Con la mirada puesta en Hugo
Quiero felicitar a la Fundación Hugo Zárate y a las asociaciones que solicitaron el nombre de una plaza para nuestro querido amigo por haber logrado el objetivo.
Hoy más que nunca, las palabras y acciones de Hugo son necesarias. Si hace 20 años, él nos alertaba de la dificultad de nuestro mundo, de la insolidaridad y la competitividad, del individualismo y el egoísmo, ¡cómo se echaría las manos a la cabeza viendo la situación de nuestros días! Pero seguro que, con su voz segura y sus brazos en jarra, no nos dejaría tiempo para el descanso: porque no puede haber ni tiempo ni cansancio para el compromiso social.
La batalla que actualmente libramos no es un tema de “cuentas y números”, sino de valores: de entender qué somos, cuánto valemos y cómo queremos vivir. Una vez más en la Historia de la Humanidad, el progreso y la resistencia se enfrentan en un dilema moral.
Nuestra crisis europea es una crisis moral, de pérdida de valores humanistas, de falta de conciencia social, de imposición de un proyecto economicista de maximizar el beneficio individual frente a un proyecto humanista de maximizar el beneficio social. Cuando estalló la crisis económica, tras ella se destapó la realidad que la hizo posible: una crisis política y ética sobre la que se había ido forjando la Unión Europea.
Y, en esta coyuntura, nos sentimos huérfanos de liderazgos políticos que encabecen una reflexión de hondo calado y den un volantazo al camino que se está construyendo, asentado sobre el sufrimiento, el dolor y la humillación de los ciudadanos.
Hugo tenía las ideas muy claras por las que luchar.
El ser humano no es negociable. No tiene precio, sino valor. Tiene derechos por el esencial hecho de haber nacido. Es lo más importante de nuestro planeta. Es la razón de ser de nuestra propia existencia. Sí, nosotros somos nuestro fin, aunque a veces olvidamos por qué vivimos.
Y si tenemos claro que las personas somos únicas e irrepetibles, y no números de una larga cuenta de la seguridad social o clientes de un banco a los que se puede estafar, sabremos que hay unos mínimos comunes universales que nos unen, que están por encima de razas y lenguas, de países de primera o de segunda: Los Derechos Humanos.
Pero los hombres y mujeres somos seres sociales por naturaleza, por esencia, por necesidad. Necesitamos por tanto construir la sociedad en la que hemos de vivir, una sociedad que sea como nuestra segunda piel, la prolongación de nuestro hogar, donde ser felices, críticos, autónomos, compañeros, … donde poder reír, amar, encontrarnos, … Entonces, ¿por qué resulta tan árida la sociedad que construimos? ¿Por qué nuestros espacios sociales a veces no son públicos ni nuestros?
Hugo tenía claro, con su compromiso en el movimiento asociativo y en el político, la importancia de construir nuestro hábitat. Una sociedad que nos proteja, que corrija las diferencias injustas de la Naturaleza, que se alegre de la llegada de nuevos conciudadanos, que teja una red social para que no caigamos, que garantice igualdad y libertad para poder soñar como queramos; una sociedad que tenga claro cuáles son los mínimos de justicia social que no se pueden eliminar ni negociar en base a los números de una calculadora tecleada en algún estamento o institución económica. La Economía que es incapaz de garantizar el bienestar de las personas, no sólo es inútil, sino que ha fracasado.
Pero además, nuestra sociedad son nuestros espacios públicos, los que hemos de llenar de risas y algarabías, de protestas y manos alzadas, …. de Ciudadanía y Democracia. Y, hoy más que nunca, falta revisar si en el camino no hemos perdido el significado de palabras tan importantes como espacio público y propiedad pública. Hoy más que nunca, necesitamos conquistar la Ciudad para los Ciudadanos.
Empezando por las calles, para que nuestras calles nos representen, como la que llevará el nombre de Hugo Zárate.
La memoria individual es débil porque está limitada en el tiempo. La memoria colectiva no tiene edad ni años; permanecerá sobre nosotros sirviendo de referencia para futuras conquistas ciudadanas.
ANA NOGUERA
Filósofa.