Carmen Alborch y Empar Marco: cuando una mujer en un alto cargo deje de ser noticia
La ex ministra española de cultura viene de haber estado en Carmona (Sevilla), en una de sus paradas por una gira espontánea por la que fluye de ciudad en ciudad acudiendo a jornadas y congresos. La nueva directora general de Àpunt viene directa de Burjassot, donde transcurre su verano en el interior de la antigua sede de RTVV, a tan solo unos minutos de su casa en Godella.
Son las siete de la tarde en una terraza interior que emana agua vaporizada y por donde de vez en cuando pasan hombres en albornoz camino del spa. Un pequeño huerto de tomates hace las veces de decorado natural. Carmen Alborch y Empar Marco coincidieron por primera vez en los ochenta. Tuvieron paralelismos imprevistos: Marco, como lingüista, traducía los carteles para un IVAM cuya dirección aguardaba a Alborch. Desde entonces han ido teniendo sutiles conexiones. Han venido a charlar de ellas mismas y de la escasa representatividad de la mujer en los puestos de alta dirección; sus casos representan la excepción.
Empar Marco: ¿Vamos a hablar de mujeres y poder? Porque yo poder, poco, eh.
Carmen Alborch: Bueno, estás en un lugar con mucho poder…
“Mira si llevo preguntas para Carmen que me he preparado mientras venía en el taxi”, señala ‘amenazando’ Marco mientras ondea una hoja.
Carmen Alborch: Siempre he tenido buen feeling con ella, he seguido su trayectoria, le presenté su libro Vertigen (escrito junto a Esperança Camps).
Empar Marco: Vamos a hacer prehistoria… Ella quizá no se acuerda pero yo conocí a Carmen a finales de los ochenta cuando montaron el Servei de la Dona con Concha Gisbert. Concha me abrió un mundo, el del feminismo, y allí conocí a Carmen. Ella todavía estaba en la universidad y era un ejemplo para muchas mujeres. Y después hemos ido coincidiendo en la peluquería de tanto en tanto…
Carmen Alborch: Cuando nombraron a Empar directora general le comenté al peluquero ‘¡estoy contentísima!, ¡han nombrado a Amparo!’.
Empar Marco: Y cuando yo fui el peluquero me dijo ‘me ha dicho Carmen que te felicite’.
¿Cómo tomasteis la decisión de dedicaros a los medios de comunicación y a la política?
Empar Marco: Siempre quise ser periodista pero no pude estudiar periodismo porque no había en València y mis padres no se podían permitir pagármelo en Barcelona, en mi casa había muy poca pela. Pero tenía el periodismo presente. Estando en Ràdio Nou de lingüista cuando podía me enganchaba a cosas periodísticas. El jefe de informativos que en aquel momento era Xavier Latorre me decía ‘tú deberías ser periodista’. Y él me acabó haciendo allí el primer contrato de periodista. Hasta hoy.
Carmen Alborch: La cultura era la manera de estar en el mundo, aunque yo estudié Derecho. En el colegio me llamaban ‘A buen juez, mejor testigo’ porque siempre levantaba la mano para cuestionar. Ahí también descubrí El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, que te pasaban el libro y te abría todo un mundo. Comenzaba a buscar y a encontrar explicaciones sobre por qué ocurrían esas desigualdades con la mujer…
Empar Marco: … y por qué siguen ocurriendo ahora.
Carmen Alborch: Y siempre fui encontrando gente aliada, mujeres pero también hombres, como mi ex marido Damià Mollà, que ha muerto hace unos días, y que era un buen señalizador de esas desigualdades entre hombres y mujeres; uno de esos hombres cómplices… En realidad después de hacer la carrera, el doctorado, me iba a ir a Nueva York a estudiar propiedad intelectual, mi pasión. Quería hacerlo porque siempre he querido hacer las cosas rápidas para poder hacer más cosas. Tenía una beca para irme y de repente me llama Ciprià Císcar y me pide que me vaya a la dirección general de cultura: ‘te lo digo hoy y me tienes que contestar mañana’. Me levanté a la mañana siguiente y dije sí. Esa decisión me cambió mucho la vida, claro. Después llegó el IVAM, con Todolí, y fue maravilloso.
Empar Marco: Con todo lo que ha pasado después en el IVAM, ¿cómo lo recuerdas?
Carmen Alborch: Lo que cuesta levantar un proyecto así y lo fácil que es deteriorar una institución. Es fácil cuando hay permisividad, cuando se mira hacia otro lado, cuando no hay control, cuando no hay exigencia…
Àpunt tiene un reto parecido, en este caso el de reviscolar un ente que se hundió.
Carmen Alborch: Una responsabilidad todavía más difícil, creo.
Empar Marco: Sí porque tienes mucho entusiasmo, mucha fuerza, pero al mismo tiempo un sentimiento de impotencia brutal que imagino ocurre en muchos cargos de alta responsabilidad, pero en éste es especialmente duro. Es una mezcla de sentimientos, te pasas el día en un tobogán.
Sois ejemplos de mujeres en altos cargos. ¿Ese techo de cristal del acceso a la mujeres a la dirección ya se ha roto?
Carmen Alborch: Qué va, hemos roto poquísimo. Es que miras las cifras y… cuántas rectoras hay. Ver a una mujer en el poder era extraño, con una sensación de sospecha: qué habrá hecho esta mujer para llegar aquí. En aquella época en la que yo era profesora en la universidad siempre bromeaba con que me iba a hacer una camiseta con mi currículum. Además si teníamos un aspecto como de alegría, mediterráneo, todavía la sospecha era mayor. Cuando yo llegaba al decanato se armaba un lío porque me llamaba el decano, luego la decano… Como no hemos estado en los lugares de poder no se nos ha nombrado.
