Cosas que aprendí en la vida
Mi padre, creyente, de izquierdas y represaliado por el franquismo, me enseñó que la persona con que iba a vivir toda mi vida era yo mismo, y que para poder dormir bien era necesario ser honrado con uno mismo y con los demás.
Un anarquista de Cartagena me enseñó que para ser un buen trabajador había que aprender a echar un pito (un cigarro) y a pedir permiso para ir a mear. Mas tarde Capilla me aclaró que la lucha de clases se manifestaba en el servicio doméstico cuando la chica colgaba el delantal. O sea, que no es imprescindible la política para llevar adelante la lucha de clases ni para enfrentarse al sistema..
Mi amigo Pepe Sánchez Ramos, que era lo más parecido a un místico que yo haya conocido, me ayudó a ver que Jesús era de izquierdas y el evangelio un programa de liberación. Y Pepe Domínguez, consiliario de la HOAC, me ayudó a penetrar en los vericuetos del marxismo y me descubrió a Poulantzas y a Samir Amin.
De ellos y de mi vivir aprendí que ser de izquierdas era perder siempre, porque los poderosos de continuo nos derrotan, que para eso tienen el poder (la sartén por el mango y el mango también, o sea, el dinero, los medios de comunicación, la ciencia, el deporte, los aparatos religiosos, el ejército, la policía, la judicatura, etc.)
De mi amigo Mariano González (el de Cartagena) aprendí aquello tan útil de que una sociedad es como una mano, en la que las palma son las derechas (siempre unidas) y los dedos, las izquierdas (siempre desunidas). Aclaraba que las derechas están unidas por el interés y el dinero, que son cosas sólidas, mientras que las izquierdas se nutren de ideologías y sentimientos, ambas cosas muy volátiles.
Y de todos ellos aprendí que las derrotas no importan (aunque le sientan muy mal a nuestros infantilismos) porque lo importante es la lucha que es la que hace avanzar la historia. Nuestro mundo actual ha cambiado radicalmente desde mi infancia con los fascismos triunfando en la tierra entera, hasta nuestros días en los que el capitalismo sigue vivo, pero no se parece en nada al de aquellos años. Y, a pesar de lo mal que anda este mundo nuestro, tengo sobrados motivos para pensar que es mucho mejor que aquel, se mire com se mire.
Hasta ahora, nunca se ha hecho una revolución por medios exclusivamente democráticos y no parece que tal cosa esté a la vuelta de la esquina, pero no puede excluirse que llegue a pasar.
Y todo esto viene a cuenta por lo de Pablo Iglesias, el Coletas. Parece que le han derrotado, pero si el sistema se ha tomado el trabajo de derrotarlo (suponiendo que lo haya hecho) es porque representaba y representa un peligro para los poderosos de verdad, lo que significaría que su camino era bueno aunque a mí no me lo pareciera. Tomarse tanto trabajo para descabalgarlo habla mucho y bien de su praxis,
que por algo le tienen tanto miedo los ricos.
Juan García Caselles