplimiento.
Pero seguía ampliando la lista y aquí me interesa destacar que el ‘peatón’ no solo camina: “Los niños, las personas mayores y los discapacitados tienen derecho a que las poblaciones sean lugares que faciliten el contacto social y no lugares que agraven su propia situación de debilidad”
Para ello exigía que “ciertas zonas urbanas sean para su uso exclusivo lo más extensas posible y que no sean simples recintos peatonales, sino que estén en relación con la organización general de la ciudad y también el derecho a que conecten itinerarios cortos lógicos y seguros”.
Sin embargo, a lo largo de más de cincuenta años nos hemos dedicado a transformar nuestros espacios públicos con entusiasmo modernizador, pasando de la sociabilidad urbana al tráfico y al aparcamiento, cargando la factura que genera una parte del vecindario a todo el conjunto de la gente. Revertir la situación significa sencillamente recorrer el camino en sentido inverso e ir recuperando espacio para la ciudadanía, empezando con los sectores más débiles, volviendo a colocar bancos y fuentes, árboles y espacios de juegos para los niños, todo para restituir derechos maltratados, como son los más elementales de andar o pasear tranquilamente. Eso no será posible si no planteamos, de manera decidida, la progresiva reducción de la motorización.
El derecho a la salud ambiental, al aire limpio, a la seguridad personal, son inalienables y no tendrían que estar sometidos a ninguna transacción. No solo las grandes ciudades de nuestro País han sufrido sin excepciones esta grave agresión, también los pueblos medios y pequeños han copiado la peor parte del modelo. Las calles, las plazas, los parques y los jardines constituyen la estructura básica de la ciudad y son, además de su imagen, el lugar que nos iguala y favorece la integración social.
El encuentro de caminantes programado contiene un homenaje al compañero Ole Thorson, un ejemplo de dedicación a resolver los problemas que tienen que ver con la seguridad de las personas más débiles. En una entrevista en 2017 decía: “Mira, no tienes derecho a aparcar tu coche gratis en la calle. Los conductores que aparcan en la calle están haciendo uso de un espacio que no es el suyo: es de todo el mundo”. Estoy seguro de que también pensaba en las motocicletas.
Esa medida resulta determinante para disuadir viajes motorizados que son perfectamente realizables por otros medios más saludables. Aquí un ejemplo: un 30 % de los desplazamientos en coche se realizan en distancias inferiores al kilómetro y medio, «muy fáciles de realizar andando»
Pocos avances conseguiremos si, en primer lugar, la ciudadanía no despierta de este letargo que dura demasiado tiempo, desde que se puso en marcha ese eficaz proceso de adiestramiento destinado a no cuestionar el poder de la minoría motorizada que gobierna la ciudad, que utiliza la mayor parte del espacio público y cuyos efectos penetran incluso en el interior de las viviendas.
Los gobiernos municipales, lo estamos viendo ahora no solo en València, únicamente son receptivos a los mensajes que les llegan de sectores influyentes para que el modelo siga intacto, o incluso para retroceder en los tímidos pasos que dieron gobiernos anteriores.
Por eso, sería aconsejable que las autoridades sanitarias tomarán cartas en el asunto, y entre todos solicitemos la ayuda de las instancias judiciales para reclamar el uso efectivo de los derechos antes citados.
Los técnicos tienen un papel destacado en este importante asunto. Aquí les dejo un recordatorio. “Cuando me hice ingeniero de tráfico se hablaba de vehículos, y luego fui aprendiendo que no se trata de vehículos sino de seres humanos” (Pieter Van Vliet).
Joan Olmos
Publicado en ElDiario.es