¿Da miedo Mazón?
“Mazón, dones por”. La frase se podía leer en la última manifestación sobre la riada del 29 de octubre. Escrita sobre un simple folio, era la primera vez que la observaba. Curiosa y sintética reflexión que se apartaba de los lemas usuales, demandantes de dimisiones y cárceles. Distinta de las pancartas que reflejan los rostros de los seres perdidos, reclamando justicia y verdad para todos.
En el marco del 29 O se comprende que algunos sientan que el president de la Generalitat provoca algo parecido al miedo. Su relación con los familiares de las víctimas ha sido distante e, incluso, cruel: “que lo pidan”, llegó a decir cuando las asociaciones reclamaban reunirse con él; apenas faltó que añadiera: “mediante instancia y registro de entrada”. Ahora, por vías directas o indirectas, ha comenzado otra fase: la segregación de las asociaciones; pronto, y ojalá no ocurra, se distinguirá entre las politizadas y las asépticas, dependiendo de si son más o menos críticas con la Generalitat y de la intensidad punitiva que asuman sus abogados en la causa que instruye la jueza de Catarroja. Nada nuevo bajo el sol: el mantra de la “politización” ha sido empleado, en el pasado, por antiguos compañeros del actual Consell: entre otros, contra los “Salvem”, ya fuese el del Cabanyal o el del solar de los Jesuitas.
¿Queda ceñido el miedo a lo expuesto? No, no lo hace. Porque, ya en el origen de la Legislatura presente, el señor Mazón mostró su proclividad hacia la extrema derecha de Vox, gestionando con suma celeridad el pacto autonómico de gobierno. De ello resultó un programa de cinco puntos, -improvisado, enrevesado y tautológico-, que hubiese sido plato de delicatessen para los seguidores del positivismo lógico; pero su maldad no residía sólo en su inconsistencia, sino en la demostración de lo que importaba al president: la institución entendida exclusivamente como centro de poder y no como reservorio instrumental para encorajinar a los valencianos y valencianas, desplazar sus preocupaciones y atender las necesidades de la mayoría ciudadana, analizadas desde el prisma del interés general. Entre ellas, la más básica: la seguridad de los valencianos. Aquella seguridad destrozada el 29 O por una naturaleza desatada y una reacción autonómica rebosante de desidia, ignorancia e irresponsabilidad.
Las instituciones, contempladas como alimento de la ambición e intereses de unos pocos, convierte la democracia en una mercancía y sus formas en materia de prestidigitación: lo que importa es la apariencia, la simulación, la mentira maquillada. Algo que da miedo y, más aún, cuando se concierta con quienes abiertamente, desde Vox, quieren desmontar el Estado del Bienestar, estrangular instituciones, echar al mar a inmigrantes, resucitar la servidumbre de la mujer, ondear la homofobia y hacer seguidismo y mostrar admiración hacia unos personajes internacionales que, -¡oh, coherencia!- gravan con aranceles las exportaciones valencianas y sostienen el genocidio de los palestinos.
Sí, miedo. El mismo que deberían sentir los compañeros del señor Mazón en el Partido Popular: tener en activo, sobre un territorio con cinco millones de personas, a un caballero que, cuando ha pactado precipitadamente con VOX, -esto es, siempre-, ha fijado el precio del pacto a otras Comunidades Autónomas con mayoría del PP, facilitándole la subasta a la extrema derecha.

Foto: JORGE GIL/EP
Cabe pensar que el miedo debería también atribuirse a la actividad del señor Mazón dirigida a reactivar el valenciano como barrera de división entre los ciudadanos que, en Alicante, Castellón y València, compartimos y amamos una lengua que nos conduce hasta las raíces del Antiguo Reino de València y a una hermosa cultura heredada de nuestros mayores y ahora depositada en nuestros hijos. Sin embargo, no es miedo, sino patetismo, lo que despierta este relevo que toma, del conseller Rovira, el testigo del proyecto político anti-valenciano.
Sí, resulta patética la senda recorrida por el president porque se le nota la intención por todas partes: está mendigando aplausos y gente que no le recuerde la pesadilla del 29 O en los actos solemnes del 9 de Otubre. Por eso ha dicho lo que ha dicho durante el debate sobre el Estado de la Comunitat, ha recibido de inmediato a la vieja guardia de la Academia de Cultura Valenciana y se ha fotografiado ante el “Vixca” del Himno. Una guardia de corps implorada a última hora y pagada con las 20 monedas de la separación entre valencianos, entre hermanos. Patético y denigrante que, quien tiene el deber de coser ciudadanos y geografías, se apunte a usar las tijeras: como antaño, mejor una colección dispersa de retales que un tejido confeccionado con la misma urdimbre, aunque luzca tonalidades diferentes.
Sí, eso, señor Mazón, da miedo. Y lo da más aún porque todo valenciano consciente espera encontrar un plus de dignidad, responsabilidad y empatía en su president. Y ese modelo de presidencia se diluye cuando le vemos ampararse en la ocultación: la de su actividad en la tarde fatídica de la riada, la de su agenda después del 29 O, apareciendo por sorpresa o por la puerta trasera, y su procura de que las acciones judiciales se centren en la exconsellera y se olviden de usted.
Sí, miedo, porque el president de la Generalitat tiene la obligación de elevarse sobre sus prejuicios y temores para dar la cara con coraje y honestidad. Porque no debería estar tan amorosamente sujeto a la extrema derecha, propagandista de la ruptura convivencial y mucho más patriotera que patriota. Evitarlo, por poco que le separe de ésta y por más que dicho vínculo, dentro de un par de años, pueda garantizarle algún tipo de refugio como recompensa a su generosidad y mimetismo durante la presente Legislatura.
Manuel Lóopez Estornell
Publicado en Valencia Plaza



