Cómo evitar que millones de prendas acaben en el vertedero
La moda de usar y tirar, una de las industrias más contaminantes del planeta y una de las que más agua usa en sus modelos de producción, tiene los días contados: Europa quiere que nuestras prendas sean más duraderas y reciclables (y, por tanto, más respetuosas con el medio ambiente).
El desierto de Atacama es conocido por ser una de las grandes fronteras naturales de Chile y el «lugar no-polar más árido de la Tierra», pero en los últimos meses una imagen tomada en este espacio natural dio la vuelta al mundo sin tener nada que ver con su increíble paisaje: se trataba de montañas de ropa amontonada pudriéndose con el calor y emitiendo gases contaminantes. Se trataba de una especie de vertedero de prendas sin usar –algunas todavía con la etiqueta– provenientes principalmente de Estados Unidos y Europa.
Este cementerio de la moda se convirtió rápidamente en el símbolo del concepto de «usar y tirar» tan instaurado en nuestra sociedad, así como del coste medioambiental que supone. El concepto en cuestión, denominado fast fashion, es algo que ya se encuentra sobre el foco: la Unión Europea quiere acabar con él lo antes posible.
A finales de marzo de este mismo año, la Comisión Europea presentó un amplio paquete de iniciativas para fomentar la economía circular y alargar la vida útil de los productos, de forma que no solo puedan repararse con facilidad cuando se estropeen, sino que también puedan reutilizarse sus componentes al máximo cuando vayan a la basura. Con este plan, Bruselas pone en el punto de mira, entre otros, al sector textil. Como resumió el comisario europeo de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius: «Queremos que la moda rápida se pase de moda».
Las nuevas propuestas, con vistas a impulsar una economía más sostenible para 2030, pretenden luchar contra el dislate ecológico de la moda: el sector textil genera más de un millón de toneladas de residuos solo en España, situándose entre las cuatro industrias más contaminantes del mundo y siendo la segunda en mayor consumo de agua (con una reutilización, además, de apenas el 1%). A ello se suma que esta situación de desperdicio ecológico no solo afecta a la ropa convencional, sino también a la laboral. Este tipo de vestimenta, que utiliza una de cada tres personas, es todavía más difícil de reciclar y reutilizar por el desgaste que tienen algunas prendas, así como por estar serigrafiadas con las insignias de las distintas empresas.
El objetivo marcado por Bruselas es que a partir de ahora las prendas sean más duraderas, reutilizables, reparables y reciclables. Para ello quiere implantar una serie de medidas –en las que todavía está trabajando– dentro del marco facilitado por la Estrategia para la circularidad y sostenibilidad de los productos textiles. Como respuesta, Circoolar –una compañía pionera en el diseño y la comercialización de ropa laboral ecológica y reciclable– ha sido una de las empresas que ya han tomado medidas, lanzando una campaña para evitar que más de 20 millones de prendas acaben en el vertedero. Pero ¿terminará con la propuesta de Bruselas la moda de usar y tirar?
El ecodiseño y los microplásticos
El diseño ecológico es la pieza clave de las nuevas medidas. Es por ello que la Comisión quiere hacer una revisión del Reglamento de la Directiva de Ecodiseño con la intención de que la norma aborde el ciclo de vida de todos los productos desde la fase de su concepción, donde Europa identifica que se determina el 80% de impacto medioambiental, imprimiendo un carácter más sostenible en toda la cadena de valor.
El ecodiseño se centra en evitar las deficiencias de calidad, como la solidez de los colores, la resistencia al desgarro o la calidad de las cremalleras y las costuras, que son algunas de las principales razones por las que los consumidores descartan productos textiles. «Una mayor durabilidad permitirá a los consumidores utilizar la ropa durante más tiempo y, al mismo tiempo, apoyar modelos de negocio circulares como la reutilización, el alquiler, la reparación, los servicios de recogida y el comercio de segunda mano, creando oportunidades de ahorro para los ciudadanos», se llegó a explicar desde la Comisión.
De este modo, la propuesta pretende imponer requisitos concretos de eficiencia energética y sostenibilidad, para lo que ha creado un «grupo de trabajo» que estará en contacto con la industria. Se espera que empiecen a definirse las especificaciones hacia finales de este mismo año. «Iremos grupo de productos a grupo de productos, empezando con los que posiblemente tengan más impacto medioambiental. Cada grupo tendrá diferentes características», explicó Sinkevicius.
Bruselas también quiere eliminar de una vez por todas el uso de productos químicos dañinos en la ropa, incluidos los microplásticos, que pueden acabar hasta «en el torrente sanguíneo», según alertó el vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans. Este es el caso, por ejemplo, de los pantalones vaqueros.
En este sentido, para fomentar la divulgación acerca de la información relativa a las prendas, Europa quiere crear un pasaporte digital para la ropa que contemple una información «clara, estructurada y accesible sobre las características de sostenibilidad medioambiental de los productos que permita a las empresas y a los consumidores tomar decisiones más adecuadas, mejorando la comunicación entre los agentes a lo largo de las cadenas de valor, incluidos los productores y los recicladores». Así, el pasaporte podrá incluir información que muestre desde las sustancias preocupantes que contenga la prenda, hasta las guías de reparación los tejidos o la composición de las fibras de los mismos.
Contra la ropa muerta
La destrucción de ropa es un derroche de valor y recursos a ojos europeos. Para desincentivar esta práctica, la Comisión propone «una obligación de transparencia que obligue a las grandes empresas a hacer público el número de productos que desechan y destruyen, incluidos los productos textiles, y su tratamiento posterior en cuanto a preparación para la reutilización, reciclaje, incineración o depósito en vertederos».
En la misma línea, desde el continente se muestra la intención de hacer que los productores sean responsables de los residuos que generan sus productos, ya que se considera que los requisitos de responsabilidad ampliada del productor han demostrado ser eficaces para mejorar la recogida selectiva de residuos y su posterior gestión de conformidad con la jerarquía de residuos. En concreto, Bruselas apunta que «la responsabilidad ampliada del productor puede incentivar un diseño de productos que promueva la circularidad a lo largo de todo el ciclo de vida de los materiales y tenga en cuenta el final de la vida útil de los productos», dando un paso más hacia el cambio de modelo de consumo.
Fran Sánchez Becerril
Publicado en Ethic