Consejos para soportar el invierno democrático
El mayor peligro del invierno democrático que vivimos es la desmoralización. Hay motivos para la renuncia, para pensar que nada tiene arreglo. El poder pierde el pudor de forma tan descarada que consigue convertir su desvergüenza en su mejor aliada. Es la prueba evidente de que está por encima del bien y del mal. No hay alternativa.
Por eso conviene hacer un equipaje mínimo, un acopio de prendas de abrigo para resistir el invierno democrático. Quizá no sea conveniente introducir profecías, adornar la maleta con esperanzas. Es pedirle demasiado a la suerte o a la conciencia. Pero, desde luego, parece necesario hacer memoria, buscar las cosas que no se deben olvidar.
1.- Las nubes son una estrategia. Cuando Mariano Rajoy aconseja a una mujer maltratada «que llame al 016, que allí sólo va a poder recibir buenas cosas», demuestra que vive en las nubes, que no tiene empatía ninguna con el dolor, que es incapaz de comprender el drama desatado en la intimidad de una persona por la violencia machista. Vive en las nubes. Igual que el ejecutivo que gana millones de euros mientras sus empleados navegan en los bordes de la precariedad. La torre de marfil no es sólo una consecuencia de las fatigas del poder o de las avaricias económicas. Es la condición imprescindible para perder los vínculos sentimentales con las personas que van a sufrir la explotación.
2.- Las instituciones pueden convertirse en nubes. El poder de los intereses privados se apropia de instituciones que son un espacio común. Se recalifican una y otra vez terrenos destinados al uso público y se construyen urbanizaciones de élite. El gobierno del PP, por ejemplo, nombra Fiscal Jefe Anticorrupción a Manuel Moix y lo convierte en su abogado defensor. Don Manuel fue quien opinó que Esperanza Aguirre no incumplía la ley en su fuga con atropello ante la policía municipal de Madrid y el que detuvo cuanto pudo las investigaciones sobre la ingeniería económica de Miguel Blesa.
3.- Las malas prácticas de las élites en el uso de las instituciones no pueden expulsarnos de lo que es nuestro. Las instituciones deben ser un patrimonio de la ciudadanía. Sin respeto al derecho y a las instituciones gobierna la ley del más fuerte. Estar en el gobierno es el mejor modo de estar en la calle para intervenir en la mejora de la vida de la gente.
4.- Hay que tener cuidado con el uso de la palabra populismo. Mauricio Macri, presidente de Argentina, ha declarado delante de los inversores españoles que no se acaba de un día para otro con el populismo. Este señor teme igual que Rajoy las protestas de la ciudadanía. Piden la absoluta impunidad cuando gobiernan en favor de las élites, cuando manipulan a la justicia, cuando empobrecen la vida de las mayorías, cuando abrazan la perspectiva de las fortunas que se lavan las manos en los paraísos fiscales. En sus bocas, la decencia democrática y la justicia social son exigencias propias del populismo.
5.- Otra vez: hay que tener cuidado con el uso de la palabra populismo. Donald Trump es un empresario y un presidente que tiene éxito con la gente y gana elecciones. No conviene confundir la pobreza con la miseria moral. La experiencia de la pobreza genera una cultura de la solidaridad y la resistencia. La telebasura crea mayorías de miseria moral, indignadas por no participar del botín de las sociedades de consumo. Trump es muy popular, es aplaudido por su audiencia cuando humilla a las instituciones, desprecia los derechos humanos y pretende saltarse las leyes a la torera. La falta de estudios de un pobre mexicano significa lo contrario que el analfabetismo orgulloso de este millonario norteamericano. Que la memoria nos prevenga, que la suerte nos libre de los salvadores populares.
6.- Sólo la renuncia de la ciudadanía a la dignidad pública puede acabar de romper un Estado. Para que un Estado se hunda no basta con la perversión de la justicia, el impudor de los gobernantes, la desfachatez de las élites y la manipulación mediática. Mientras la ciudadanía no se desmoralice el Estado no resultará un invento fallido.
Y 7.- Lo más grave para un republicano no es que un rey sea un vividor con amantes y tenga familiares corruptos. Lo más grave para un republicano es que un rey sea rey.
Luis García Montero
Artículo publicado en Infolibre