Empar Marco: ¿Por qué no se han presentado más mujeres a la dirección general de Àpunt? Es que el cambio de vida es fuerte, tienes que estar en un momento muy adecuado, si no es complicado. La administración está plenamente creada por los hombres.
Carmen Alborch: El feminismo cuando se dice que es una lucha contra los nombres… No, beneficia a la mujer y al hombre porque es una manera distinta de plantear la vida. No es sólo repartir el trozo del pastel, sino hacer un pastel distinto. Si hablamos de techo de cristal también tendremos que hablar de suelo pegajoso, porque cuántas horas dedican las mujeres ya no al hogar sino a las responsabilidades afectivas…
El estereotipo refleja que para ser una mujer con un alto cargo debe reproducir comportamientos masculinos.
Carmen Alborch: No basta con ser mujer, se trata de tener una actitud. Hemos tenido políticas, y muy cerca, que no han estado precisamente comprometidas por la igualdad. Ves a muchas mujeres poderosas que por la causa han hecho muy poco. Has de tener conciencia. También se ha dicho muchas veces que las mujeres no llegaban a altas responsabilidades porque no tenían ambición, ya podemos decir que claro que la tenemos, pero es que nos han educado de otra manera: si tenías mucha ambición o carácter es que eras una mandona, una…
Empar Marco: La ambición que puede tener un hombre es muy comprensible, pero a la ambición de una mujer se le da un sentido más peyorativo. El otro día cuando en la Unió de Periodistes se presentaba la Agenda d’Expertes, pensaba: aquí las mujeres se tienen que presentar ellas para estar en las guías. Pero todavía está la cosa ésta de ‘yo no quiero ser experta’. ¿Cómo que no? Hay que dar ese paso, porque yo puedo aportar tanto como el del despacho de al lado. Simplemente estamos pidiendo poder hacer las cosas de otra manera, con una sensibilidad distinta.
Carmen Alborch: Y sin tener que renunciar a comportarnos como somos, sin tener que uniformarnos. Recuerdo una vez que llegué a clase, cuando era profesora, y algunos alumnos me silbaban de manera jocosa. Ver a una mujer encima de una tarima no era nada habitual. Me fui de clase, hay cosas intolerables. Luego se quedaron muy sorprendidos, me pidieron disculpas. Más tarde cuando llegué al ministerio (de cultura) y dije ‘sí, soy feminista’ me miraban como diciendo ‘qué peligro’. O cuando entré por primera vez en el Congreso de los Diputados, siendo ministra, se creó un gran murmullo porque no debían estar acostumbrados a ver a una ministra con una mecha roja… Aunque yo ni me enteré. Se trata de tener una sociedad con igualdad porque eso hará a la sociedad más justa y más libre.
Televisión y partidos políticos… ¿ha llegado el momento de madurez para que una corporación pública sea independiente de los partidos políticos?
Empar Marco: Supongo que no, pero se hacen todos los intentos, cada vez hay más mecanismos. En la ley de medios públicos que se ha aprobado está muy claro en las bases. Que después los políticos lo lleven o no a la práctica… Es una lucha. Si tú tienes muy claro que esa independencia debe ser así, y yo lo tengo muy claro, lo has de llevar hasta las últimas consecuencias. ¿Que eso te cuesta muchos disgustos? Seguramente, pero si una lo tiene claro…
Carmen Alborch: Zapatero aprobó la desgubernamentalización de la televisión pública, es que hay ejemplos. Claro que se puede hacer, no es un problema de madurez, es de querer hacerlo.
Empar Marco: Si tú plantas la semilla eso ya es muy importante. En mi equipo, por mucho ataque que haya, tenemos muy clara esa independencia. Una de las cosas que me dijeron al nombrarme fue: estás loca, va a ser imposible que sea un medio despolitizado. ¿Mi respuesta? Ya se verá…
Carmen Alborch: Iñaki Gabilondo siempre citaba la fábula del puercoespín: los medios no pueden estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos de los políticos.
Hacia el final de la conversación Empar Marco recupera su hoja de preguntas y mira sonriente a Carmen Alborch…
Empar Marco: ¿Cuál sido el peor momento y el mejor en tu trayectoria?
Carmen Alborch: Momentos de impotencia de ir al Congreso y presentar proyectos que se han trabajado muchísimo y después que lo que se valore es cómo iba vestida la ministra… Te entra una rabia que dices: me meto en el cuarto de baño a llorar o qué. También fue un momento muy triste, muy duro, la noche cuando perdí las elecciones al Ayuntamiento de València. Y momentos felices muchos, sobre todo en el IVAM cuando escuchabas a los vecinos comentar ‘de esto no entiendo pero me encanta que esté en mi ciudad’. Ir a trabajar era una gran ilusión cada día. Dicho esto, Empar, ¿a ti te hace ilusión ir a trabajar cada día?
Empar Marco: ¡Todavía sí! En mi vida uno de los momentos más emocionantes que recuerdo es precisamente el nacimiento de RTVV, teníamos unas caras de entusiasmo. No lo había pensado hasta ahora, pero igual esa ilusión me ha llevado a esto, sin saberlo.
Vicent Molins y Eva Máñez