¿De verdad que el independentismo catalán es Joaquim Torra? ¿Un defensor del fascismo, que habla de las razas, que es xenófobo, un exaltado y entusiasta, que se va a Berlín a rendir cuentas a Puigdemont, y que pretende rehabilitar como consellers a los presos?
Y a cada momento que pasa sus declaraciones del pasado reciente ponen los pelos de punta, así como la defensa de terroristas y torturadores como los hermanos Badia como indica Xavier Vidal-Foch. Hace bien la alcaldesa de Barcelona en realizar declaraciones rápidas y contundentes denunciando la actitud del nuevo President.
Y no vale con alegar que son declaraciones sacadas de contexto, o recortadas y manipuladas, como el Sr. Torra quiere hacer creer. Lo que vamos leyendo son cosas del estilo como que los españoles son seres indeseables, candidatos a ser expulsados de Catalunya, etc, a lo que únicamente “pidió disculpas por si alguien se había sentido ofendido” ¿Ofendido? Es que eso no lo oíamos desde los discursos nazis y xenófobos.
Seguramente Puigdemont ha perdido la orientación política desde el destierro, y hasta puede ser comprensible. Pero lo que no tiene justificación es que su partido acepte tal nombramiento, no abran la boca, cierren filas, pretendan seguir tensando la cuerda, inflando ánimos, y con el seguidismo de la CUP que, en su deriva independentista, anteponen cualquier candidato por muy fascista y xenófobo que sea.
¿Es ese el espíritu de la República Catalana? ¿Eso es lo que defienden los jóvenes que vemos en manifestaciones pacíficas pidiendo votar? ¿Lo asume la ciudadanía catalana que se considera independentista?
¿No les resulta ofensivo y vergonzoso este nombramiento? Porque ante este President no pueden echarle la culpa al resto de catalanes que se consideran españoles ni tampoco al resto de españoles. La decisión la han tomado sus propios políticos.
¿Cuáles serán los siguientes pasos que se van a dar en el Parlament catalán?
El independentismo catalán ha ido cayendo a los infiernos, y al final, le dará la razón a un PP que ha actuado utilizando España para jugar a la confrontación política como mero cálculo electoral.
Los partidos españoles han sido incapaces, de una u otro orilla ideológica, de encontrar una salida consensuada; han sido incapaces los independentistas de buscar soluciones políticas. E·l fracaso por parte de todos es estrepitoso; no hay soluciones fáciles, y eso es verdad. Pero cada día que pasa la solución se ve más lejana, y el conflicto va creciendo.
Era imposible pensar que se llegaría a un Parlament independentista con la mayoría de la población catalana en contra; era imposible pensar que habría un referéndum sin garantías; era imposible pensar que se anularía la autonomía de una Comunidad tan significativa como la catalana; era imposible pensar que la solución a un conflicto político fuera la huida de sus líderes o la prisión de aquellos que dieron la cara; era imposible pensar que nuevas elecciones no solucionarían nada; era imposible pensar que Catalunya se iría hundiendo en su propio barrizal y que, la que fue la Comunidad estrella durante el siglo XX, sería un desastre social-económico-político en el inicio del XXI.
Y ahora ya no sabemos ni qué pensar. Porque lo que se avecina puede ser peor. Mucho peor.