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Canadá, un refugio

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Mientras Europa da la espalda a los refugiados, obviando sus valores fundacionales e incumpliendo tratados internacionales ratificados por sus Estados miembros, como brillantemente han explicando expertos en la materia como Javier de Lucas, Sami Naïro Steve Peers, Canadá ha puesto en marcha su programa #WelcomeRefugees#Bienvenueauxréfugiés. En el mismo se afirma que ante la acogida de los refugiados “hay muchas razones para estar orgullosos. Refleja nuestro compromiso y demuestra al mundo que compartimos la responsabilidad de ayudar a los desplazados y los perseguidos”. Esta política no es nueva en Canadá, aunque haya atravesado altibajos. Los gobiernos liberales y conservadores de la década de los setenta y los ochenta, por ejemplo, recibieron unos 60.000 refugiados indochinos que huían de los regímenes comunistas.

Como pone de relieve el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la responsabilidad que ha asumido Canadá desde 2013 hasta 2017 en relación a la admisión de personas sirias llega a las 48.089. El Gobierno canadiense muestra en su página web que desde el 4 de noviembre hasta el 1 de mayo de 2016, el país norteamericano ha admitido un total de 26.859 refugiados sirios. Entre ellos, 15.244 a cargo del gobierno, 2.307 dentro del programa mixto de refugiados designados por la oficina de visados, y 9.308 patrocinados por el sector privado. ¿Cuál es la propuesta canadiense que permite alcanzar estas cuotas y que ningún Estado europeo, salvo alguna histórica excepción, es capaz de emular?

El actual Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, ya puso de manifiesto en la campaña electoral su voluntad de articular un programa para la acogida de refugiados sirios, lo cual en aquel momento no era unánimemente aceptado. Un 54% de los canadienses sondeados a finales de diciembre de 2015 apoyaban la acogida de 25.000 refugiados. Tras el triunfo electoral, a diferencia de lo que ocurre en algunos Estados Europeos, el líder el Partido Liberal no esperó para cumplir su promesa. El plan Trudeau para los refugiados sirios se concreta en cinco fases. La primera consiste en identificar a los refugiados sirios que llegarán a Canadá. Para ello el Estado canadiense colabora con ACNUR en la identificación de personas en Jordania y el Líbano, donde existen registros, y progresivamente también en Turquía. Para el estudio de las diferentes demandas, los refugiados interesados obtienen una cita en una de las dos oficinas establecidas en Amman y Beirut. Comienza así una segunda fase que comprende una entrevista individual, un examen médico completo y la comprobación de determinados datos biográficos y biométricos que son verificados en las bases de datos de inmigración para la protección de la seguridad. Aquellos que superan estas dos primera fases son trasladados, en aviones privados con el apoyo de aviones militares si es necesario, a Montréal y Toronto. Antes de la partida, la Agencia Canadiense de Fronteras (ASF) verifica los datos de cada refugiado. Esta misma Agencia, en la cuarta fase, es la encargada de acogerlos a su llegada a Canadá para tramitar la entrada. Tras este último control en el que de nuevo se verifica la identidad y el estado de salud, comienza la quinta y última fase de instalación e integración en la comunidad que permite que el refugiado tenga la residencia permanente.

La propia forma gráfica que sintetiza este proceso en la página web del gobierno canadiense es significativa de la visión positiva que se pretende ofrecer del mismo:

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Uno de los aspectos más llamativos de este programa es que invita a participar en él a la ciudadanía canadiense a través de la posibilidad de patrocinio privado oapadrinamiento de un refugiado, con un plan y una guía para hacerlo efectivo. Así tanto grupos de cinco o más personas cuanto organizaciones pueden implicarse en esta iniciativa como sponsor.

Este programa, que supera toda ridícula previsión realizada por los Estados Europeos, tiene, con todo, algunas matizaciones. Se trata de un programa cuyo objetivo principal, en este momento, es la población siria, y entre ésta la que forma parte de las preferencias establecidas por el gobierno canadiense. En ese sentido, en la primera fase del programa literalmente se afirma “con el fin de minimizar los riesgos de seguridad y para proporcionar a los refugiados vulnerables un nuevo lugar para vivir, Canadá pidió a ACNUR establecer una lista de prioridades de los refugiados vulnerables que representen un bajo riesgo para la seguridad, incluyendo a las mujeres en situación de riesgo y a familias completas. Esta forma de proceder es conforme a la que ha seguido Canadá en el reasentamiento de los refugiados”. En su política tradicionalmente colectivos como el LGBTI también han sido considerados como grupos vulnerables.

Junto a la postura oficial de apertura, un sentir social difícil de cuantificar aparece también en el ámbito canadiense: el miedo al otro. Así el alcalde de Québec verbalizaba el temor latente entre la población por la llegada de refugiados, ahondando en el sentir de un parte de la población que llegó a recoger firmas para detener el proceso. Una posición semejante, en cuanto a la ralentización o suspensión de la acogida fue mantenida por el alcalde de Toronto y el primer ministro de laSaskatchewan, Brad Wall. Canadá tampoco ha contado con el apoyo de Estados Unidos en la articulación de este plan. A las críticas de una parte de la ciudadanía se ha unido el desasosiego del país vecino. El presidente de la Comisión del Senado de Estados Unidos sobre la Seguridad Interior, Ron Johnson, puso de manifiesto la inquietud por la llegada de “un gran número de refugiados” amparados por el programa canadiense, apelado a una cuestión siempre presente como es la de la seguridad en la frontera.

Un segundo aspecto debe tomarse en consideración para entender queel acceso al estatuto de refugiado en Canadá no es lineal. Es decir, junto a quienes no forman parte de los grupos vulnerables de refugiados sirios hay otros solicitantes cuyas demandas se demoran y/o se conceden en menor medida. Se trata de una opción que tiene que ver con la necesidad imperante de organizar la llegada. Más allá del programa específico para los sirios, sigue existiendo el que podría denominarse régimen general de asilo (aunque éste por su propia naturaleza vinculada a la persecución no pueda ser calificado como tal) que es el que se aplica al resto de refugiados. El sistema canadiense de protección de asilo distingue entre los programas de reasentamiento de refugiados y personas que requieren protección humanitaria para aquellos que se encuentran en el extranjero, y el programa para las personas que presentan una demanda de asilo cuando ya se están en Canadá. Se mantiene la división tripartida entre los refugiados a cargo del gobierno, en el programa mixto y los que cuentan con el patrocinio del sector privado. Entre quienes se han sumado a las críticas al plan para la acogida de los refugiados sirios, también se ha puesto en evidencia el descenso de otros colectivos, como puede verse en la evolución desde 2005 atendiendo a los diferentes países de procedencia de los demandantes.

Canadá no es, con todo, un paraíso para los refugiados. Siguen pendientes cuestiones de gran calado, dentro del estrategia global articulada por ACNUR para el período 2014-2019, como el acabar o minimizar las detenciones de los solicitantes de asilo y refugiados. Sin embargo, no puede negarse que, aún con desavenencias internas y reservas externas, ha sabido priorizar lo que el derecho de asilo supone en cuanto protección internacional frente a la persecución y la ayuda de carácter humanitario. Canadá ha sido históricamente y es de los pocos Estados capaces de llevar a la práctica el lema que exhibe en la página oficial de su programa #WelcomeRefugees #Bienvenueauxréfugiés: “acoger a los refugiados en nuestros corazones y en nuestras comunidades”, continuando así una tradición de la que, sin duda, podrían aprender los líderes europeos.

Ángeles Solanes.
Artículo publicado en alrevésyalderecho.

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