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Campañas

A los partidos políticos dominantes tradicionales de derechas nunca les faltaron los medios que les posibilitaran presentarse y darse a conocer ante sus posibles votantes fuese donde fuese, en cualquier lugar o ambiente de su país. Tradicionalmente esgrimían su fuerza realizando potentes campañas electorales llegando a los lugares más recónditos del Estado, ahí donde los caciques locales imponían sus candidatos.

Los tiempos van cambiando y con ellos los medios. Llegó un tiempo en que se ampliaron los trazados de líneas de los ferrocarriles, mejoraron las redes de carreteras y se popularizó el uso del teléfono. Aquello favoreció la democratización y el abaratamiento de medios a los partidos peor dotados financieramente, siempre que estuviesen dotados de los suficientes y necesarios militantes. Parecía claro que los avances en infraestructuras, conocimientos y tecnología jugaban a favor de la democracia. Los jóvenes que se movilizaron durante el 15M manejaban las redes a placer, instrumentalizándolas a su favor. Aquello les ayudó mucho a organizarse y funcionar con una cierta libertad, parecía que marcar un antes y un después. Aquello duró poco.

Últimamente estamos comprobando como la derecha está jugando también sus cartas en las redes sociales, y ya no solo contra la izquierda desgraciadamente, sino también contra la democracia, permitiéndose un uso nunca perseguido ni reglado de bulos, mentiras, falacias, calumnias, patrañas, falsedades, enredos, falsificaciones, falsas denuncias… Todo ello con el imprescindible e indisimulado apoyo institucional de los aparatos del Estado. Esto se está dando además, en un contexto en el que manejar estas nuevas tecnologías les resulta más barato a las derechas que inundar los buzones de octavillas y sobres de votos; empapelar todas las ciudades del país con sus carteles; montar grandes tinglados en plazas públicas; inundar megafónicamente las calles de todos los pueblos y ciudades del Estado…

Alguien podría argumentar que las izquierdas también utilizan estas mismas nuevas tecnologías. Cierto. Pero la diferencia consiste:

1º.-  En que la izquierda no tiene dinero ni posibilidades para mantener a cientos o miles de especialistas que trabajen a su favor.

2º.-  Que los especialistas en redes que trabajan financiados por las derechas se dedican fundamentalmente, no a realizar propaganda de sus ideas; no a explicar cómo van a subir los salarios; no a de qué forma o cómo van a dotar de más medios a la Sanidad Pública; tampoco hablan de cómo van a erradicar o, al menos combatir, la exclusión y la pobreza; no nos explican qué van a hacer para crear empleo… no. Eso sería muy trabajoso y además peligroso: se les vería el plumero. Seguro. Emplean sus redes en cosas más sencillas y prácticas: mentir, ofender, calumniar, con intervenciones en los medios progresistas para esparcir sus venenos y hacer inviable la interlocución.

3º.-  Algunos youtubers cercanos a la Pocilga Populista se hacen pasar por una especie de anarcopatatín, o anarcopatatán, a fin de confundir a aquellos jóvenes que no tienen una mínima formación política o nivel cultural (algo desgraciadamente abundante) para aprovecharse de sus muchas veces justificados cabreos e indeterminaciones  y llevarlos por el peor de los caminos (aunque ellos no sean, o no crean ser, unos fachas) Esto explica el éxito de ese pollo llamado Alvise, un oportunista de tres al cuarto capaz no solo de reventar a la izquierda, sino de preocupar seriamente a una Vox que probablemente va a tener que decidir entre combatirlo o contratarlo.

Y, hoy, ahora, esas campañas de intoxicación se han hecho ya crónicas, no son temporales según cuando tocan elecciones… No. ahora esas campañas son permanentes: ¿De sol a sol? Nooo… ¡De noche y de día!… y no se puede negar que son diversos y creativos, disparan todos los días y desde todos los ángulos, se adaptan al momento y se cambian de piel a conveniencia. Desde sus cómodos sillones y respaldados por la garantizada impunidad que les ofrece y regala el Sistema, ocupan posiciones de tiro desde lugares muy diversos de un arco que va desde los hábiles y “razonados” discursos de Ferreras y compañía hasta las infectas peroratas de Alvise.

Y no tenemos otra: tendremos que aprender a vivir con ello. Lo peor es que yo no sé ni se me ocurre cómo puede solucionarse esto si no contamos con que Sánchez, Marlaska, Margarita Robles, Yolanda Díaz, etc, (para eso les votamos) dejen de esconderse y se pongan de una vez el traje de faena. ¿Tendrán el valor suficiente? ¿Se atreverán?

Miguel Álvarez

 

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